México abrió la puerta
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Las revelaciones del ex empleado de la CIA, Edward Snowden, sobre las actividades de espionaje de Estados Unidos a gobiernos de países amigos han provocado entre estos protestas de diversa intensidad, que van desde el airado rechazo de la canciller alemana Angela Merkel, quien calificó de “condenables” esas prácticas, hasta la cancelación de una visita de Estado a Washington de la presidenta brasileña, Dilma Roussef.
En el caso de México la reacción fue más bien tímida. Luego de darse a conocer en medios europeos que Estados Unidos había intervenido los correos electrónicos tanto del ex presidente Felipe Calderón como del mandatario actual, Enrique Peña Nieto, el secretario de Relaciones Exteriores de México, José Antonio Meade, pidió una investigación al respecto.
Esta tibieza se puede explicar por una razón muy simple: hubiese sido ridículo hacer un gran escándalo cuando todos sabemos que Washington lleva a cabo actividades de espionaje en México desde hace muchísimos años y que, desde el Gobierno de Calderón, estas prácticas se dan de manera prácticamente abierta.
Bajo el argumento de incrementar la cooperación contra el narcotráfico, el ex mandatario panista le abrió las puertas de par en par a los agentes secretos de la DEA, la CIA y el FBI.
Gracias a ello, ahora los estadounidenses tienen acceso ilimitado a bancos de datos y fuentes de información del Gobierno mexicano, los drones sobrevuelan a su antojo el territorio mexicano y lo mismo ocurre con los barcos que navegan sin restricciones de ninguna especie las aguas mexicanas.
Si bien con Calderón esta cooperación llegó a niveles nunca antes vistos, ambos países han compartido información secreta casi desde los inicios de la Guerra Fría, cuando a la par de la CIA, se creó en México la ya desparecida Dirección Federal de Seguridad que operaba como la policía secreta del PRI y en diversos períodos trabajó en espionaje con Washington.
Jorge Carrillo Olea, quien fue subsecretario de Gobernación durante la presidencia de Miguel de la Madrid, reveló hace poco al semanario Proceso que, por encargo de la CIA, en esos años la DFS espiaba a los países del bloque socialista acreditados en México, les hacía labores de correo y dedicaba parte de su personal para que estuviera exclusivamente a las órdenes de los estadounidenses. En México no solo hay espías estadounidenses.
Prácticamente todos los países tienen organismos de inteligencia y contrainteligencia y espían tanto a sus enemigos como a sus aliados pues es parte de la naturaleza de los gobiernos. Los gobernantes que reclamaron por haber sido espiados actuaron presionados por la opinión pública de sus países. Pero en la práctica saben bien que son espiados y que ellos hacen lo mismo. Aunque se denuncie como delito en foros internacionales, lejos de cesar, el espionaje se incrementará cada vez más, gracias a la tecnología.