Los futboleros uruguayos, hinchas de sus equipos “hasta la muerte”
En Uruguay, donde el fútbol es casi una religión y una gran fuente de éxitos deportivos pese al reducido tamaño del país, los estadios ya no son sólo templos consagrados al deporte rey, sino que funcionan también como cementerios para muchos aficionados.
Montevideo, 30 nov (EFE).- En Uruguay, donde el fútbol es casi una religión y una gran fuente de éxitos deportivos pese al reducido tamaño del país, los estadios ya no son sólo templos consagrados al deporte rey, sino que funcionan también como cementerios para muchos aficionados.
Después de declararse en vida como seguidores de su equipo “hasta la muerte”, algunos futboleros desean que, al morir, sus cenizas reposen sobre el mismo césped que pisan todo el año sus ídolos deportivos en partidos y entrenamientos.
Destaca el caso del club Central Español, que nació hace 108 años, cuando un grupo de jóvenes del Barrio Palermo de Montevideo se reunía para jugar al fútbol en un descampado entre el Cementerio Central y la costa.
El conjunto tomó su nombre del camposanto donde, según cuenta la leyenda del equipo, algunos de sus primeros jugadores terminaban sus noches de fiesta y dormían escondidos entre los nichos.
Aunque su cancha actual, el estadio Parque Palermo, ya queda lejos de ese barrio y del Cementerio que les dio nombre, son muchos los aficionados que eligen las instalaciones del campo como última morada.
Tantos que en 1962 el club decidió rendir homenaje “a sus socios desaparecidos”, con la colocación de un monolito y una placa en su estadio, según contó a Efe el presidente de la entidad, Guillermo Rodríguez Misa.
El dirigente descartó instalar algún columbario o lugar específico para depositar cenizas en el Parque Palermo, porque “la voluntad de los socios no es que los guarden en el estadio, sino descansar sobre el césped, en el propio terreno donde se juegan los partidos”.
Algunos hinchas “palermitanos” piden incluso que se esparzan sus restos “bien cerca de las porterías, donde se concretan los goles”, porque “creen que ahí sus sensaciones serán diferentes”, relató Rodríguez Misa.
“No tenemos ninguna superstición con el tema de la muerte. Nosotros no creemos en los malos espíritus”, aseguró entre risas el presidente de la entidad.
Mientras, la cancha de Defensor Sporting, además de ser uno de los primeros lugares donde se exhiben las tradicionales murgas (chirigotas) del Carnaval montevideano, acoge desde hace años los ritos funerarios de los devotos del club.
Desde allí cuentan el caso de un gran forofo del llamado “equipo violeta”, que falleció cerca del estadio de Defensor, justo cuando salía de acompañar uno de los entrenamientos de las divisiones juveniles.
El aficionado siempre había pedido que sus cenizas fueran esparcidas en el estadio y tanto sus familiares como los dirigentes del club facilitaron que pudiera cumplirse su última voluntad.
Otros fanáticos del deporte rey solicitan que sus restos se depositen en el mítico Estadio Centenario de Montevideo, donde tuvo lugar el primer Mundial de fútbol en el año 1930, en el que la selección uruguaya resultó vencedora.
“Es un tema que tratamos con mucho respeto, y con la reserva que merecen estos casos. Se permite que se celebre una ceremonia privada, y los familiares acceden al campo de juego para esparcir las cenizas”, afirmó a Efe el director general de la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO), Mario Romano.
Romano descartó asimismo que esta práctica pudiera afectar al normal mantenimiento del césped del campo de juego.
Fuera de Uruguay, algunos clubes han instalado columbarios para las cenizas de sus hinchas difuntos, como en el caso del estadio del conjunto argentino Boca Juniors, conocido como La Bombonera, o de las canchas del Manchester City inglés o del Betis en España.
Uno de los equipos pioneros en esta práctica fue el Atlético de Madrid, que en su estadio Vicente Calderón de la capital española cuenta con lugar para albergar 4.200 urnas empotradas en cerámicos que reproducen diversos momentos de la historia del club.
En este recinto, inaugurado en 2008, los seguidores “colchoneros” pueden reservar su espacio a un precio de 3.600 euros.
En Montevideo, mientras, la motivación económica no parece entrar en la ecuación, en la que solo prima cumplir con la última voluntad del difunto.
María Sanz