Dreamer decide entregarse en Houston para salir de su pesadilla

Por haber conducido sin licencia ahora el ‘soñador’ Gustavo Rubio se encuentra en proceso de deportación a punto de dejar a su madre sola y enferma en este país

El indocumentado Gustavo Rubio se despide de su madre poco antes de entregarse a las autoridades de Inmigración.

El indocumentado Gustavo Rubio se despide de su madre poco antes de entregarse a las autoridades de Inmigración. Crédito: Gustavo Rangel / RUMBO

Mientras que Magdalena Rubio le daba la bendición a su hijo Gustavo Rubio en el exterior del Centro de Servicios de Inmigración en Houston el lunes 10 de febrero por la mañana, no podía evitar sentirse culpable por la situación en la que se encuentra su hijo.

“Si nos hubiéramos quedado en México hoy a mi hijo no lo estuvieran tratando como a un criminal y nuestra familia no estaría siendo separada”, dijo Magdalena.

“Mi hijo no tiene la culpa de lo que le está pasando porque nosotros lo trajimos cuando era niño, uno emigra a los Estados Unidos para ofrecerles una mejor oportunidad pero ese intento para nosotros se ha convertido en una pesadilla”, agregó la madre entre lágrimas.

Gustavo, de 35 años, se entregó a las autoridades de inmigración luego de haber recibido una orden de deportación. El originario de México Distrito Federal llegó a Estados Unidos cuando apenas tenía 14 años y aunque estudió en Houston y se graduó de la preparatoria Sharpstown, su edad lo descarta de la posibilidad de poder arreglar su situación con la Acción diferida.

La pesadilla para Gustavo comenzó en 2008 luego de haberse visto involucrado en un accidente automovilístico. Por ser indocumentado Gustavo no contaba con una licencia para conducir y fue arrestado a pesar de que el accidente fue provocado por el conductor del otro automóvil.

Durante el proceso de encarcelamiento Gustavo fue entregado a las autoridades de Inmigración donde se le tomaron las huellas y desde entonces ha estado batallando con la posibilidad de ser deportado.

“El caso del accidente se arregló pero quedé fichado y no han dejado de perseguirme para deportarme”, contó Gustavo.

La posible separación de sus familiares tiene a Gustavo temiendo lo peor ya que su madre se encuentra delicada de salud y él quien la cuida.

“Si me deportan mi mamá se va a quedar sola, la acaban de diagnosticar con un severo caso de glaucoma y yo soy el que provee todo para ella, no la quiero dejar sola”, explicó Gustavo.

Pero mientras que Gustavo se preocupa por su mamá ella teme lo peor para su hijo. Cuando Gustavo apenas tenía dos años su familia se mudo a Ciudad Juárez, Chihuahua, donde estuvieron viviendo por 12 años antes de cruzar la frontera a Texas. Debido a la violencia en Ciudad Juárez los familiares de Gustavo se cambiaron a otras partes de México o emigraron a Estados Unidos.

“Gustavo no ha pisado territorio mexicano desde 1993 y es que ya no tenemos a nadie en México, toda nuestra vida esta acá. Si deportan a mi hijo lo van a mandar a un país que no conoce y donde nadie lo espera”, explicó la madre.

El caso de Gustavo es complicado ya que la única alternativa que tiene es pedir que su deportación sea detenida mientras que se intenta reabrir su caso, algo muy difícil de lograr según el abogado Edwin Reyes, que está representando a Gustavo.

“La orden de deportación ya está en efecto y lo único que podemos hacer es mostrar que Gustavo no es un peligro para la seguridad del país y que su familia necesita de él, pero la realidad es que no se ven grandes posibilidades de que inmigración le dé esas facilidades”, explicó Reyes.

Este caso una vez más significó la oportunidad para que activistas pidieran que se frenen las deportaciones.

“Miles de personas como Gustavo están sufriendo con estas deportaciones injustas. El presidente Obama ha mentido, nos ha dicho que su prioridad no es deportar a inmigrantes que no significan un peligro para la seguridad de este país pero se siguen deportando a personas inocentes todos los días”, dijo Abraham Espinoza, representante de la organización FIEL.

Luego de despedirse de sus amigos y familiares Gustavo y su abogado ingresaron al Centro de Inmigración armados solamente con 1,000 firmas de personas que piden que Gustavo no sea deportado.

“Inmigración dejó a Gustavo sin alternativas, tuvo que entregarse para no perjudicar a nadie más de su familia”, dijo César Espinoza, director de la organización FIEL en Houston.

A Gustavo por el momento se le concedió una estadía temporal hasta el próximo 12 de mayo pero sus problemas están muy lejos de estar resueltos porque la orden de deportación no ha sido retirada.

“Como Gustavo no tiene familiares que lo puedan arreglar sus alternativas son limitadas, seguiremos tratando de mostrarle a inmigración que Gustavo no es un peligro para la seguridad del país y así quizás puedan permitirle que se quede”, explicó Espinoza.

Gustavo es uno de los millones de indocumentados que se encuentran a la espera de que se apruebe pronto una reforma migratoria. Sin ella sus posibilidades de permanecer en este país son casi nulas.

“No quiero pensar en el futuro, solamente en el presente, porque no quiero imaginarme mi vida sin él”, concluyó la madre.

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