Crisis en Ucrania

Hombres armados, con uniformes de soldados, vigilan los terrenos de una unidad militar ucraniana en Sebastopol, en Crimea.

Hombres armados, con uniformes de soldados, vigilan los terrenos de una unidad militar ucraniana en Sebastopol, en Crimea. Crédito: EFE

Mundo

La situación política en Ucrania no es fácil de discernir, pero tampoco es imposible de resolverla. Entre las opciones que se avizoran, la menos factible y la que traería más problemas que soluciones es precisamente la que la población de la región de Crimea está en proceso de realizar.

La escisión de Crimea y su eventual incorporación a Rusia a través de un plebiscito es un despropósito.

Por una parte, el presunto voto no consideraría la decisión de cada uno de los ciudadanos de Ucrania y se presta a la presión de su vecino país y a los ideales expansionistas de su líder, de Rusia y Vladimir Putin, respectivamente.

Por otra parte, el problema ucraniano no es un problema enteramente local, se trasladó al ámbito global, en donde las potencias mundiales, tanto Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental junto al aparente enemigo Rusia, resuelven y tienen los hilos de lo que se puede o no hacer. Al pueblo de Ucrania, a pesar del eventual plebiscito de la población de la región de Crimea, simplemente le toca esperar lo que determinen las potencias. Claro está, sin embargo, que Ucrania es otro de los actores fundamentales del conflicto, pero su rol está minimizado por los intereses de los Estados dominantes.

En este contexto, lo más importante es evitar una catástrofe mundial por un problema insignificante. El Gobierno de Vladimir Putin tiene que entender que sus aspiraciones expansionistas no son bienvenidas ni deben ser toleradas por la comunidad mundial en pleno siglo XXI.

Asimismo, el Occidente, liderado por Estados Unidos, también debe considerar que el problema de Ucrania tiene ramificaciones étnicas —en Crimea hay más rusos y simpatizantes de este país que ucranianos— y es sumamente difícil distender la polarización existente en este país.

Lo que las potencias mundiales no deben hacer es aumentar la polarización.

Lamentablemente Putin está echando “más gasolina al fuego” al intervenir directamente con su Ejército en Crimea.

Estados Unidos y sus aliados no deben dejarse ofuscar por los caprichos del líder ruso. Lo más importante es no permitir que Rusia se expanda y se apodere de territorios que jurídicamente le pertenecen a otra nación.

Así, lo más importante es buscar un término medio, un compromiso, en el que las dos partes —las “dos” ucranias y las dos potencias mundiales— puedan convivir en este tumulto de problemas políticos.

Debido a que la escisión de Crimea es improcedente y no produce ningún beneficio, es necesario promover un Gobierno federal, donde las regiones de Ucrania, particularmente Crimea, tengan mayor autonomía con respecto al Gobierno nacional.

Lo primero es que las dos potencias mundiales se sienten en la mesa de diálogo, luego inviten a las facciones de Ucrania. Un problema mundial se resuelve de arriba hacia abajo y no al revés.

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