Dos pontífices que hicieron historia

Hoy, 27 de abril, tuvo lugar una ceremonia extraordinaria en el Vaticano: en presencia de dos papas vivos serán canonizados dos papas fallecidos. Francisco anunció la canonización simultánea de Juan XXIII y de Juan Pablo II, en tanto que el papa emérito Benedicto XVI anunció también que asistiría. Con la primera canonización doble de dos pontífices, Francisco anhela reunir a reformistas y conservadores dentro de la Iglesia Católica y ungir en figuras modélicas a dos personalidades históricas del papado.

Usualmente, tales asuntos son de preocupación exclusiva de los católicos. A veces, partes interesadas dejan oír sus voces cuando esos acontecimientos lesionan sus sentimientos. Tal el caso de Pío XII, el papa que lideró a la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, cuya propuesta de beatificación ha sido cuestionada por la comunidad judía internacional al considerar que de esa forma Roma busca legitimar la política de la Santa Sede frente al nazismo. En la instancia actual, sin embargo, es harto probable que los judíos vean con aprobación esta doble canonización al involucrar a dos pontífices muy queridos.

Juan XXIII revolucionó las relaciones religiosas entre católicos y judíos; Juan Pablo II revolucionó las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el estado judío. El legado individual de cada uno de ellos en las relaciones interreligiosas es notable. En conjunto, es monumental.

Durante los años de la Shoá, Angelo Roncalli fue nuncio en Estambul, desde donde trabajó denodadamente en favor de salvar a los judíos perseguidos por los nazis. Ya como Sumo Pontífice, compuso una plegaria en la que expresaba remordimiento por las legendarias difamaciones antijudías de la Iglesia y, en una ocasión memorable, saludó espontánea y cálidamente a un grupo de feligreses hebreos al verlos salir de la sinagoga en Roma. Pero su contribución más fundamental en el plano interreligioso fue la convocatoria del Concilio Vaticano II (1962-1965), cuya declaración Nostra Aetate marcó un punto de inflexión en los vínculos entre católicos y judíos, y sus repercusiones positivas se sienten todavía.

Juan Pablo II fue el primer papa en visitar Auschwitz (1979), el primero en ingresar en una sinagoga (1986) y quien entabló relaciones diplomáticas entre Roma y Jerusalén (1993). Al reconocer diplomáticamente al estado judío, Juan Pablo II normalizó las relaciones largamente postergadas entre la Santa Sede y el estado de Israel. Luego se convirtió en el primer pontífice en ir, con el inicio del nuevo milenio, a Yad Vashem (el Museo del Holocausto de Israel) y en rezar en el Muro de los Lamentos. La imagen del papa ante sus imponentes piedras blancas se erigió en la representación visual más destacada de la nueva era en las relaciones entre la grey católica y la judía.

Por supuesto que hubo desencuentros y desavenencias entre las partes. En cuestiones religiosas, la Iglesia Católica y el pueblo judío tienen sus diferencias, y en el plano de las relaciones internacionales, la diplomacia de la Santa Sede y la política de Israel no están en completa sintonía. Pero gracias a estos dos papas extraordinarios algo ha cambiado para siempre en los lazos que unen a ambos pueblos.

Por ello la ceremonia de hoy domingo en la Ciudad del Vaticano sería seguramente observada con entusiasmo no sólo por todos los católicos del mundo, sino también por aquellos a quienes uno de estos pontífices famosamente llamó “nuestros hermanos mayores”.

—El autor es analista político; escribió, entre otros libros, Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío (Debate)

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juanpabloii
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