Las clases medias

El surgimiento de una clase media latina en el sur de California es el fenómeno social y demográfico más importante del siglo XXI en esta parte del mundo

Negocios latinos se presentan en una feria en Los Ángeles.

Negocios latinos se presentan en una feria en Los Ángeles. Crédito: Archivo/J. Emilio Flores / La Opinión

Migración

Hoy quiero volver a un tema que traté hace algunas semanas en esta columna: el de la relación entre la migración y las clases medias. En aquel entonces argumenté que las clases medias latinoamericanas emigran solo cuando hay crisis económicas y políticas muy profundas en sus países de origen. En esta ocasión ofrezco un planteamiento diferente: la idea de que la migración internacional también resulta en la formación y la reconstitución de clases medias.

Me inspiro en los estudios de varios investigadores que han analizado con detalle cómo la migración es una estrategia de movilidad social ascendente, es decir, para que un individuo o una familia puedan pasar de ser miembros de la clase trabajadora a ser parte de la clase media. Pero la migración es igualmente un recurso para evitar la movilidad descendente, la cual ocurre cuando miembros de la élite o de las capas medias sufren un proceso de empobrecimiento.

Voy primero sobre el caso de la migración y su contribución a la movilidad social ascendente. Los más de cien años de migración del occidente de México a los Estados Unidos han contribuido a la formación de las clases medias rurales y urbanas en estados como Jalisco y Guanajuato. Las remesas de los migrantes sirvieron para comprar tierras, financiar la educación de los hijos e iniciar negocios propios, no en el pueblo de origen, sino en las ciudades de la región.

Como lo mencionaba el antropólogo Michel Peraldi, quien nos visitó en UCLA la semana pasada, una condición para hablar de movilidad social hacia la clase media es que los hijos ya no tengan los mismos trabajos que los padres. Si los padres migrantes que salieron rumbo al norte fueron ejidatarios, artesanos y obreros, hoy sus hijos son maestros, profesionistas y dueños de pequeños negocios en Guadalajara, León o en alguna de las zonas rurales de gran pujanza económica, como los Altos de Jalisco.

Pero la movilidad social no sólo se da en la nación de origen. También ocurre en el país de destino. Es difícil, pero no imposible, que la generación inmigrante logre la suficiente movilidad social para alcanzar la clase media en la sociedad de destino. Sin embargo, una buena proporción de los hijos de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, de los argelinos en Francia y de los turcos en Alemania, ya no trabaja en las fábricas ni los campos de cultivo. Esa segunda generación habla el idioma del país de destino tan bien como los nativos, tiene bastante más años de escolaridad que sus padres y se desempeña en ocupaciones de cuello blanco.

Soy de la opinión que el surgimiento, lento, pero seguro, de una clase media latina en el sur de California es el fenómeno social y demográfico más importante del siglo XXI en esta parte del mundo. Su ascendencia es, sin duda, uno de los legados más duraderos de la gran migración mexicana y latinoamericana a este estado.

¿Y la migración como estrategia para evitar la movilidad descendente? Eso tendrá que esperar una semana más.

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