Los menores indocumentados
La llegada de decenas de miles de niños centroamericanos indocumentados a Estados Unidos refleja la desesperación de los padres en medio de sociedades estremecidas por la violencia, al mismo tiempo que desafía el sistema migratorio estadounidense.
Sin lugar a dudas no debe ser una decisión fácil para los padres de un menor enviarlo a que cruce México, con todos los peligros que significa, para que llegue a Estados Unidos pasando por el desierto de manos de un “coyote”.
La autoridades de las naciones centroamericanas, como en El Salvador, advierten a los adultos de los serios peligros que corre un menor en su viaje a Estados Unidos. Sin embargo, el mensaje no tiene el éxito esperado.
La violencia cotidiana, principalmente de las pandillas, es la gran preocupación que a veces cae víctima de rumores como el que circuló recientemente. El que decía que las autoridades estadounidenses dejaban libres a los mujeres con niños y a los menores solos. En otros casos es un intento arriesgado de reunificación familiar y el deseo siempre presente de los padres que quieren brindar un futuro mejor a sus hijos.
Es de esperar que los menores con familia en Estados Unidos sean reunidos con ellos cuanto antes. Esa debe ser la prioridad.
Esa es una de las metas de la Administración Obama que ahora está recurriendo a instalaciones militares para albergarlos temporalmente. La Patrulla Fronteriza estima que este año aprehenderá a 90,000 menores de edad.
En este caso, se entrecruzan complejos factores como la situación social y económica de los países de donde provienen los niños, la discutible decisión de los padres de enviarlos o del adulto a cargo, el viaje peligroso a través de México y las leyes migratorias estadounidenses.
Es difícil mejorar las condiciones de las naciones centroamericanas, más fácil y realista aunque no lo parezca ahora es poner al día las leyes migratorias para permitir una reunificación familiar que permita una inmigración menos riesgosa de los menores.
