Prueba superada
Una madre y su hijo que se reconciliaron al seguir juntos sus estudios y un refugiado político y escritor de 70 años que llegaba en autobús a sus clases. Sus historias confirman una vez más que la edad es sólo un número y que el que persevera triunfa.
Con sus togas y birretes, llenos de gran orgullo, estos hispanos forman parte de la clase graduada 2014 del Sistema Universitario Ana G. Méndez (SUAGM), en Orlando, que actualmente celebra su décimo aniversario en la Florida Central.
El SUAGM fue fundado en Puerto Rico y como parte de su expansión inició sus operaciones en Orlando hace 10 años ofreciendo el primer y único programa de educación bilingüe a nivel universitario en la nación, en vista de la creciente comunidad hispana en la zona.
Carol Salgado, de 40 años, y su hijo Abisael De La Cruz, de 21, se acaban de graduar en la carrera de Administración de Empresas luego de casi cuatro años de estudiar juntos y motivarse mutuamente.
“Ella puso el ciento por ciento de corazón a sus estudios, estudió más duro que yo y sacaba muy buenas notas”, comentó en tono jocoso el joven De La Cruz, quien dijo admirar, respetar y apreciar más que nunca los sacrificios que ha hecho su madre por él y sus hermanos para salir adelante.
No solo esta madre e hijo han estudiado juntos, también laboran en la sucursal de la cadena Chick-Fil-A ubicada en St. Cloud, donde Salgado es la directora de la cocina y De la Cruz es líder de inventario.
Su madre dijo sentirse doblemente feliz.
“No ha sido fácil, es una emoción muy grande la que siento al ver a mi hijo graduarse, es el primero de los siete nietos que tienen mis padres que se va a graduar de una universidad, significa mucho para nuestra familia. Ojalá las personas nos tomen como buen ejemplo, que sí se puede llegar lejos si uno quiere y sobre todo si se tiene fe en Dios”.
Recordó entre lágrimas que estuvo alejada por algún tiempo de su hijo tras convertirse en víctima de violencia doméstica y tener que huir hacia Estados Unidos.
Pero esos tiempos difíciles quedaron atrás y ahora ambos están concentrados en sus metas, recuperando el tiempo perdido. Salgado planea realizar una maestría en Hospitalidad y Turismo y cumplir su visión de tener su propio negocio, mientras que De La Cruz irá a formar parte de las fuerzas armadas este año.
Jorge Kiala, el estudiante de mayor edad en graduarse este miércoles, empezó a estudiar en esta entidad educativa a los 65 años.
Nada lo detuvo y hoy ya puede saborear el fruto de sus sacrificios. Graduado en Administración de Empresas, Kiala afirma que no hay excusas, ni cansancio, ni obstáculos en el camino hacia el éxito.
“Yo no tengo edad, ni color, eso me ha abierto muchas puertas en la vida, uno tiene que despojarse de los prejuicios y miedos”, precisó este cubano en entrevista con La Prensa.
“Cuando vine a estudiar aquí se me abrieron las puertas, vi una luz en medio de la obscuridad. Creo que todos debemos tomar esa decisión en la vida y definir nuestro objetivo, dedicarse y saber que el tiempo va a pasar de todas formas. ¿Qué se pregunten en dos o cinco años, qué va a pasar? O puedes ser un profesional o seguir allí mismo, pero el tiempo de todas maneras va a pasar”, cuestionó el recién graduado que llegó al país en 2005.
Y pese a su fascinante historial profesional como graduado de piloto, profesor de cartografía y topografía en Cuba y hablante de inglés, francés, alemán y ruso, Kiala tuvo que empezar de cero en este país como muchos inmigrantes que llegan con esas ansias de un futuro mejor.
“Yo tenía que inventármelas para poder salir adelante, trabajé como lavador de platos, de limpieza, y trabajo de manera temporal para poder estudiar. He escrito siete libros y fueron mis compañeros aquí que me animaron a contar mis historias”, dijo Kiala.
Sin embargo, dijo que uno de sus principales desafíos a la hora de estudiar “fue el monstruo de la laguna negra”, refiriéndose a la computadora.
“Cuando vi ese aparato no lo entendía, ahora lo manejo muy bien y entiendo mucho. Pero cuando tenía mis dudas y no entendía, no temí hacer mis preguntas, para eso estaba aquí para aprender, yo vine a aprender y así cumplí con mis trabajos”, dijo.
Pese a que no tiene carro y sobrevive con lo que puede para pagar su renta y comida, nunca se rindió.
“No he faltado ni un día a clases. Me tomaba como una hora o dos, porque cogía dos buses para venir aquí. En la vida hay que seguir adelante, no tenerle miedo a nada, y abrirse camino donde sea”, agregó.
