UN “TITAN” DEL JONRÓN
Adrián González es el deportista mexicano mejor pagado, pero también es un hombre de fe
Adrián González. Crédito: Getty Images
LOS ÁNGELES. La voz de Adrián González retumba en el vestidor del Dodger Stadium.
Es sábado, faltan unas horas para el partido contra los Padres de San Diego y, desde la obligatoria sesión de estiramiento, la metódica práctica de bateo y la concentración previa al encuentro nocturno, González demuestra voz de mando al dar los tradicionales consejos, en español, a jugadores como el cubano Yasiel Puig, el venezolano Miguel Rojas y los dominicanos Juan Uribe y Hanley Ramírez.
“¡Venga!”. “Lo único que importa es ganar”. “Las cosas personales no importan”. Son algunas de las expresiones con las que el toletero que porta el número 23 anima a un equipo en el que predomina la sangre latina.
Esa noche, en el complejo ubicado en la zona de Chinatown de la ciudad angelina, los Dodgers derrotaron a los Padres 1-0, con carrera de Adrián González.
Así lo llamó el periodista deportivo Eduardo Ortega hace más de ocho años, mientras jugaba, precisamente, en los Padres de San Diego. Era una referencia a sus inicios en el beisbol preparatoriano de la Eastlake High School, en Chula Vista, San Diego, institución que tiene como símbolo a los míticos dioses griegos.
Pero el apodo también podría corresponder a su físico (1.87 metros de altura y 102.58 kilogramos de peso), al poder de su bat (.259 de promedio, y 249 jonrones en Grandes Ligas) o a su salario anual: 21 millones de dólares, que lo colocan en el número 60 de la lista Forbes de atletas mejor pagados del mundo.
Aunque su cuerpo y sus cifras respondan por sí solos al mote de “Titán”, el mexicano primera base de los Dodgers de Los Ángeles prefiere vincular la grandeza y poderío de su sobrenombre con su inmensa fe en Dios y la inspiración que encuentra en su interior cada vez que entra a la caja de bateo para enfrentar, desde hace una década, a los mejores lanzadores de las Grandes Ligas.
González cumplió, el pasado 18 de abril, 10 años en la Gran Carpa y, tras su paso por los Rangers, los Padres y los Medias Rojas -equipo del que salió por la puerta trasera en agosto de 2012-, llegó a la ciudad californiana para iniciar un camino definitivo hacia la excelencia deportiva y alcanzar lo más alto de la lista de deportistas mexicanos mejor pagados, por encima del boxeador Saúl “Canelo” Álvarez; el futbolista Javier Hernández “Chicharito”, y media docena de beisbolistas.
Nacido hace 32 años en San Diego, California, pero nacionalizado mexicano por el origen de sus padres, David y Alba, el zurdo está entregado 100 por ciento a su carrera. Y así es como se maneja durante la entrevista; sabe qué pelota (o pregunta) le va a servir para expresar sus ideas y, con la concentración necesaria, espera el momento indicado para conectar con precisión una respuesta concisa.
Seguro de sí mismo, Adrián habla desde su dogout sobre la construcción del deportista nacional con las ganancias más altas en un contrato afianzado hasta 2018, que al final le dejará en sus arcas 160 millones de dólares.
El exordio beisbolero de González se gestó en una familia en la que el deporte era primordial para el crecimiento integral de cada uno de los tres pequeños varones, David, Édgar y Adrián.
Cada sábado y domingo, Alba Sabín, su mamá, incitaba a sus hijos a continuar el amor del clan González por la pelota caliente. El sueño casi se cumple por completo, pues de la tercia, solamente David no siguió en el diamante.
En Tijuana, Adrián jugó en la liga infantil de la zona de la Mesa de Otay y pasó por todas las categorías, desde biberón, escuelita, peewee, infantil, pony hasta colt.
Fue a los 13 años de edad cuando los González se mudaron a California, para que David, su hermano mayor, asistiera a la universidad; esa decisión fue la que cambió el rumbo de Adrián, pues ya con el equipo de la Eastlake High School, a los 15 años, participó en el torneo semiprofesional de Estados Unidos, en Wichita, Kansas, donde llamó la atención de un sin número de scouts profesionales.
Finalmente, el hermano mayor dejó el beisbol; Édgar continuó e incluso fue su compañero en Los Padres. Pero fue Adrián quien llegó más lejos.
Para perseguir esa grandeza, el entonces adolescente buscó a sus ídolos en el olimpo californiano, en aquella época en la que Fernando Valenzuela representaba el sueño de cualquier mexicano que deseara triunfar en Grandes Ligas.
Dos décadas después, González camina por los senderos de su memoria y evoca los tiempos de cómo fue creando en su mente y en su destino el ser un mexicano ejemplar, sin importar apodos o calificativos que podrían alcanzar la inmortalidad.
“Para ser un ídolo, un ligamayorista necesita de una carrera con buena trayectoria por muchos años y siempre ser ejemplo dentro y fuera del campo”, explica el bateador, quien ha logrado 250 jonrones, lo que lo pone a tan sólo 90 de la marca de Vinicio Castilla, el mexicano con más vuelacercas en las Ligas Mayores.
Ahora, en los pasillos del Dodger Stadium, un ícono del beisbol mexicano, como El Toro Valenzuela quien labora como comentarista para una cadena de deportes estadounidense no tiene empacho en detenerse a platicar con “El Titán” González, una leyenda en ciernes, como si fueran dioses mitológicos que conversan sobre los placeres banales del ser humano.
“Hablamos más de cosas de la vida cotidiana; él es una persona muy simple, le gusta platicar de todo, no tanto de beisbol”, asegura el también primera base de la Selección Mexicana de Beisbol y quien ha participado en el Clásico Mundial en las ediciones 2006, 2009 y 2013.
Adrián tuvo su primer orden al bat en Grandes Ligas con los Rangers de Texas a los 22 años de edad, con la casa llena y un out. En su debut, no tenía la más remota idea de su destino, pero estuvo 100 por ciento seguro de sus propias habilidades.
Hoy, su mirada está entrenada para intuir todo tipo de lanzamientos (y preguntas): curvas, sliders y rectas de más de 90 millas, y para cuidar cada una de sus palabras cuando habla de su éxito.
“En este deporte nunca sabes si tienes lo necesario, pues en esta pelota no todo es habilidad, sino que también debes tener una fuerza mental buena, disciplina y muchas cosas para poder mantenerte”, asegura el cuatro veces seleccionado al Juego de Estrellas.
“Gracias a Dios, 10 años después se ha dado una buena carrera y, si Dios quiere, habrá 10 más”, añade sin presunción alguna.
Asesorado por dos de las estrellas más prominentes que ha dado el diamante, Don Mattingly, su manager, y Mark McGwire, su coach de bateo, González terminó la primera parte de la temporada 2014 con un envidiable .250 de porcentaje de bateo, 14 jonrones y 60 carreras impulsadas.
Sus compañeros y coaches lo reconocen como un gran co-equipero y líder dentro y fuera del campo. De hecho, en agosto del año pasado, Don Mattingly dijo al Los Angeles Times que para él, Adrián era el MVP del equipo por su consistencia, tanto ofensiva como defensiva.
Pero Adrián es más bien reservado; expresa más produciendo carreras que declaraciones a la prensa.
“Cuando llegué, para mí era hacer un buen trabajo, establecerme; obviamente, como novato, uno no sabe qué espera de su carrera, tratas de hacer lo mejor posible y a ver qué pasa”, recuerda.
Hoy, sus metas a superar ya no están en el ámbito económico, sino en alcanzar un objetivo fundamental con su equipo actual: jugar su primera Serie Mundial.


