Buenas razones para escuchar a tus pequeños
Dedicar unos minutos de atención a escuchar las necesidades de tus hijos les ayudará a desarrollarse en bienestar.
Mamá no quiero comer la sopa… –¡Te la comes y ya! ¡No quiero hacer corajes!
-No quiero ir a la escuela. –¡No seas flojo!
Ésta es la historia que se repite diariamente. Claro que con diferentes temáticas y protagonistas, pero el común denominador es que el niño se queja de algo y nosotros lo reprendemos, lo etiquetamos diciéndole flojo, grosero, entre otros adjetivos, pero no lo dejamos que exprese lo que siente.
Es precisamente desde la infancia cuando se va forjando el carácter que hará de ese niño, un adulto con autoestima sólida, seguro de sí mismo, capaz de entender a la gente que ama y sin temor de ser juzgado al expresar lo que siente. Éste es el principio del entendimiento.
Si un niño expresa que algo no le gusta o le molesta, es necesario que antes de reprenderlo, dejemos que exprese sus razones.
Esto fue un aprendizaje que tuve al conocer a una madre de familia que detectó tarde un problema de abuso hacia su hijo, como consecuencia de no escucharlo. Ella explicaba que su hijo no quería ir a la escuela. Y siempre su respuesta era la misma. “¡No quiero niños flojos! Como siempre, ya vas a empezar a hacerte el enfermo”. Al paso del tiempo el rendimiento escolar del niño bajó, se aislaba y comía poco. Razón de más para que los reclamos de la mamá aumentaran.
Lo que ella no sabía es que su hijo era víctima de maltrato por tres compañeros de su escuela quienes continuamente lo golpeaban y le quitaban lo que traía para comer en el descanso, víctima también de un profesor indiferente que sabía lo que vivía y no ponía un alto a esa injusticia. “Si me hubiera dado el tiempo de platicar con mi hijo antes…”, se lamentaba la mujer.
Para enseñarnos a escuchar a los chicos, es bueno empezar por hacerlo con nosotros mismos. Hay que preguntarnos periódicamente cómo nos sentimos y también vale la pena que antes de ir a la cama hagamos un breve análisis de nuestras emociones para respondernos a cuestiones como: ¿Qué me hizo sentir contento? ¿Qué nos molestó? ¿Qué tipo de emociones experimentamos y qué las generó? De esta forma no sólo nos entendemos a nosotros mismos, también somos capaces de hacerlo con los demás. Se aplica perfectamente el principio que dice: “nadie da lo que no tiene”.
Los beneficios que podemos proporcionarle a los niños y jóvenes al ayudarlos a expresar sus emociones son muchos, pero los principales son:
1. Se eleva su autoestima, al sentirse escuchados y aceptados.
2. Saben expresar lo que sienten y por lo tanto podrán entender mejor a los demás.
3. Tendrán menos riesgo de padecer frustraciones por no decir a tiempo su malestar. Vivirán más plenos y realizados.
4. Se evita ser juzgados por sus actitudes. Es normal y parte de su formación que se equivoquen.
5. Y lo más importante, que se sientan amados, lo cual se traduce en mayor entereza ante las adversidades que se le presenten.
¿No crees que vale la pena que, antes de darles un sermón o de corregirlos, les demos oportunidad de hablar de lo que sienten? Todos queremos sentirnos escuchados y comprendidos, que entiendan nuestro sentir ante determinada situación y, por lo tanto, la empatía será mucho mayor.
Colaboración de Fundación Teletón México
“El compromiso es una decisión, no un acto obligado”
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