RIP Robin Williams: Cuando el mundo dejó de reír
La reacción mundial a la muerte del actor ha sido unitaria: Robin Williams dejó una estela imborrable en la memoria de aquellos que rieron con él, lloraron con él, crecieron con él… y vivieron algo mejor, gracias a él

Las redes sociales estallaron este lunes por la tarde. Tan pronto como se dio a conocer la noticia de la muerte de Robin Crédito: Universal Pictures
Las redes sociales estallaron este lunes por la tarde. Tan pronto como se dio a conocer la noticia de la muerte de Robin Williams, Twitter, Facebook e Instagram fueron testigos de un acto mundial: el amor y respeto por el actor de ‘Dead Poets Society’. Y la tristeza por un adiós que llegó demasiado temprano.
Este martes mismo, Hollywood Boulevard ha tenido que ser acordonado alrededor de su estrella, no muy lejos del Chinese Theatre. Flores, fotografías, cámaras de televisión, fans y turistas se agolpaban para presentar sus respetos y dejar constancia de su histórica influencia en las artes.
Recuerdo cuando me encontré con Robin Williams por primera vez: fue en un evento en el Festival de Cine de Cannes, en 1997, cuando presentó a inversores y medios el rodaje de ‘What Dreams May Come’, uno de esos filmes en los que colaboró sin intención alguna de cimentar su popularidad, sino más bien para expandir sus inquietudes creativas.
En el filme, que tras su estreno pasó desapercibido en las taquillas, dio vida a un hombre que fallece en un accidente de auto y, una vez en el más allá, trata desesperadamente de encontrar a su mujer. Esté donde esté ahora, Williams merece encontrar la felicidad que se le escapó en la Tierra y que cedió a todos aquellos que vimos sus películas, disfrutamos de su comedia o fueron benefactores de sus incontables actos caritativos.
FOTOS: El adiós a Robin Williams
Por la reacción comunitaria, está muy claro que Robin Williams era amigo, muy amigo, de sus amigos. La historia de su amistad con el malogrado Christopher Reeve es ejemplo de ello: los dos se conocieron durante sus años de estudiantes en la escuela Juilliard de artes en Nueva York, a principios de los años 70. Cuando Reeve, el legendario Superman, sufrió un percance ecuestre que lo postró en una silla de ruedas por el resto de su vida, fue Williams quien pagó sus desorbitadas facturas médicas; y cuando Reeve murió (y después su esposa), Williams se aseguró que el hijo de la pareja no estuviera desatendido en ningún momento.
Regreso a Cannes: Williams conversó conmigo (un simple invitado al evento) con la misma amabilidad, energía e interés como lo hizo con, por ejemplo, el magnate Harvey Weinstein, productor de ‘Pulp Fiction’. Un amigo mío recordaba este lunes en Facebook cómo Williams siempre se mostraba amable con todo el mundo cuando compraba en el Best Buy, donde aquél trabajaba en el norte de California (un día le compró un video juego a un niño que estaba sin habla por estar ante el Genio de Aladdin). Otro amigo, que nació en San Francisco, ciudad donde residió durante años, también rememoró los días de Halloween, cuando de pequeño hacía “truco o trato” y siempre terminaban en la casa de la estrella de ‘Mrs. Doubtfire’, quien, en lugar de darles dulces, les entregó collares luminosos.
Ese es el Robin Williams que todos tenemos que recordar, al que estaremos obligados a regresar una y otra vez, reviviendo su emotivo monólogo en ‘Dead Poets Society’, acerca de la fugacidad de la vida, su hilaridad y humanidad en ‘Good Morning Vietnam’ o ‘Mrs. Doubtfire’, sus viajes a lo más oscuro del alma humana en ‘One Hour Photo’, ‘Insomnia’ o ‘World´s Greatest Dad’, su entrañable pasión por darlo todo en ‘Good Will Hunting’ o ‘The Fisher King’.
La tragedia de una muerte inesperada, de un adiós que causa rabia y que, en cierta forma, nos deja huérfanos de su humor y de su humanidad, debe ser enterrada a favor de aquellos momentos que nos regaló y que nos hicieron sentir, vivir y amar un poco mejor.
De hecho, no estamos ante un adiós. Estamos ante un: gracias, Robin. Nos vemos luego.