Hay un millón de personas en cuarentena por Ébola

Hay pueblos enteros en cuarentena en Sierra Leona, Guinea, Liberia y Nigeria y más de 1100 muertos

GINEBRA.- Alarmada por la voracidad con que se abre camino el virus del Ébola, la Organización Mundial de la Salud (OMS), con sede en Ginebra, alertó que la epidemia “se sigue difundiendo” en África Occidental y admitió que “el número de casos sobre el que se informó subestima ampliamente su magnitud”.

La comunidad médica internacional lanzó dramáticas advertencias sobre su extensión, más amplia de lo que se creía, por lo que ya se han puesto en cuarentena más de un millón de personas que viven en las zonas afectadas en una “situación catastrófica” que recuerda las zonas de guerra.

En total, son 1145 los muertos y 2127 los casos confirmados, probables y sospechosos en Guinea, Liberia, Nigeria y Sierra Leona, los cuatro países del África Occidental azotados por el brote.

El Programa Mundial de Alimentos ya está atendiendo a un millón de personas que están en las zonas de cuarentena (entre los cuatro países reúnen unos 22 millones de habitantes), y la OMS ha hecho un llamamiento para que más países aporten suministros.

Kailahun, una pequeña localidad de Sierra Leona, es el epicentro del peor brote conocido del virus del Ébola, que los virólogos denominan la “zona caliente”, el equivalente de la zona cero en epidemiología.

La zona está en cuarentena y nadie entra ni abandona los distritos orientales de Kailahun y de su vecina Kenema sin una autorización especial del gobierno. “Aquí no puedes bajar la guardia: el virus te matará. Un error, una acción equivocada, y has muerto – ya está”, indica un veterano trabajador humanitario.

Kailahun, donde viven unas 30 mil personas, en su mayoría miembros de la tribu Mende, y su vecina Kenema, suman el grueso de los 810 casos detectados y 348 muertos en Sierra Leona.

Llegar hasta aquí desde la capital Freetown supone un trayecto en coche de entre siete y 10 horas, dependiendo de la meteorología y del humor de la policía y los soldados en cada uno de los seis puestos de control. En tres de ellos, los pasajeros tienen que lavarse las manos en cloro y se les toma la temperatura.

“Estamos muy tristes porque nuestros hermanos y hermanas se están muriendo. Necesitamos que el mundo tome conciencia de que necesitamos una vacuna. Esto es lo único que parará esto”, dice el guardia Ahamadou en un puesto en la frontera entre los distritos de Kenema y Kailahun.

El ébola, una fiebre hemorrágica con alta tasa de mortalidad, puede expandirse fácilmente en multitudes en las que las personas se exponen a los fluidos corporales de los demás. Un estornudo en la cara o un contacto de sangre o de sudor es suficiente.

Pese a todo, la multitud acude al mercado del viernes y la ciudad se anima para las oraciones de la noche contra el ébola. No muy lejos de allí, en el centro de tratamiento especializado en ébola gestionado por la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), el ambiente es bien distinto.

El centro está gestionado como un campamento militar, todo el mundo está sometido a los trámites de procedimientos, cada paciente y trabajador sanitario está localizado y vestido en función del riesgo que representa.

Cada día se usan hasta 15 mil litros de agua y 2 mil litros de cloro para asegurarse de que las manos y la ropa están limpias y un enorme hoyo de incineración se ocupa del resto. Los pacientes de ébola confirmados son alimentados mediante un complejo dispositivo para garantizar que los que no están infectados nunca estén expuestos al peligro.

Ha habido sobrevivientes -52 de ellos hasta ahora, de los casi 200 casos confirmados- que están siendo atendidos psicológicamente. Le deben la vida a un grupo de voluntarios extranjeros, higienistas, equipo de apoyo y enfermeras locales que trabajan sin descanso.

Geraldine Begue, de 31 años, es una enfermera anestesista luxemburguesa que dejó su trabajo en Suiza para ser voluntaria en el centro. Empieza a las seis de la mañana y dependiendo de la hora a la que llegan los pacientes, puede seguir en el centro pasada la medianoche, ocupándose de los ingresos, a veces de familias enteras.

“A veces mueren todos. Otras, sólo se recuperan los padres, y la mayoría del tiempo mueren los padres y sólo sobrevive un niño. Tenemos de todo”, dice. La mayoría de los pacientes sufren de diarrea, vómitos y fuertes dolores a medida que sus órganos dejan de funcionar, a lo que se responde con morfina y tramadol.

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