Greenpoint, entre lo viejo y lo nuevo (audio y fotos)
Este vecindario de Brooklyn combina el pasado europeo y el presente hispano
Son sobre todo trabajadores de las fábricas que aún resisten la gentrificación que, en los últimos años, ha hecho crecer la población local por encima de 40,000 habitantes y ha motorizado las construcciones que rompen –de buena o mala manera– el ritmo de las fachadas de los centenarios edificios del barrio.
“Los nuevos edificios están por todas partes, sobre todo cerca del río”, dice el mexicano Alejandro Toros (62), obrero de la empacadora Luckys Real Tomatoes, en Banker y Meserole. “Molestan a los viejos inquilinos, pero no a este tipo de fábricas. Incluso creo que atraen a nuevos clientes”.
Entre las panaderías, farmacias, carnicerías y restaurantes polacos queda, sin embargo, espacio para negocios latinos. En la intersección de las avenidas Manhattan y Nassau está Calexico, un restaurante híbrido que mezcla la cocina mexicana con la estadounidense.
Hacia el noroeste, pasando la histórica iglesia San Antonio de Padua, está Cafecito Bogotá, un lugar colombiano que despliega en sus paredes la historia de la capital y usa nombres de distintas ciudades del país para identificar sus platos.
Recomendados, sobre todo, son la arepa Medellín, que tiene encima un calentado de chorizo, y la Caleña, que mezcla camarones adobados con plátano.
“Los fines de semana esto se llena de latinos”, manifiesta David Pérez (25), el bartender. “Les gusta el barrio, que es tranquilo, con gente amigable”.
El Franklin Deli Market, ubicado en la calle Milton, resalta y no solamente por su fachada, que parece sacada de una película de los años 50. También porque el encargado de la cocina es el puertorriqueño Francisco Díaz, quien ha ganado fama por su bistec encebollado. “Aquí vienen a comer brasileños, venezolanos, chilenos. Casi Latinoamérica entera”, comenta Díaz.
Más hacia el río, el enjambre de pequeños comercios es reemplazado por un horizonte industrial. En el siglo XIX prevalecían los astilleros y las fábricas de cuerdas; hoy hay mayor diversidad, desde manufacturas de escenografías y mármol hasta empacadoras de tomates. Los anchos y bajos muros de estas fábricas son ideales para los grafitis. Estos revelan la presencia de jóvenes artistas que han irradiado a la zona desde el vecino Williamsburg.
Estos jóvenes contrastan con los viejos polacos que fuman sus pipas en la calle y trabajan como promotores para compañías de última generación como Kickstarter, que ubica en calle Kent el mismo edificio que supo ocupar la fábrica de lápices Eberhard.
Después de las fábricas, están los viejos muelles sobre el East River, desde los que puede verse la majestuosa línea de edificios de Manhattan. Entre la calle Kent y la avenida Greenpoint se encuentra el WNYC Trasnmitter Park, una zona verde, de bancas blancas, y amplios malecones donde las personas van a relajarse o leer.
“Siempre vengo aquí a la hora de mi almuerzo. Disfruto de la vista, descanso de horas ajetreadas de trabajo, y, de vez en cuando, converso con personas de diferentes culturas”, expresa la colombiana Luz Palomino (50), quien trabaja para la compañía Bioreference.
Aunque suene contradictorio, en Greenpoint hay pocas zonas verdes. El parque McCarren, entre la avenida Nassau y las calles Bayard, Lorimer y la 12 Norte, es punto de convocatoria para los hispanos que juegan al fútbol, como los la Liga Interbase de Taxis.
“Todos los que participamos en esta Liga trabajamos por esta área. Somos taxistas de Metroline, Car Service, Metro Car Service, o Mobile Car”, dice el ecuatoriano Luis Chacho (55). “En este parque nos relajamos y reforzamos nuestro sentido de comunidad”.
“Es impresionante cómo los hispanos nos reunimos en torno a este deporte”, destaca Jorge Vásquez (60), quien usualmente camina por el parque. “Quizá en la avenida Roosevelt buscamos nuestra música, pero en Greenpoint buscamos el deporte”, dijo.
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Greg Monavito diseña y construye escenografías para obras de teatro por fuera de Broadway. De padres argentinos, encuentra en Greenpoint un sitio tranquilo aunque ávido en contrastes. No le preocupa la gentrificación y, más bien, fluye con el cambio.
¿En qué consiste tu trabajo?
Trabajo para el taller Daedalus Design & Production. Hacemos escenografías para obras de teatro por fuera de Broadway. Usualmente, dibujamos los diseños y después los construimos. También hacemos piezas para artistas que no cuentan con su propio taller.
¿Qué es lo que más te gusta del barrio?
Lo que más me gusta es que, a pesar de las diferencias de raza y de arquitectura, es un barrio tranquilo, calladito.
¿Qué piensas de la gentrificación en Greenpoint?
Creo que es hora de aceptar que la ciudad sólo tiene un tamaño y que siempre va a estar expuesta al cambio. Si la gente debe moverse pues, ¿qué más da? No me gustan los nuevos edificios, las cosas no se construyen como se construían antes, con delicadeza y tiempo y paciencia, pero eso no significa que no deban existir.
¿Y del alza de rentas debido a este proceso?
Siempre pasa lo mismo. Llegan los artistas, hacen que la zona sea especial, y después viene el dinero, las nuevas construcciones, y las cosas se vuelven impagables. Hay que moverse.