La violencia no resuelve los problemas

Fueron traicionados o son ingenuos o tal vez la fogosidad de la juventud los llevó a creer que aliándose con grupos de la derecha colombiana, obtendrían herramientas para luchar contra el régimen venezolano.

Lorent Gómez Saleh y Gabriel Valle, que decían representar a una ONG llamada Operación Libertad resultaron ser más que solo fundadores de ese grupo. Eran parte de una fachada diplomática y de Derechos Humanos, que pretendía conseguir la solidaridad internacional y dinero. Planeaban de manera encubierta formar un grupo de idealistas en su país, auspiciado por militares colombianos que les daban adiestramiento para organizar esa fuerza insurrecta.

Por coincidencia o no, tenían una estrecha relación con algunos uribistas y con el propio Álvaro Uribe, a quien muchos acusan de patrocinar y apoyar en el pasado a las Autodefensas Unidas de Colombia. Precisamente, esta semana, en un debate en la Comisión Segunda del Senado, algunos parlamentarios presentaron una larga lista de pruebas en relación con las conexiones de Uribe, en el pasado, con narcotraficantes y grupos ilegales de derecha.

Es alarmante que un par de extranjeros hayan engañado a ciertos colombianos haciéndose pasar por luchadores de los Derechos Humanos. Aunque estoy casi convencido que a Uribe no lo engañaron; es posible que sabía del plan, lo cual tendrán que indagar las autoridades.

Se entiende el agotamiento y el desespero de muchos venezolanos por hallar apoyo de la comunidad internacional, que parece haberles dado la espalda en estos tiempos aciagos.

La crisis que vive ese país suramericano ha llevado a muchos jóvenes a defenderlo de una forma ofensiva, bien sea en protestas callejeras, huelgas de hambre o enfrentando a los comandos bolivarianos fanáticos del chavismo. Ellos consideran que es la mejor opción para acabar con la injusticia.

Lo irónico es que, en contra de todos los consejos equilibrados, democráticos y de derechos civiles y humanos, muchos creen que la rebeldía popular es la alternativa para derrocar al gobierno socialista venezolano.

Lo que demuestra es que hay una creciente inconformidad entre la juventud que teme por su futuro y que está agotada de la retórica de los políticos tradicionales que han dejado de actuar como verdaderos opositores, posiblemente porque temen correr la misma suerte de Leopoldo López de ser encarcelados por el régimen.

Pase lo que pase en Venezuela, Colombia no puede encubrir acciones militares, ni financiar, ni asesorar a grupos belicosos, porque sería ir en contra de las doctrinas de la república y admitir que la lucha armada es el camino correcto. Es importante recordar lo que dijo Martin Luther King que “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”, aunque Jean Paul Sartre creía que “La violencia es injusta según de dónde viene”.

A pesar del engaño de los jóvenes venezolanos, estoy en desacuerdo con que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos los haya expatriado a su país. Santos tuvo que haber pensado en el riesgo que corren en una nación polarizada y donde los seguidores del chavismo toman la ley en sus propias manos, mientras el Estado mira para otro lado

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Colombia Santos Uribe Venezuela

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