México: antes y después de Ayotzinapa
Pocos mexicanos se atreven a reportar los delitos por desconfiar de las autoridades
Conforme pasan los días se acrecientan la indignación, el horror, el miedo y la incertidumbre. Nadie sabe cómo concluirá la tragedia de los estudiantes desaparecidos en Guerrero que ha puesto todo en juego: la paz social, el crecimiento económico, las reformas recientemente aprobadas, la estabilidad política, la credibilidad del gobierno y el prestigio de México.
Dentro y fuera del país no se habla de otra cosa que de la matanza de Ayotzinapa, a la que se considera ya como un crimen de estado porque fue resultado de la irresponsabilidad de todas las instancias gubernamentales, desde el gobierno local de Iguala, coludido con narcotraficantes, hasta el estatal y el federal por omisión y negligencia para actuar con prontitud, primero para prevenir el desastre, y después al descubrirse la desaparición y matanza de los estudiantes.
Atrás quedó la imagen del México moderno, progresista y respetuoso de las leyes que Peña Nieto le quiso vender al mundo para atraer inversiones extranjeras y hacer negocios multimillonarios. Hoy lo único que se escuchan son las voces de alerta que emiten los gobiernos de Europa y Estados Unidos para prevenir a quienes deseen viajar a México y las de condena, como la del director de Human Rigths Watch, José Miguel Vivanco, quien acaba de declarar que el país atraviesa por su peor crisis en materia de derechos humanos desde la matanza del 2 de octubre de 1968.
Y es que, efectivamente, lejos de aminorar, las violaciones a los derechos humanos en México se han agravado de manera alarmante. La búsqueda infructuosa de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, que según el padre Alejandro Solalinde podrían haber sido quemados vivos, sólo ha puesto al descubierto que el territorio semiselvático de Guerrero está lleno de fosas clandestinas. Y lo más probable es que lo mismo ocurra en muchos otros estados. Tan sólo de 2006 a la fecha oficialmente se estima que el número de desaparecidos suma ya más de 22 mil.
Muy pocos, sin embargo, se atreven a reportar estos crímenes debido a la falta de confianza en las autoridades. Una gráfica publicada hace unos días por The Economist indica que los delitos no reportados o no investigados en México aumentaron de 92% a 93.8 %, entre 2010 y 2013.
La raíz de todas estas calamidades es, como se ha repetido hasta el cansancio, la impunidad. Desde la matanza de Tlatelolco en 1968 hasta la fecha, ninguna autoridad ha sido castigada por su implicación en las numerosas masacres que han ocurrido. Y mientras no haya castigo ni rendición de cuentas México seguirá siendo un país sin leyes donde la vida, sobre todo de los pobres, no vale nada