Marble Hill, entre dos amores (fotos)
El enclave pertenece a Manhattan, pero está unido a El Bronx desde 1895
@JoaquinBotero
A caballo entre Manhattan y El Bronx, Marble Hill es tan pequeño y a la vez tan completo que parece un pueblo de cuento infantil: los edificios altos separados de las casas en la colina, el río y la estación de tren al lado, y, en otro lado, la zona comercial. Pero este enclave lleno de encantos y contradicciones no es cosa de niños.
Inicialmente parte de Manhattan, la construcción de un canal navegable hizo que, en 1895, Marble Hill fuera separado y unido a El Bronx. Hoy, sus residentes votan y son jurados en Manhattan y son representados por políticos de allí, pero sus servicios —como los policiales y de bomberos— vienen de El Bronx.
Se calcula que hay 4,000 hogares en Marble Hill, pero menos de 200 son propietarios. Hay brechas sociales: de Broadway hacia el sur se encuentran once grandes edificios de vivienda pública, Marble Hill Houses, mientras que en la pequeña colina que le da el nombre hay pintorescas casas antiguas y elegantes edificios de lujo.
“Somos parte de ambos condados, pero eso no nos molesta, excepto cuando debemos ir al Bajo Manhattan a hacer una diligencia”, dice el exasesor político Bob Sand, quien cuenta que creció en El Bronx y pasaba en tren todos los días por allí, pero nunca oyó hablar de Marble Hill porque era como un enclave separado. “Sabemos que las iglesias son muy acogedoras con los recién llegados. Amamos el vecindario, es muy mezclado, como reflejo del mundo en que vivimos”, agrega.
La dominicana Bienvenida Cepeda (45) vivía en la calle 149, en Manhattan, y se mudó hace cuatro años a Marble Hill, donde trabaja en una joyería. Entre risas, nos dice que es un barrio tranquilo y que no hay “mucho tigueraje”. Más en serio, alaba la zona comercial de varias manzanas con tiendas por departamentos junto al agua que abrieron hace diez años.
Su paisana Soky Romero (55), lleva 30 años en el barrio. Vive en un edificio de renta en la calle 227. “Debido a que está en un recodo, no es un barrio de tránsito. Me gusta eso. Todo el que entra viene a un sitio. El que entra y se pierde, las mismas vías en círculo lo vuelven a sacar”, dice. “Por la ubicación parece Riverdale, pero no lo es”, agrega Romero. “La Policía no vuela como en Riverdale”. Cuenta que tiene muchos vecinos boricuas, cubanos y sobre todo dominicanos, gente de clase media que lleva mucho tiempo en la zona.
“Recientemente ha llegado gente de Europa del Este o muchachos jóvenes que no les importa pagar caro”, destaca. “Un apartamento que hace diez años valía mil dólares ahora vale más de $1,400 o $1,600. Los caseros los arreglan porque saben que llega nueva gente”.
Natural de República Dominicana
Lleva 10 años en EEUU
Yesenia Borbón es el retrato vivo de la belleza de la que tienen fama las mujeres de Santiago de los Caballeros. En su tierra natal aprendió su oficio actual: embellecer a decenas de personas del barrio. Lleva seis años en la peluquería Clary’s y antes trabajó en un salón en Webster Avenue. Reside con su pareja en Bedford Park, sobre la avenida Grand Concourse.
—¿Cómo conquista a sus clientes?
—Les recomiendo productos y sobre todo hago un buen trabajo. Nos repartimos los clientes por turnos, pero si vienen recomendados yo los atiendo, porque los mandan mis otros clientes.
—¿Los hombres dominicanos se cuidan el cabello más que los de otras nacionalidades?
—(Risas) Como no tienen tanta belleza física, entonces se cuidan el pelo y la barba, por pura imagen. Somos nosotras las que tenemos que esperarlos a que se arreglen.
—¿De qué nacionalidades no son cuidadosos con el pelo?
—Los mexicanos y centroamericanos, porque tienen buen cabello. Porque es grueso y les queda lacio.
—¿Qué es lo difícil?
—El verano es una época mala, pero mejora en el invierno. Ahora estudio inglés en la universidad y me gustaría continuar mis estudios. En diez años, espero haber cambiado de profesión.
—¿Cuál es el error de belleza más común?
—Cuando las mujeres se aplican los tintes en su casa. Luego vienen con desastres para que se los arreglen. Nos gusta inventar mucho o a veces por ahorrar unos pesos. Lo barato sale caro.