Salsa con arroz con mango

Desde que entrevistamos a Willie Colón todo se ha convertido en salsa con arroz con mango, ya que las acusaciones que hace a compañeros de la música solo tienen una versión de los hechos

“¡Marc Anthony es un oportunista!”. Me lo dijo Willie Colón, de sopetón, en una entrevista. El comentario -inesperado para mí- generó turbulencia no solo entre los fanáticos de la salsa, sino también entre colegas periodistas.

Crecí con su música y, para mí, el género tropical se define antes y después de Rubén Blades y Willie Colón. Ellos pusieron nuestros ritmos en el mapa con letras y música frescas e innovadoras, venidas de las fuentes de la arrolladora música popular cubana. Triunfaron tanto que hasta tocaron el cielo con las manos. La felicidad dura poco, dicen los sabios pesimistas. Los padres de Pedro Navaja terminaron casi como la historia de la canción. Gracias a Dios, la sangre no llegó al río y pararon en los tribunales.

“La música que hicimos Rubén Baldes y yo, va mas allá de nuestras diferencias personales”. “¿Volverías a tocar con él?”, le pregunté.” Sí, pero me tienen que pagar a mí primero. Porque la última vez que tocamos Rubén me dijo que se habían robado el dinero”.

Sus ganas de contarlo todo no se quedan ahí. Al preguntarle por qué Marc es un oportunista, volvió a la carga: “A mí me contrataron para asesorar en la película, leí el guión, lo arreglé y cuando vi la película sólo tenía 15 por ciento de veracidad. Marc solo se quiso poner una bandera de Héctor Lavoe y me pareció un oportunismo de su parte. Marc terminó haciendo un karaoke de las canciones de Lavoe”. Colón admite que cobró el cheque que le entregaron por sus servicios en la película.

Tenía que salir de aquello, pensé, porque aún suena y resuena toda esa música en mi cabeza y no quería que desafinara con mis recuerdos. Quizás una de las cosas que más me conmovió de la entrevista fue conocer de primera mano el final de Héctor Lavoe. En su momento él, encarnado en el espíritu de los más grandes soneros de otra época, que todavía olían a son y guaracha, tabaco, ron y madrigadas, se colocó en primera línea. Él y Willie grabaron 9 álbumes en una asociación que duró de 1967 a 1973.

“Cuando Héctor se perdió en la droga yo no sabía que tenía Sida. La verdad es que tuvo una vida muy fuerte, uno de sus hijos se le había matado y su vida familiar fue un caos, por eso se perdió en el vicio. Cuando pienso en él, recuerdo a un hombre que era un jibarito, que era uno de los mejores soneros, porque entre otras cosas era chistoso y para ser chistoso tienes que ser inteligente, porque el chiste es una trampa”. A Lavoe lo conocen como el sonero que murió de tristeza.

Sabía que mi entrevista con Willie sería, al fin, la realidad manoseada en mi mente desde mucho tiempo atrás. Me di cuenta de que tenía las puertas abiertas, cuando habló sin pelos en la lengua. Tenía en mis notas preguntarle por el incidente de su hijo Patrick Colón, que en 2011 fue arrestado por posesión de pornografía infantil y por difundirlas.

No lo hice. Es más, no quise. Al final, estaba hablando con el músico y el artista que siempre ha sido y me había llevado hasta allí. Otros temas más importantes -que son la verdadera historia- los trajo él a la mesa.

Días después, un reportero se encargaría de provocar un lamentable incidente, cuando le preguntó: “Willie, ¿te has distanciado de tu hijo Patrick?”. “A todos mis hijos los quiero igual y te pasaste”, contestó Colón, que se levantó de la silla y le empujó la cara.

A principios de los 80 muchos programas de la televisión norteamericana buscaban enfadar a la gente para agarrar ratings. Con el tiempo descubrieron que eso solo le sacaba a los entrevistados reacción y no información. Eso fue, creo, la intención del reportero de farándula. Pero el golpe que le dio Wilie en la cara se convirtió en la historia.

Desde que entrevistamos a Willie Colón todo se ha convertido en salsa con arroz con mango, ya que las acusaciones que hace a compañeros de la música solo tienen una versión de los hechos. Lo que sí tuvo mucha salsa fue el concierto que presentó en el Madison, donde a nadie le importó su vida personal, solo su sonido indiscutible. En cuanto a mí: entrevisté, conversé, con un artista. Si mañana nos vemos en la calle, lo invito a un café, le estrecho la mano y le digo: “Maestro”.

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