Amigos: Ni en las buenas, ni en las malas
Mi madre siempre me ha dicho que las amistades pasan por un “colador”
La magia de la juventud, de la niñez es pensar que vivimos en un mundo perfecto, un mundo en el que todos somos amigos y en que la definición de la palabra amistad es saber que contamos con estas personas “en las buenas y en las malas”. Pues esta noción cambia a -las malas, como diría mi mamá “con golpes que te da la vida”.
Les confieso que esta mañana me levanté un poco melancólica. Sí, soy mujer y esto nos pasa con frecuencia, pero en realidad no creo que tenga mucho que ver con eso. Tiene que ver con que me levanté y revisé mi correo electrónico. ¿Qué? ¡Estás loca! me dijo mi conciencia.
De niña pensé que la mejor forma de saber si un amigo era verdadero era ver como este reaccionaba cuando estuviéramos pasando por un mal momento. Esta según yo, era la fórmula mágica para determinar si Rosita y Juanito eran “de los buenos” o “de los malos” amigos. Creo que aprendí mal la formula… y debería ser al revés: aprendemos a conocer a nuestros amigos, quizá de una mejor forma cuando estamos “en las buenas”.
Digo esto porque recientemente compartí con las personas más cercanas a mi vida una noticia que para mí significaba oro. No me había ganado la lotería, no estaba embarazada, no me iba a casar, ni me habían ascendido en la oficina, pero era algo que los que me conocen, saben lo mucho que me importaba. ¿Adivinen qué? Solo una amiga respondió y sentí en sus palabras la alegría que yo tanto esperaba escuchar.
Una y otra vez he escuchado que la gente dice “no esperes tanto de los demás”. Sí, es cierto, sin embargo, yo creo que es válido esperar de quienes se llenan la boca diciendo que son tus amigos.
Mi madre siempre me ha dicho que las amistades pasan por un “colador” y que ese colador es la vida, son los años que te pone y te quita a la gente de nuestro camino. “Si al final de la vida, tenemos un solo amigo, deberíamos de darnos por bien servidos.” Y sí, es cierto. Lo que también es cierto es que antes de entregarle toda la confianza, secretos, y atención a las demás personas, deberíamos de analizar si estos personajes están de paso en nuestras vidas o si realmente vale la pena invertirles tanta energía.
Creo firmemente en que todos debemos vivir con la conciencia en paz y hacer el bien sin mirar a quien, pero también debemos de vivir con los ojos abiertos a esas señales tan abiertas que nos manda la vida. A menos que estés muy bien y que le puedas ayudar a Juanito, pareciera que pocos son los que se alegran por tus triunfos, se entristecen por tus caídas, y más aún, los que te acompañan en los momentos buenos y malos de nuestras vidas.
En esta navidad no me propongo levantarme a las 7 de la mañana para ir a correr, ni a tomarme 8 vasos de agua al día, me propongo a dar lo mejor de mí, y a dejar de esperar que los demás hagan lo mismo. Si al final de mi vida, puedo decir que tengo uno, dos o tres amigos, me daré por bien servida.
En esta navidad, les propongo a ustedes fijarse en los pequeños detalles. Si tu compañero tuvo un éxito por pequeño que sea en la oficina: ¡festéjalo! Si tu pareja tuvo un mal día en el trabajo: ¡dile que no está solo! Si estas teniendo una dificultad en tu vida o estás celebrando un triunfo y todos tus “amigos” se esfuman por arte de magia, dale gracias a la vida porque te mostró quienes realmente valían la pena.
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