Petulancia, arrogancia… de Netanyahu

Netanyahu no tiene una alternativa real o una opción que promueva el diálogo

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se dirige a los congresistas.

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se dirige a los congresistas. Crédito: Getty Images

La visita del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu fue un acto de arrogancia, un insulto a la decencia del pueblo norteamericano. No en balde Nancy Pelosi, jefe de los demócratas en la Cámara Baja, resumió con dramatismo el dolor que le causó presenciar la petulancia de Netanyahu.

“…Apenas pude contener mis lágrimas a lo largo de la ponencia del Primer Ministro”, dijo.

Difícilmente se puede encontrar en la historia a un personaje que tuvo la osadía de criticar la política internacional del gobierno norteamericano en pleno Congreso. A la Administración Obama implícitamente lo tildó de inepto en la resolución del conflicto en el Medio Oriente, al condenar el tratado que busca junto con los otros países del P5+1.

Netanyahu comparó al gobierno Iraní con el gobierno defacto del estado Islámico de Siria-Irak. Desde todo punto de vista, es una comparación exagerada y sin sentido.

Es evidente que Irán no es un ángel, pero tampoco es un demonio. Para la comunidad mundial, Irán está a unos cuantos pasos de encontrar –tal vez ya la encontró— la llave del cerrojo que le separa de los países que tienen armamento nuclear y los que no.

El gobierno de Obama, junto con los demás P5+1, está en pleno proceso de un tratado que detendría a los iraníes adquirir armamento nuclear. Dicho tratado le permitiría desarrollar plantas nucleares solo para uso doméstico y no para la creación de armamento bélico. A Irán, por su parte, se le levantaría el embargo económico y otras restricciones políticas.

Netanyahu no tiene una alternativa real o una opción que promueva el diálogo. En la forma cómo se expresó en el Congreso, la única alternativa viable para resolver el conflicto es la guerra. Es decir, bombardear las plantas nucleares de Irán hasta que, como sucedió con Irak, disminuya su arsenal y poder bélico-político.

Por obvias razones, un conflicto de tal alcance radicalizaría a todos los países islámicos del Medio Oriente, incluyendo a los aliados de Estados Unidos. En vez de afectar negativamente el poderío militar de Irán, se estaría incrementando su influencia política en la región.

Así, Netanyahu no sólo vino a insultar la racionalidad de la política internacional del gobierno de Obama, sino también a desunir a los norteamericanos. Por su parte, hizo un daño profundo a su país, al crear un precedente de desconfianza con el gobierno norteamericano.

Finalmente, John Boehner y los republicanos, quienes hicieron lo imposible para que Netanyahu pueda deliberar sus palabras en el Congreso, simplemente lapidaron las intenciones de sus candidatos de volver a la Casa Blanca en el 2016

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