Lecciones que nos dan las personas superlongevas

Llegar a 100 años puede no ser una proeza, pero sí lo es superar los 110 en buenas condiciones de salud

lecciones ancianos

La ciencia no sólo puede aprender de ellos desde el punto de vista biológico. Los supercentenarios son también historia viva. Crédito: BBC

Alcanzar los 100 años siempre es motivo de celebración, pero en la actualidad hay tantas personas que llegan a esa avanzada edad que los científicos ni siquiera se molestan en rastrearlas.

En 2012 las Naciones Unidas calcularon que había cerca de 316,000 personas de más de 100 años de edad viviendo en todo el mundo. Para 2050 se espera que esa cifra aumente a tres millones. Un club mucho más exclusivo es, por lo tanto, el de los supercentenarios. Es decir, quienes viven hasta 110 o más años.

El Grupo de Investigación en Gerontología (GRG, por sus siglas en inglés), un equipo global que tiene su sede principal en Los Ángeles, EEUU, mantiene en su base de datos la lista de las personas más viejas del mundo.

Hasta hace poco había 53 supercentanarias, pero el pasado 1 de abril se anunció el fallecimiento de la mayor de todas, la japonesa Misao Okawa, quien tenía 117 años. Okawa había nacido en 1898 y tras su fallecimiento solo quedan cuatro personas, todas mujeres, nacidas antes de 1900 y que, por lo tanto, han vivido en tres distintos siglos. Se trata de tres estadounidenses y una italiana.

¡A su salud!

Expertos en muchos campos, como la biología, la historia y la antropología cultural, se han dedicado a investigar todo lo que pueden en relación a esas personas de extraordinaria edad avanzada. La razón más obvia es buscar pistas sobre cómo envejecer saludablemente.

Las supercentenarias muchas veces “parecen nacer con relojes más lentos que el resto de nosotros”, dice Stuart Kim biólogo de desarrollo de la Universidad de Stanford, EEUU. “Cuando tienen 60 años, parecen de 40. Cuando tienen 90, de 70. Al conocerlas, todas se ven y actúan como si tuvieran 20 años menos que su verdadera edad”, enfatiza Kim.

Un caso, por ejemplo, es el de Besse Brown Cooper, quien nació en 1896 en Tennessee, EEUU, y murió a los 116 años y 100 días, ocupando el décimo puesto entre las personas verificadas que han llegado a vivir más tiempo.

“Muchas personas exclaman espantadas que no les gustaría vivir tanto”, dice el nieto de Besse, Paul Cooper, quien dirige una organización de beneficencia en honor a su abuela y que suministra apoyo a los supercentenarios.

Sin embargo, a pesar de los achaques relacionados a edades tan avanzadas, Cooper sostiene que su abuela nunca le pareció vieja. Cuenta que no visitaba al doctor, vivía en casa, trabajó en el jardín hasta los 105 y seguía leyendo libros hasta los 113. “Mi abuela me enseñó que envejecer con salud es algo fenomenal. No algo a lo que hay que tenerle miedo”.

Los investigadores están intentando revelar los pilares genéticos y ambientales que sirven de base para la longevidad saludable de Besse y otras supercentenarias. Hasta ahora, la herencia es uno de los principales indicadores. “No hay forma de que llegues hasta los 110 años sin que hayas ganado la lotería genética al nacer”, apunta Jay Olshansky, profesor de salud pública de la Universidad de Illinois, EEUU.

Sin embargo, ni Olshansky ni otros investigadores han conseguidos dar con los genes responsables por la longevidad extrema, en parte porque es difícil encontrar un tamaño de muestra adecuada debido al bajo número de supercentenarios.

El profesor de medicina y geriatría de la Universidad de Boston, Thomas Perls, dice que a medida que aumenten los límites de las expectativas de vida “aparecerán más pistas no tanto sobre cómo llegar a edades extremadamente avanzadas, sino sobre cómo ayudar a evitar o retrasar enfermedades como el mal de Alzheimer, derrames, cardiopatías y el cáncer“.

Edad y sabiduría

Sin embargo el valor de la sociedad de las personas supercentenarias y centenarias no termina con la idea de descifrar cómo hacer para que nuestra vejez más saludable. Cada anciano contiene una riqueza de conocimientos que ha llevado a algunos a referirse a ellos como tesoros históricos vivientes.

La información, sin editar, de primera mano, era algo en gran parte ausente de la historia oficial hasta relativamente hace poco, dice Doug Boyd, director del Centro para la Historia Oral Louis B de la Universidad de Kentucky, EEUU. “Podemos sentirnos emocionados por una película pero no es igual a cuando escuchamos algo directamente de otra persona”, señala Cooper. “La profundidad de emoción que se transmite cuando alguien te dice una historia cara a cara es irremplazable”.

Y los años de experiencia también pueden dar a las personas más viejas una visión única sobre los eventos de la actualidad, comparándolos con hecho pasados. O, como lo destaca Olshansky, “todos indudablemente nos beneficiaríamos si pasáramos más tiempo con gente vieja más sabia e inteligente“.

Estilo de vida

Uno de las ideas más equivocadas con relación al envejecimiento es pensar que lleva automáticamente a tener problemas físicos y mentales. En ese sentido Olshansky y sus colegas encontraron que el supuesto vínculo entre el deterioro de la salud y la edad no se comprueba con los datos existentes a nivel mundial.

“Muchos de los problemas que relacionamos con el envejecimiento son realmente provocados no por estar muy viejos, sino por lo que nos hacemos al fumar, beber demasiado alcohol o tener sobrepeso”, sostiene Perls.

En realidad mucha gente, incluso quienes tienen 85 o más años tienen el mismo perfil de salud y estado físico que quienes son 20 o 30 años más jóvenes. Y es que, según argumentan un creciente número de expertos, la edad cronológica no es una forma válida de medir la salud.

Nuestra vejez futura

A pesar de todo lo que pueden aportar los ancianos, la vejez es a veces vista como algo que hay que ignorar o temer. Probablemente la discriminación con los ancianos nunca sea derrotada totalmente, pero la edad a la que comienza esa exclusión se podría atrasar como ya se refleja en frases como “los 70 son los nuevos 50″.

Y Perls dice que a medida que más gente de 80 y 90 años comiencen a llevar una vida plena, esa frase también se ajustará a los tiempos. En Japón ya está pasando. “90 ya no es viejo en el sentido japonés“, dice Mayumi Hayashi, investigadora de ese país que trabaja para el Instituto de Gerontología del King’s College de Londres. “Cerca de 100 y más, entonces celebramos”. Y es que en Japón uno de cada cuatro ciudadanos tiene más de 65 años y casi 55,000 son centenarios.

Además son un grupo excepcionalmente activo. Al levantarse en Japón Hayashi encuentra las calles repletas de ancianos dando su paseo matinal. Luego muchos pasan el día trabajando como voluntarios, interactuando con gente joven. Japón, que hasta tiene un día de fiesta oficial dedicado a los ancianos, puede servir como un ejemplo positivo de lo que es posible a medida que otras poblaciones del mundo vayan envejeciendo.

Aunque la cifra de los que estarán en asilos aumentará dramáticamente también se incrementarán el número de los que vivirán en casa sin ayuda y que trabajarán hasta los 80, 90 o incluso 100 o más años. Y Olshansky cita el ejemplo el envejecimiento de los llamados baby boomers (la generación de bebés nacidos tras la Segunda Guerra Mundial en algunos países anglosajones) grupo al que él pertenece.

“Nosotros, los que andamos en los 70, nos consideramos como rebeldes. Les puedo asegurar que protestaremos contra las discriminación por edad”. Cambiaremos las cosas”, asegura, “y ustedes, lo más jóvenes, se beneficiarán”.

– Rachel Nuwer

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