Reportaje: Aumentan inmigrantes latinos en desamparo

Líderes religiosos y activistas afirman que la mayoría son mexicanos y centroamericanos

Nueva York— Su ropa deshilachada pide socorro por todas las abiertas costuras sin que sus gritos logren la conmiseración de los transeúntes con prisa. No recuerda cuál es su nombre, pero en El Bronx lo llaman Pepe Sopo. Él se presenta como un mexicano sin techo, ni esperanza.

“Estoy cansado de esta perra vida”, susurra y oculta con su mano callosa una sonrisa desdentada. “Lo único que tengo es la calle”.

Pepe dice que es un cuarentón sin el privilegio de la memoria. Tal vez nació en 1972, pero no tiene documentos de identidad que confirmen su edad. Parece más viejo con su cuerpo esquelético y consumido por el hambre y las adicciones, y las arrugas profundas en su piel morena.

“Es bien raro que te interese cuando nací porque a nadie le importa qué voy a morir”, sentenció. “Nos morimos sin nadie que pida a Diosito lindo por nuestras almas”.

El reverendo Danilo LaChapel, de la Iglesia Evangélica de El Bronx, no sólo implora los favores divinos para cientos de inmigrantes desamparados en el sur del Condado de la Salsa y su vecino barrio East Harlem. En los últimos años, un ejército de mujeres voluntarias colabora con el líder religioso para extender su programa de alimentos a las paradas de jornaleros.

LaChapel contó que desde 2010 se incrementó rápidamente la cifra de inmigrantes sin techo que buscan un trozo de pan y sopa caliente en su iglesia. Los martes, cuando se sirven alimentos cocinados en el comedor comunitario, entre 100 y 300 inmigrantes en condiciones de abandono hacen fila para recibir el único bocado del día.

El religioso contó que la mayoría son mexicanos y centroamericanos -especialmente hondureños- que emigraron a Nueva York recientemente o residen en la ciudad por más de 20 años.

“Me apena ver a los jovencitos que huyeron de la violencia de sus países y llegaron aquí, solos, sin nadie que les dé la mano. Otros son hombres mayores que no consiguen empleo por la edad”, sostuvo Fiordaliza Emiliano, voluntaria por tres años.

La dominicana lleva alimentos a las paradas de jornaleros en El Bronx y paciente escucha las historias de tragedia, como la de Pepe Sopo, quien emigró de Cholula, Puebla, hace una década animado por las dádivas de unos ‘turistas gringos’ que visitaron su pueblo.

“Un día llegaron regalando dólares y quise probar esas delicias, pero esta vida perra sólo me dio amarguras”, dijo Pepe, quien perdió el rastro de sus hermanos hace tres años. “Dejé a mi esposa y a mis hijas para venir a dormir en los parques de El Bronx”.

David Hernández, un jarocho -original del puerto de Veracruz- de 30 años, entró a la iglesia con la camisa desabotonada hasta el pecho y avergonzado reconoció la resaca. Su cena de la noche anterior fue una botella de licor barato.

“Yo no soy desamparado, pues tengo muchas casas. Los parques, los puentes, los techos y los edificios abandonados son mis casas”, dijo. “A mi nada más me duele que mi amigo Ever se murió. Pobrecito, se murió solito”.

Hernández se quejó de que adolescentes afroamericanos y latinos lo molestan por diversión. “Me defiendo con mis puños y con mis dientes”, dijo.

 Joel Tarax recibe consejos del pastor Danilo LaChapel.
Joel Tarax recibe consejos del pastor Danilo LaChapel.

El reverendo LaChapel comentó que la situación de desamparo se agrava por la elevada incidencia del alcoholismo y la adicción a las drogas, que se suma al desempleo que encaran trabajadores de entre 50 y 70 años. Muchos no hablan inglés, y sin un estatus legal migratorio, se dificulta el acceso a los servicios de la Ciudad.

“Soy viejo, ya no me muevo tan rápido. Los contratistas se llevan a los más jóvenes”, se lamentó el hondureño Benjamín Alvarado, de 60 años. “Duermo en donde me agarre la noche. Pagar el alquiler de un cuarto es un lujo que no me doy hace años”.

El único sueño que le queda a Benjamín es regresar a su pueblo costero en Honduras, del que emigró luego de perderlo todo tras el azote del Huracán Mitch, en 1998.

Inés Contreras, dedicada al voluntariado en la Iglesia Evangélica de El Bronx por 18 años, comentó que la muerte más reciente de un inmigrante desamparado ocurrió hace tres meses en las inmediaciones de la parada de jornaleros en Bruckner Boulevard y la calle 149.

“Mueren sin documentos de identidad o familiares que reclamen su cuerpo. El abandono es brutal”, dijo. “Los parientes los echan cuando su alcoholismo empeora”.

Wanda Silva, portavoz de la oficina del presiente de El Bronx, Rubén Díaz Jr., dijo que existe un acercamiento con la comunidad inmigrante y mexicana en el condado y el ayuntamiento de la ciudad para facilitar el acceso a los servicios públicos.

María García dedica   tiempo a servirle a los más necesitados.
María García dedica tiempo a servirle a los más necesitados.

 East Harlem, otro punto rojo

El mexicano Alfonso Eugenio, organizador comunitario y entrenador del Club de Corredores Rabbits, comentó que el puente de la Tercera Avenida, las bancas del Parque Central y el techo roído de la iglesia de Santa Cecilia, en las inmediaciones de la calle 106 y la Avenida Lexington, son refugios comunes de los inmigrantes sin techo en East Harlem.

“Muchos viven del reciclado de latas y de los suministros de las iglesias. Hay una epidemia de inmigrantes desamparados que debe atenderse ahora”, dijo.

La presidenta del Concejo Municipal, Melissa Mark-Viverito, comentó que el Concejo está comprometido para hacer frente a la crisis sistémica de los sin techo de la ciudad, incluyendo a los inmigrantes, y la búsqueda de soluciones a largo plazo que alivien el problema y rompan con el ciclo de desamparo.

“Para muchos neoyorquinos, y sobre todo para los inmigrantes, lo único que se interpone entre ellos y la vivienda digna es la pérdida del empleo”, indicó. “Tenemos la obligación moral y legal de dar refugio a nuestros ciudadanos y estamos trabajamos para cumplir con ese objetivo”.

En Way Our Church Ministries, en El Bronx,  la Rev. Anna Villafane, el  director Job Baez  y Oscar Armas ayudan a un grupo de inmigrantes sin hogar.
En Way Our Church Ministries, en El Bronx, la Rev. Anna Villafane, el director Job Baez y Oscar Armas ayudan a un grupo de inmigrantes sin hogar.

 Una luz de esperanza

El ecuatoriano Oscar Armas, del refugio Way Out Church Ministries, que colabora con la Iglesia Evangélica de El Bronx, comentó que hace tres décadas la mayoría de desamparados en el lugar eran puertorriqueños y afroamericanos, pero en el presente son principalmente mexicanos y centroamericanos.

“Yo mismo fui un inmigrante sin techo y adicto, pero nunca perdí la esperanza de enmendar mi vida. Hoy soy orientador y ayudo a otros a enderezar el camino”.

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