Editorial: Una lucha que sigue 50 años después
Es vergonzoso que todavía se quieran ganar elecciones frenando el acceso de los votantes bajo la falsa excusa de combatir un problema inexistente
La Ley de Derechos del Votante de 1965 (VRA) es fundamental en nuestra democracia por garantizar el acceso de todos los ciudadanos al voto. Sin embargo, al cumplirse hoy medio siglo de su aprobación, esta ley cuenta con la oposición de quienes quieren ganar elecciones limitando la participación de los votantes en vez de buscar su respaldo.
Una nueva versión de esta ley, el Voting Rights Advancement Act, está hoy en el Congreso después de que la mayoría conservadora de la Suprema de Justicia dejó de lado la Sección 4 del VRA, la cual exigía a ciertos Estados, con antecedentes de discriminación electoral, obtener el visto bueno del Departamento de Justicia antes de hacer cambios en sus leyes electorales. Los jueces consideraron que la Sección 4 estaba desactualizada y que le correspondía al Congreso hacer los cambios necesarios.
Los jueces erraron en su decisión al considerar como superada la era en que se obstaculizaba el voto de las minorías raciales con leyes estatales, diciendo que era algo del pasado. Prueba de ello fue que varios Estados con mayoría legislativa republicana que estaban en la lista, como Alabama, Carolina del Norte y Texas, aprovecharon de inmediato el fallo del Alto Tribunal para aprobar nuevas leyes restrictivas del voto con nuevas exigencias para sufragar. En este caso, como ocurrió décadas atrás, la intención no era evitar la participación política de los afroamericanos en sociedades racistas, sino limitar el acceso a las minorías y pobres por considerarlos un electorado demócrata. El efecto es el mismo.
Por eso el liderazgo republicano en el Congreso se niega a tratar la nueva versión de la ley que fue elaborada con respaldo de congresistas republicanos en la Cámara de Representantes, mientras que en el Senado nadie de la mayoría quiso dar su apoyo a una medida similar.
Es vergonzoso que todavía se quieran ganar elecciones frenando el acceso de los votantes bajo la falsa excusa de combatir un problema inexistente, como es el fraude electoral en las casillas. En todo caso, sí lo hay en el voto por correo, pero de eso no se habla porque es la manera predilecta del voto conservador. El principio de que el triunfo en las elecciones de una democracia no se logra con la exclusión de votantes, todavía está en discusión 50 años después.