Opinión: el comisionado de los $40 millones jugó con fuego… y se quemó
Lo de Roger Goodell fue una señal de desesperación, la desesperación de un directivo poco respetado y temeroso de quedar en ridículo, como hoy es el caso
Roger Goodell se había vuelto una especie de dictador. Un hombre con tanto poder en sus manos como autoridad máxima de esa formidable maquinaria de riqueza llamada NFL, que perdió el piso.
El jueves por la mañana, el comisionado de los 40 millones de dólares de salario anual fue bofeteado por la decisión de un juez, quien se cansó de pedirles y suplicarles a Goodell y sus abogados llegar a un acuerdo con Tom Brady para evitar un fallo inminente como el que ahora debilita al mandamás.
La decisión de Richard Berman ha sido, claramente, la correcta, porque cuando la NFL, en vez de aplicar una sanción administrativa a los pocos días de que surgió el “Deflategate”, optó por financiar una interminable investigación cuyas conclusiones sólo ofrecieron, de manera absurda, posibilidades y no evidencias, ya había perdido el caso.
Que Goodell castigara a Brady y los Patriots en una primera instancia y que, tras un proceso de apelación, sostuviera el castigo sin nuevas pruebas de que hubo trampa, fue una señal de desesperación, la desesperación de un directivo poco respetado y temeroso de quedar en ridículo, como hoy es el caso.
Roger Goodell creyó que habían logrado voltear la opinión pública en contra de Brady al grado de que éste se intimidara y aceptara. Obviamente no fue así y los días de Goodell como comisionado de la NFL están contados.
En cuanto a Brady, más allá de suspicacias y antecedentes, es de reconocerse su determinación para no dejarse ante este abuso. Si hubo trampa o intento de hacerla quedará como una pregunta en el aire. Pero será bueno verlo en el campo el jueves próximo contra los Steelers de Pittsburgh, uno de los equipos favoritos para destronar al campeón Nueva Inglaterra.
Si han de vencer a Brady y los arrogantes Patriots, que sea en el campo.