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Editorial: El año de los refugiados

Muchos de ellos fueron recibidos con temor, el rechazo y la falta de compasión

La imagen de Aylan Kurdi, de tres años de edad, boca abajo  en una playa de Turquía en septiembre pasado capturó la atención del mundo sobre el drama por el que pasan millones de sirios que escapan de la cruenta guerra civil en su país. El Medio Oriente es hoy el principal origen de refugiados, pero la historia de hombres, mujeres y niños huyendo de la persecución, la violencia y la pobreza se vio desde Centroamérica hasta Asia y África en el 2015.

El Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas(UNHCR) estimó que este año  hubieron cerca de 60 millones de personas desplazadas. O sea que cada día aproximadamente 42,500 se vieron obligadas a dejar su hogar y buscar protección en otro lugar.  

El tamaño de esta crisis humanitaria pone a prueba la compasión mundial para no solo expresar simpatía sino para ayudarlos. Especialmente cuando las posibilidades de regreso son más complicados. Según la UNCHR las posibilidades de que un refugiado regrese a su hogar son las más bajas en los últimos 30 años.

A Europa llegaron cerca de un millón de refugiados provenientes de África y de Siria. El éxodo de cientos de miles de personas cruzando fronteras europeas para buscar refugio fue el desafío más grande para el Viejo Continente en décadas. Alemania los recibió, viendo el lado positivo de gente joven que renueva una avejantada fuerza  laboral, otros como la República Checa, consideró que esta es una “invasión organizada”.

En nuestro país, los refugiados sirios fueron injustamente mezclados con el temor al terrorismo. Hasta el gobernador de New Jersey, Chris Christie, aseguró que no recibirá “ni a un huérfano de cinco años”, por motivo de seguridad.

Pero en Estados Unidos no fue necesario mirar al Medio Oriente para ver refugiados. Decenas de miles de madres, hijos y menores no acompañados, llegaron huyendo de la violencia de Centroamérica. En vez de recibir el trato adecuado de refugiados, pasaron por un vergonzoso proceso legal y ahora se planea deportar a una cantidad de ellos con una escalada de redadas.

A los refugiados no hay que verlos como una amenaza a la seguridad, ni al modo de vida. Ellos son personas que dejan atrás el miedo para reconstruir sus vidas y contribuir a la nueva tierra que los recibe.

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