Editorial: Un desprecio a la presidencia
Los legisladores rechazan hacer audiencia para escuchar la propuesta presupuestaria de la Casa Blanca
La hostilidad del Congreso de mayoría republicana hacia la administración Obama alcanzó un nuevo nivel al negarse a escuchar la presentación de presupuesto que usualmente hace la Casa Blanca ante los legisladores. El desprecio de los presidentes de los comités de presupuestos de ambas cámaras rompe una tradición de civilidad de 41 años en donde la expectativa general es que demócratas y republicanos, el Ejecutivo y el Legislativo trabajen juntos por el bien de todos.
Pero es muy difícil que eso ocurra cuando se decide no invitar al director de Presupuesto, Shaun Donovan, simplemente porque no se está de acuerdo con las propuestas del presidente. Los legisladores anunciaron su intención de no invitar a Donovan incluso antes de que se imprimiera la propuesta presupuestal. El Congreso decidió de antemano que no había nada que valía la pena y que, en vez de escuchar lo que ya determinaron que era deficitario, ellos preferían trabajar en solucionar el déficit.
Es irónico que del Congreso menos productivo en décadas salga ahora la afirmación de no querer perder el tiempo; cuando la Cámara de Representantes trató de derogar más de 60 veces el Obamacare sabiendo que no había ninguna posibilidad de éxito.
Está claro que los legisladores republicanos no quieren escuchar que el nuevo aumento del déficit se debe en gran parte a los recortes de impuestos recientemente impulsados por ellos. Durante varios años el déficit federal se fue reduciendo gracias a los topes de gastos aprobados de forma bipartidista, a la recuperación económica y al fin de reducciones impositivas de la era Bush.
No es extraño que el último presupuesto de un Presidente no tenga el peso de otros. En la mayoría de los casos extiende la visión del Mandatario más allá de su período con la esperanza de que su sucesor la continue. También presenta, como en este caso, medidas apartidistas necesarias como la protección contra ataques cibernéticos. Pero el portazo de los líderes republicanos impide escuchar hasta lo que es necesario, por el bien de sus votantes, que ellos escuchen.
Es inadmisible que se rompan las normas de civilidad y que después, los que las rompen, acusen a Obama de ser él el divisivo. El Congreso no puede cumplir con su misión cuando decide no escuchar al presidente cuando no piensa como ellos. ¡Vaya democracia!