“Trabajar fuera de Pemex es una desgracia”

La deuda de la empresa supera los US$86,000 millones y se anunció el despido de 10,000 trabajadores

Trabajadores en una plataforma controlada por Pemex en el Golfo de México.

Trabajadores en una plataforma controlada por Pemex en el Golfo de México. Crédito: Getty Images

MÉXICO

Pamela Rodríguez es una joven ejecutiva de la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) que en los últimos nueve años vivió el sueño que pocos trabajadores del mundo llegan a realizar: sentir que su trabajo valía el pago y que nada podría ocurrir para que su puesto tambaleara.

Pero sucedió.

En los últimos meses, la otrora boyante empresa que sustentó durante siete décadas  un derrochador aparato burocrático -con todo y su corrupción- alcanzó una deuda de 86,000 millones de dólares en medio de una estrepitosa caída de los precios del petróleo y anunció el despido de más de 10,000 trabajadores para empezar.

“Son tiempos de indefiniciones e incertidumbre dentro de Pemex”, observa Rodríquez, una joven abogada quien solicitó que se usará un nombre ficticio para evitar ser despedida en medio de la turbulencia.

“Los empleados sabemos que fuera de Pemex en ningún lado vamos a ganar y tener los beneficios que teníamos aquí y los compañeros para salvarse inventan chismes para desacreditar a los otros compañeros y el ambiente está ccada vez peor”.

El juego sucio no es para menos: está de por medio mucho dinero.

Tan solo Pamela, quien es trabajadora no sindicalizada (o de confianza como también se le conoce) es beneficiaria indirecta de las prestaciones que el sindicato único logró negociar durante años a cambio de favores al gobierno en turno, principalmente a los emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

“Si me corren no podría pagar todo lo que tengo gracias a Pemex”, reconoce.

Esto es, el pago de su departamento a una tasa del 2% en lugar del 10% que paga cualquier otra persona al banco porque la paraestatal paga el resto.

Tampoco podría o padecería para cubrir las mensualidades del coche que hasta ahora cubre la compañía, no tendría alrededor de 150 dólares mensuales extra a sus salario para comprar alimentos ni alrededor de 8,000 dólares disponibles por si quiere comprar uno o hasta dos departamentos.

Ni pensar en dos meses de aguinaldo cada fin de año, un seguro de vida ni descuento del 50% por compra de gasolina o el reembolso de dinero por compra de gas.

Y eso que su puesto no daba para más. Un líder sindical tiene mensualmente “ayudas” de viáticos para viajes foráneos por alrededor de 180 dólares y 45 días de compensación económica así como vacaciones inmediatamente después de cada asamblea nacional.

Con todo esto no es de extrañar que Pemex tenga actualmente un pasivo laboral por que equivale a 23 veces el presupuesto nacional anual para la salud.

“Que haya que rescatar a la empresa con dinero público será algo tan impopular como necesario”, opinó el analista económico Sergio Negrete Cárdenas. “Que ocurra mientras se percibe que los principales líderes sindicales llevan una vida digna de una petrolera es políticamente invendible”.

El sindicato petrolero ha dado grandes dolores de cabeza incluso dentro de Pemex al punto de que hay una confrontación permanente entre sindicalizados y no sindicalizados.

Rocío Robles, quien trabaja en una dirección de la paraestatal, confiesa que prefiere hacer el trabajo ella misma que pedir ayuda o dar órdenes a alguien del sindicato. “Una vez le pedí a una mujer que no desayunará sobre la papelería de trabajo y me echó al sindicato”.

Los agremiados llegaron en grupo a reclamar al jefe de Robles porque ésta había pedido de mala gana a su “compañera” que no usará tiempo de trabajo para maquillarse y comer”. El lío creció de tal forma que la inculpada tuvo que ser cambiada de área.

“Una situación absurda que sólo se aguanta por los sueldos y prestaciones de Pemex”, dice sobre los dineros que representan el doble de lo que ganaría en cualquier otro lugar.

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