¿Es la Costa Azul francesa un caldo de cultivo de yihadistas?
La radicalización islámica de jóvenes franceses cuyos padres o abuelos llegaron como inmigrantes
La costa del sur de Francia es famosa por sus cosmopolitas y glamourosos visitantes. Sin embargo, esconde un lado menos conocido, el de “caldo de cultivo” de yihadistas.
Es cosa de moverse un par de kilómetros desde sus puertos deportivos hacia el interior y lo que se encuentra son viviendas sombrías donde jóvenes disconformes de origen inmigrante se vuelven vulnerables a la radicalización islámica.
En los últimos años, se estima que 55 personas partieron a Siria desde la zona , entre ellos, 11 miembros de la misma familia que viajaron juntos en 2014.
En cuanto a los casos de radicalización, el departamento de los Alpes Marítimos sólo es superado por el famoso distrito “93”, en el norte de París.
Imene Ouissi, un estudiante de 22 años que hace voluntariado con un grupo de mujeres en la ciudad de Vallauris, al oeste de Niza, notó en 2012 que los jóvenes locales estaban cada vez más fascinados con los vídeos de reclutamiento producidos por el grupo autodenominado Estado Islámico.
“Era mejor que una película, era un sueño”, dice la joven. “En un juego se puede disparar una y otra vez, pero esto era real. Y se puede hacer en el nombre de Dios. Lo encontraron fantástico”, agrega.
“Nunca tendrán éxito aquí”
Por la misma época, la zona comenzó a ser visitada por predicadores que esparcían un mensaje dirigido a los jóvenes musulmanes descontentos.
Explotaron el generalizado resentimiento causado por la pobreza y la discriminación y convencieron a su audiencia de que siempre serían tratados en Francia como extranjeros.
En 2010 surgió un liderazgo carismático en una urbanización de gran altura de Vallauris.
La gente venía de todas partes de la región para escucharlo todos los viernes, hasta que después de tres años las autoridades desmantelaron su improvisada mezquita.
“Lo que dijo realmente me sacudió”, recuerda Imene Ouissi. “Fui porque todo el mundo hablaba de eso. Les hablaba en el idioma de los jóvenes, que se identificaban con él. Su mensaje fue: ‘no debes quedarte en un lugar de villanos, nunca tendrás éxito aquí. Te debes ir a un país musulmán”, recuerda Ouissi.
Kamel, un joven trabajador de la zona de Niza, dice una de las razones para el reciente éxito de la ideología salafista que ha inspirado a los yihadistas es que proporciona una manera fácil y rápida de justificar las acciones de criminales comunes.
“A los niños se les dice que están en una tierra de infieles, entonces robar y atacar se justifica, porque el delincuente se vuelve un guerrero santo y se le promete estatus, satisfacción sexual y vida eterna”.
En un momento en que la identidad se alimenta de una sensación de victimización, los traumas pasados suelen utilizarse para avivar las tensiones actuales. En la zona de Niza, la guerra de la independencia de Argelia, ocurrida en la década de 1950 y principios de los 60 sigue cubriendo el lugar con su sombra.
Muchos antiguos colonos franceses que fueron expulsados sumariamente de Argelia se establecieron en Niza. Su influencia política y el persistente resentimiento con el Estado francés que los abandonó todavía se siente en la fuerte presencia de la extrema derecha, representada por el Frente Nacional, dice Kamel.
Del mismo modo, añade, los crímenes cometidos por el ejército francés durante la guerra están siendo recordados cada vez más por los niños de ascendencia argelina que han cultivado un sentimiento de alienación.
“Tenemos identidades que compiten, y muchos quieren hacer que otros pag ue n hoy por los delitos de generaciones pasadas” .
Fatima Khaldi, concejal de una complicada zona al noreste de Niza, está alarmado por el número de jóvenes que se definen como marroquíes, argelinos o tunecinos.
“Es preocupante ver que una tercera, cuarta o quinta generación de niños no se sienta francesa. La gente como yo, de la segunda generación, no podemos entenderlo”.
Boubekeur Bakri, un imán de la misma zona, dice que ya en 2010 comenzó a preocuparle el aumento del extremismo. En diciembre de 2014 reunió a autoridades locales y líderes musulmanes en su mezquita para hacer saltar la alarma.
Tres semanas más tarde, los ataques contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado judío confirmaron sus temores acerca de los yihadistas locales. Él llama el radicalismo una “herida abierta” para la comunidad musulmana.
El problema, dice, es que tener un 40% de desempleo “disminuye la inmunidad” de las comunidades marginadas, lo que permite que algunos “microbios” se propaguen.
Otra razón de la prevalencia de las ideas extremistas tiene que ver con la presencia de reclutadores.
Omar Diaby, un criminal de Niza también conocido como Omar Oumsen, ha enviado a unos 40 jóvenes de la zona a Siria antes de él mismo haberse establecido allí hace tres años.
Con camiones y cuchillos
Del otro lado, algunos islamistas arrepentidos lograron volver a la ciudad. Jean-François Fouque es el abogado de uno de ellos, que se fue a Siria como parte de un grupo de amigos en 2014.
Allí fue testigo de una violencia inenarrable, incluyendo la decapitación de uno de sus compañeros reclutas franceses que se había quejado de la disciplina. Logró escaparse, pero lo que no logrará es sacar de su memoria lo que vivió, asegura Fouque.
“Él quiere que otros lo sepan. Su mensaje es: no vayan”.
Pero mientras la fama del horror que ha impuesto el Estado Islámico en sus territorios traspasa las fronteras, la mayoría de los observadores cree que el principal peligro hoy ya no viene de Siria, sino que está en casa, con los jóvenes locales dispuestos a pelear la “guerra santa”.
“Se puede luchar la yihad por la lengua y la boca, lo que se denomina la yihad ideológica, o con la mano y la espada. Son las dos categorías de la yihad”, le dice Patrick Amoyel a la BBC, un psicoanalista que dirige “Entr’Autres”, una asociación con sede en Niza que ayuda a combatir la radicalización.
“Y la yihad de mano y espada se puede hacer aquí mismo en Francia, con camiones y cuchillos”.