Desde la calle, las jornaleras de Brooklyn piden un techo

Las latinas que ofrecen sus servicios de limpieza en Williamsburg piden un centro de trabajo en la zona para dignificar y mejorar sus condiciones laborales

Leticia Sánchez muestra sus rodillas y un halo oscuro permanente que tiene en ambas. Es el resultado de 10 años limpiando suelos sin mapo. Sánchez dice que las condiciones de su trabajo son duras y se queja de que las empleadoras que la contratan por horas no quieren que use guantes aduciendo que no se limpia bien con ellos, le dan fuertes productos químicos que le enferman pero en muchas ocasiones no cuenta ni con un cepillo para el inodoro. Esta desagradable labor tiene que hacerla con sus manos desnudas.

Esta mexicana de 28 años es una de las aproximadamente 150 jornaleras que buscan trabajo varios días en semana en la esquina de Marcy Avenue y Division en Williamsburg, un lugar conocido como La Parada. Entre 70 y 80 mujeres llegan diariamente a esta intersección, la mayoría latinas aunque también hay mujeres de Polonia, Albania y Rumania. En esa zona esperan desde las 7.00 a.m. hasta las 3.00 p.m. a que las mujeres del área -donde vive buena parte de la comunidad judío hasídica de la ciudad- pacte con ellas una limpieza de un hogar por horas. Aunque la mayoría de los trabajos se hacen en casas particulares, estas mujeres también trabajan limpiando en obras de construcción o se emplean con contratistas, restaurantes, empresas de catering y tiendas

Sánchez, madre soltera de dos niños, fue una de las muchas mujeres que abarrotó una de las salas del Instituto de Relaciones laborales de la Universidad de Cornell para dar testimonio en primera persona de las duras condiciones laborales de estas jornaleras que han sido documentadas por un estudio hecho por The Worker Institute de esta universidad, la organización Workers Justice Project y Jews for Racial and Economic Justice.

El informe está elaborado por María Figueroa, directora de Investigación de Trabajo y Política en el Workers Institute y co presidenta de la Iniciativa Trabajadores Precarios, Ligia Guallpa y Yadira Sánchez, directora y co fundadora de Workers Justice Project, respectivamente. Es el resultado de meses de trabajo y sugiere soluciones que tienen que tomar los políticos para esta esta esquina de jornaleras y en general este desregulado sector laboral.

La primera y más particular de ellas es la creación de un centro de trabajo que sirva como centro permanente de contratación, similar al que hay Bay Parkway para jornaleros de la construcción. Para Sanchez, este centro permitirá que “se nos tenga más respeto a las jornaleras”. El centro, que sería un trailer aparcado en esta esquina tendría como misión asistir a las trabajadoras y los empleadoras para tener contratos verbales o por escrito que beneficien a ambas partes, permitiría que las trabajadoras se informaran sobre sus derechos y los estándares de seguridad y  proveería de aseos y protección contra las inclemencias del tiempo.

Isabel Castillo, una ecuatoriana de 42 años, explicaba a este diario que ella muchas veces ha ido La Parada sin entender cuán malo podía a llegar a ser el tiempo. “Ha habido veces que lloraba de frío”, decía. Figueroa recordaba que el 71% de las mujeres han enfermado por las condiciones en las que están en el lugar y algo más del 50% han experimentado infecciones urinarias por la imposibilidad de acceder a un baño.

Isabel Castillo de Ecuador, fue jornalera durante dos años, y Leticia Sánchez que sigue tras 10 años volviendo varios días a La Parada./A. B. N.
Isabel Castillo de Ecuador, fue jornalera durante dos años, y Leticia Sánchez que sigue tras 10 años volviendo varios días a La Parada./A. B. N.

Según Leticia Sánchez incluso los pequeños pasos ya son muy útiles por lo que cree que un centro de trabajo puede suponer una buena y necesaria mejora. “Cuando el año pasado se colocó un gran cartel en varios idiomas en el que se informaba de que podíamos negociar salarios y pedir herramientas para el trabajo, las mujeres pudimos conseguir algo más de nuestro trabajo, no los $15 la hora que pedimos pero si nos ofrecían $10 podíamos negociarlo para subir a $11 y $12”. Fue algo que empoderó a las mujeres y empezó a formalizar las relaciones laborales, una misión en la que hay que dar más pasos.

Antonio Reynoso, concejal de este distrito, dijo ayer a El Diario que apoya que estas jornaleras “tengan un local o un centro de trabajo donde se puedan proteger de la lluvia y para que su trabajo gane en dignidad y respeto”. El concejal dijo que ayudará con los fondos discrecionales que tiene y hablará con el departamento que competa para que se localice el trailer que las mujeres piden en La Parada. “Se que la comunidad hasídica va a apoyar este proyecto de justicia social”.

Yossi Gestetner, co fundador de la Orthodox Jewish Public Affairs Council (OJPAC), especializado en relaciones públicas y las relaciones interculturales, reafirmó que la comunidad ortodoxa que vive en Williamsburg (más de 10,000 familias) están a favor de este centro de trabajo y cree que permitirá que haya una relación de más confianza entre empleadores y empleadas. Gestetner dijo que su comunidad es muy grande y el hecho de que algunas empleadoras hayan abusado de las jornaleras, les hayan pagado menos de lo pactado, contratado menos horas o negado un vaso de agua, “no significa que todos seamos responsables de ese comportamiento. Con un centro de trabajo se podrían recoger las quejas que se tengan de ambos lados y hacer una lista  negra y creanme, ninguna mujer quiere estar en la lista negra y que nadie vaya a limpiar a su casa a dos semanas de Passover”.

Gestetner es partidario de que haya unos mínimos requisitos para que las trabajadoras estén cómodas pero dijo que tenían que entender que algunas empleadoras tuvieran cierta ansiedad con respecto a quien daban entrada a su casa porque no las conocían, sugiriendo que podía haber robos, algo que no sentó bien en la audiencia. Tampoco sus llamadas a aceptar menos de $15 la hora (por que las empleadoras no ganan esa cantidad) o trabajar menos de cuatro horas si esa era la necesidad de la familia, otras dos de las peticiones de las jornaleras junto con la necesidad de que les den las herramientas para trabajar y se les pague tras la limpieza lo convenido.

Ingresos

Como media, las mujeres que van a la esquina regularmente durante más de seis años ganan unos $893 al  mes, cuando sus gastos mínimos (muchas son madres) es de $1,180.

Una cooperativa que nació en esta esquina

Isabel Castillo siguió a su marido a Nueva York y dejó tras de si un trabajo como secretaria de un abogado, una casa en propiedad, carro y un hijo en escuela privada. Vino con él por oportunidades y se encontró con el maltrato de su pareja (del que se divorció) y el fraude de las agencias de empleo que tras cobrarle le mandaban a direcciones ficticias para limpiar. Trató de encontrar empleo en Craigslist pero no hablaba ingles suficiente. María Figueroa, directora en el Worker Institute de Cornell, explicaba que muchas mujeres prefieren la esquina que pagar las comisiones de la oficina de empleo.

Castillo, no obstante, junto con otras 13 jornaleras más formaron una cooperativa Apple Eco Cleaning, que usa los recursos adecuados porque así lo obligan las condiciones de sus contratos y utilizan productos naturales. Tenemos un mejor trato pero esta no es la solución para todas.

Figueroa cree que parte de esta solución llega además de una mejora de las leyes de protección laboral y seguridad en el trabajo porque la condición de trabajadoras no permanentes les hace estar al margen de casi todas las regulaciones y hace a estas jornaleras mucho más vulnerables. El concejal Antonio Reynoso, dijo ayer que aunque muchas de estas medidas se tienen que tomar a nivel estatal, a la hora de valer los derechos de las jornaleras “si el Estado no puede avanzar, la ciudad lo hará”.

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