Post-Trump

Donald Trump.

Donald Trump. Crédito: EFE

Las últimas semanas han resultado negativas para Trump y sus esfuerzos para llegar a la presidencia, La campaña del candidato republicano ha alcanzado lo que parece ser un punto de implosión, con un staccato extremo de falacias y virulencia que la han llevado a un nivel de irrealidad. Tan concentradas y violentas han sido las últimas declaraciones que uno no puede dejar de preguntarse si esto no formará parte de una estrategia de salida de la candidatura, una apuesta por un descarrilamiento político. En el momento en que escribo, el promedio de encuestas citadas por el New York Times daba a Hillary Clinton un 46% sobre un 39% de Trump, dándole a Clinton un 88% de probabilidades de ganar la presidencia.

En todo caso –y aquí pueden entrar las más variadas conjeturas-, Trump parece ya tener planeados sus argumentos para abandonar la carrera. Muy previsiblemente retornaría a la bufonería de ser una celebridad mediática y a sus cuestionables prácticas empresariales.  Y aunque la salida de Trump de la elección presidencial será un alivio para el sistema político, resultará necesario, en caso de que esto suceda, enfrentar las consecuencias de un escenario post-Trump.

En primer lugar, el más afectado es el partido republicano. Tal vez una de las consecuencias más negativas del ascenso de Trump es el haber desmantelado ideológicamente a este partido, empujando a la marginalidad a las voces serias y responsables del conservadurismo. Mucho trabajo habrán de realizar los republicanos genuinos para reconstruir su partido, tanto al interior como al exterior. Comenzando por una reflexión y un replanteamiento de su función en la sociedad estadounidense. La frágil relación con la comunidad hispana y con las comunidades inmigrantes tendrá que ser por fuerza uno de los puntos importantes del trabajo a emprender a nivel nacional.

Con su discurso, Trump hundió el diálogo y la discusión política a niveles de sordidez insospechados. Jamás la política ha sido ni será un asunto higiénico, sin embargo, en lugar de la discusión de ideas o posiciones, el punto central fue sustituido por invectivas en un contexto de información falsa o falseada. El bullying, la intimidación pura como práctica política. Y no se trata aquí de condenar al insulto per se. El insulto tiene una función importante en la vida humana, y en la política –como en la literatura- puede ser un arma brillante y una herramienta de justicia en manos de quien tenga la inteligencia para usarla. No es este el caso. Además de su aburrida monotonía, el insulto trumpista suele ser el del poderoso contra el más débil. Trump abrió y reabrió heridas en la sociedad que tardarán mucho tiempo en sanar. Se podrá retirar Trump, sin embargo, sus seguidores permanecerán, sosteniendo las mismas posiciones y el mismo discurso que divide de manera irreconciliable al país.

Y sin embargo, dentro de todo algo hay de positivo en la irrupción de Trump en el mapa político: la movilización general que ha logrado despertar en su contra. Me refiero a aquellos que se atrevieron a hacer algo, por supuesto. Es importante que estas redes, este muy flexible y amplio frente de cohesión social no se disgregue una vez que el peligro inmediato haya pasado. Aún pueden pasar muchas cosas de aquí a noviembre. Sin embargo, y especialmente en el caso de la comunidad hispana, Trump le ha proporcionado una bandera y una causa digna bajo la cual unirse. Incluso más allá de la elección. No hay que desaprovechar este momento.

-Gaspar Orozco es escritor y diplomático de carrera. Ha sido Cónsul de Asuntos Comunitarios en Nueva York y Los Angeles, entre otros cargos

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