La lección que el rey de Noruega le dio a las democracias occidentales
El discurso de Harald de Noruega el pasado 1 de Septiembre rompió la barrera del idioma propagándose en la redes.
El rey Harald de Noruega ha puesto siempre el corazón por delante de la política, y eso es quizás lo que le ha permitido revolucionar la política y modernizar la monarquía. Fue el primer heredero de una casa real europea que se casó con una plebeya por amor, en contra de su padre y del gobierno, y a lo largo de 25 años de reinado ha demostrando que se puede gobernar desde la compasión.
Muchos han sido los cambios de Harald a una casa que lleva de mil años reinando sobre el país escandinavo, pero quizás la más radical es decretar la posibilidad de sucesión de las mujeres al trono noruego y la elección de la primera mujer jefa de una Casa Real en el mundo.
La pasada semana, el rey noruego sumó otro capítulo a su poco ortodoxa historia cuando dio un sorpresivo discurso sobre tolerancia e inclusión frente a unos 1,500 invitados en los jardines del Palacio Real en Oslo que se ha viralizado en las redes, obligando a la casa real a proveer traducciones a diferentes idiomas.
El rey, de 79 años, describió su nación como una en la que “hay chicas que aman a otras chicas, chicos que aman a otros chicos, y chicas y chicos que se aman entre ellos”. El monarca también habló de diversidad religiosa, al decir que los noruegos “creen en Dios, en Alá, en el universo y en nada”.
Uno de los momenos más inesperados del breve discursos que ya tiene millones de comentarios y se ha compartido como polvorín por las redes fue cuando definió la nacionalidad, compuesta por emigrantes de cientos de naciones. “No es siempre es fácil precisar de dónde somos, cuál es nuestra nacionalidad. La patria es donde está nuestro corazón”.
En medio del repunte de los nacionalismos europeos y las ideologías antiinmigrantes, el discurso de Harals ha tenido una recepción agria entre los más radicales, pero nada comparable con los millones de comentarios de admiración.
“Mi mayor esperanza para Noruega”, terminó el monarca, “es que seamos capaces de cuidar unos de otros. Que continuemos construyendo este país. Que sintamos que somos – a pesar de nuestras diferencias – un solo pueblo”.