El error, las consecuencias y la dignidad
De acuerdo a los medios republicanos, la visita de Trump a México fue una victoria en toda la línea. “Como jefe – un americano temerario fue a México y sin excusa alguna refrendó su postura en la relación entre México y Estados Unidos” dice un encabezado en Infowars, el portal ultra-conservador de Alex Jones. En el sitio Breitbart News, John Bolton, diplomático en administraciones republicanas, calificó la visita como “un éxito fuera de serie” mostrando “un liderazgo dinámico y audaz” que “nunca se verá en Hillary Clinton”. ”Este es el día en que Trump fue electo, recuérdenlo” resume un tuitero de la alt.right con 40 mil seguidores. A estas alturas, a nadie le queda duda que el encuentro benefició enormemente la campaña de Trump, dándole un inesperado impulso en el momento en que más lo necesitaba.
En México, en cambio, la visita significó el peor desastre diplomático que la relación bilateral ha sufrido en mucho tiempo. El rechazo al encuentro fue y sigue siendo general. Y así como para el régimen hay “verdades históricas” que se derrumbaron en unos cuantos meses, también hay errores históricos, con la salvedad de que estos últimos si habrán de perdurar en la memoria colectiva, y tan grave como eso, tendrán consecuencias.
Peña Nieto le brindó un extraordinario servicio a Trump, legitimándole y proyectándolo como el estadista que no es, humillando a una nación entera, de paso. La oportunidad que se tuvo para enfrentar y desmentir un año de injurias de Trump se dejó pasar lastimosamente, hundiéndola en el pantano de una retórica vacía que no pudo ocultar una general falta de carácter. Desde el principio, Trump se apoderó del escenario e hizo suyo el espectáculo. La dignidad de un país estaba en juego en ese día. Y se perdió.
Pero, parafraseando un dicho popular mexicano, no tiene la culpa el demagogo, sino el que le da la oportunidad y los medios para hacerse ver “presidencial”. La idea y la puesta en marcha del encuentro evidencian una falta de pensamiento estratégico, un nivel de improvisación y una descoordinación institucional enormes. Para cualquier gobierno esto sería muy grave, pero para una administración hundida en una crisis de aceptación sin precedentes, esto tendría que ser cuestión de vida o muerte. La renuncia del titular del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, aparente autor intelectual y operador de la visita, es un intento por atenuar la impopularidad del grupo en el poder y paliar la indignación por una decisión que cada día que transcurre deja ver con más claridad los costos políticos que produjo. El que en esta administración -que no se distingue por contar con mecanismos reales de rendición de cuentas- un funcionario del más alto nivel se haya visto obligado a renunciar, habla de la profundidad del error cometido y de los daños que le ha producido al régimen. Comenzando por un gabinete fracturado, en donde, como parece ser, los responsables de la política exterior fueron ignorados y pasados por alto en una decisión de la mayor trascendencia para los intereses del país.
Además de la imagen de humillante sumisión que se proyectó de México y del empuje a la campaña trumpista, el otro serio problema que queda por enfrentar es la alienación y distanciamiento, tal vez irreversibles, que la visita produjo en el equipo de Hillary Clinton y en la actual administración.
Y después del incidente, y de hacer el recuento de los daños, aquellos que quedan más desprotegidos son los millones de mexicanos que viven y trabajan en Estados Unidos. Aquellos que han tenido que entender de la peor manera que a la hora de la verdad, el presidente de su país no estuvo a la altura de las circunstancias que la historia le exigía. Vale la pena recordar ahora a Demóstenes, que ante el peligro de invasión que amenazaba a Atenas arengó a sus conciudadanos a la acción con las siguientes palabras: considero que para los hombres libres la necesidad más grande es la vergüenza por lo que está sucediendo. Que esta necesidad por defender y recuperar la dignidad sea la que unifique y dé fortaleza a los mexicanos de Estados Unidos en su lucha solitaria en contra de lo que representa Trump. Me corrijo, la lucha no es solitaria, se trata de un esfuerzo común con las fuerzas progresistas de este país que combaten de verdad la xenofobia, el racismo y la exclusión. La comunidad tiene el poder y éste es el momento.
-Gaspar Orozco es escritor y diplomático de carrera. Ha sido Cónsul de Asuntos Comunitarios en Nueva York y Los Angeles, entre otros cargos