Editorial: Que se sienta la unidad
En nuestra época el Día de Acción de Gracias es una fecha para estar en familia, con amigos, para abrir las puertas del hogar y compartir las bondades que se tienen, con agradecimiento.
La tradición del Día de Acción de Gracias es una historia de inmigrantes, de refugiados que escapaban de la persecución en su país. No muy distinta a la que hoy sufre mucha gente que ve este suelo como un oasis en donde las personas pueden desarrollar su potencial en libertad. Entre esos peregrinos de ayer y los indocumentados de hoy hay más similitudes que diferencias entre las circunstancias que los hicieron emigrar.
También es un mito el que los indígenas hayan compartido en 1621 su cena con los hambrientos colonizadores que llegaron de Gran Bretaña en el Mayflower. Es un relato de generosidad, un valor que es parte de la fundación de Estados Unidos.
Las páginas de la historia no tienen nada que ver con esto. Se puede argumentar que los españoles fueron los primeros en elegir un día para dar gracias al Creador 56 años antes en lo que hoy es el Estado de Florida. O que la ceremonia religiosa, en vez de una comilona, se realizó 16 años más tarde, después de una matanza de indígenas Pequot. Este relato está más acorde con lo que fue la relación entre nativos y colonizadores que una cena armoniosa.
En nuestra época, el Día de Acción de Gracias es una fecha para estar en familia, con amigos, para abrir las puertas del hogar y compartir las bondades que se tienen, con agradecimiento.
Pero este es un año distinto. La generosidad que expresa la tradición del Día de Gracias en muchos sitios fue reemplazada por el resentimiento. La bienvenida al inmigrante por el miedo y el odio.
Esto no ocurrió de un momento a otro. Fue cocinándose por políticos que prefirieron ser demagogos incendiarios en vez de líderes responsables, hasta que Donald Trump cosechó todo lo sembrado. Su candidatura le dió a muchos la credibilidad para expresar un odio acumulado especialmente hacia el que no es blanco y evangelista.
Hoy en nuestra mesa conviven los tamales con el pavo como un reflejo de que esta sociedad multicultural se enriquece con la variedad. Que los inmigrantes aceptamos y adoptamos esta tradición tan estadounidense queriendo compartirla sin perder nuestra identidad. Somos respetuosos y queremos ser respetados.
Ahora más que nunca se necesita esa generosidad que parece ausente en tantos sitios. Los tiempos son malos y exigen lo mejor de todos nosotros. Solo estrechando las manos alrededor de esta mesa podremos defendernos de los peligros y ser más fuertes.