Editorial: Paren la pena de muerte

La pena de muerte es una aberración que goza del respaldo de una mayoría de los estadounidenses, aunque por fortuna va lentamente desapareciendo.

Es un sentimiento que mezcla una errada visión de justicia con la venganza y la seguridad pública. Se supone que el ojo por ojo conforta a la familia de la víctima y asegura que el autor del crimen no lo pueda repetir.

Esto lleva a situaciones terribles como en Arkansas. Allí se programaron siete ejecuciones en 10 días para evitar la fecha de vencimiento de una de las dos drogas usadas para matar a los presos.

El apuro para ejecutar una persona cada dos días, después de 12 años de no aplicar este castigo es un ejemplo de lo que ocurre con la pena de muerte.

La presión de los familiares de la víctimas que llevan un largo tiempo esperando el cumplimiento de una condena, los políticos ansiosos de mostrarse duros contra el crimen y un proceso, que en este caso, sacrifica los derecho de los acusados en nombre de la rapidez

El caso de Arkansas es extraordinario por sus características. Por ejemplo que se reduzca el tiempo para las audiencias de clemencia y para para que los condenados presenten sus alegatos. Otros elementos son muy comunes, como el que varios de estos presos tengan el mismo defensor público.

No es extraño que lo condenados a muerte sean los más pobres, menos educados y desproporcionalmente integrantes de minorías raciales. Sus abogados defensores están sobrecargados de trabajo y difícilmente pueden hacer una defensa complicada como en un caso de pena capital.

Numerosos estudios revelan la prevalencia de los jurados blancos a votar por la pena de muerte cuando los acusados son latinos y afroamericanos. De igual manera, es más probable que se dé la pena de muerte cuando la víctima es de raza blanca que de una minoría.

La buena noticia es que nuestro país por primera vez en una década no está entre los cinco naciones con más ejecuciones, según un nuevo reporte de Amnistía Internacional. De todas maneras es inadmisible estar en compañía de naciones como China, Irán, Arabia Saudita y Vietnam.

La reducción en el número de ejecuciones que se realizan en Estados Unidos representa las crecientes dificultades para implementar, especialmente cuando se quiera hacer “humanamente” un castigo que es inhumano por definición.

A final un juez detuvo las ejecuciones planeadas para Arkansas. Esa es otra señal positiva por considerar el proceso inconstitucional. Esa es otra buena señal.

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