Editorial: Las pandillas y la retórica del odio

Es posible que entre decenas de miles de menores centroamericanos haya algunos que cometan algún delito. Lo injusto es que se usen casos aislados para mancharlos a todos.

En los últimos meses numerosos asesinatos de jóvenes en Long Island, presuntamente cometidos por la pandilla MS-13 están siendo aprovechados para recrudecer las críticas hacia los inmigrantes. En especial los más jóvenes.

El presidente Donald Trump desde su Twitter arremete contra su predecesor, Barack Obama, culpando a sus políticas sobre inmigración por la expansión de la pandilla. El secretario de Justicia, Jeff Sessions, denuncia a las ciudades santuarios de “minar peligrosamente el proceso” para combatir las pandillas. Y los medios conservadores ligan a homicidas con los Dreamers.

Es una tragedia que el tipo de violencia de las pandillas que hace que hoy miles de familias huyan de Centroamérica, se replique en algunas ciudades estadounidenses. Es el fenómeno de una pandilla transnacional que se originó en Los Ángeles en la década de los ochenta y que a partir de allí se diseminó en el triángulo del norte de América Central.

Al mismo tiempo es un recuerdo del peligro por el que pasa la gente que llega pidiendo asilo a la frontera sur. Ellos huyen de un amenaza real.

El National Gang Intelligence Center del FBI calcula que hay cerca de 10,000 integrantes en Estados Unidos y más de 30,000 alrededor del mundo, la gran mayoría en El Salvador, Honduras y Guatemala.

La cuestión de las pandillas no es un tema nuevo en nuestro país y mucho menos exclusivo a la inmigración. La condiciones sociales, económicas y familiares de los jóvenes de minorías los dejan vulnerables ante el mensaje de pertenencia que les ofrecen las pandillas. Hoy, como antes, es urgente la prevención e intervención para evitar que ellos caigan en sus redes.

Es posible que entre decenas de miles de menores centroamericanos haya algunos que cometan algún delito. Lo injusto es que se usen casos aislados para mancharlos a todos. Lo infame es que se los quiera mezclar con los los jóvenes soñadores.

Es evidente que Trump necesita de Obama para poder hablar mal de alguien, como su gobierno necesita de las tragedias para alimentar el sentimiento anti inmigrante.

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