No al silencio
En un twit reciente que hacía referencia al asesinato en Chihuahua de la reportera Miroslava Breach el pasado marzo, el periodista y escritor Javier Valdéz Cárdenas escribió: “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”. Este 15 de mayo, Javier fue asesinado a balazos en las calles de Culiacán, cerca de las oficinas de su periódico. Con la suya, suman ya 13 las muertes de periodistas en México en lo que va del 2017.
Nacido en 1957 en Culiacán, Sinaloa, Javier Valdéz Cárdenas se había especializado en el periodismo de investigación de fondo en el tema del narcotráfico. Fue fundador con otros periodistas del semanario Ríodoce en el que publicaba su columna Malayerba. ráfagas de prosa intensa, en donde el oficio de cronista riguroso se mezcla con el del narrador de oído atentísimo. Su licenciatura en sociología le dio una base firme a su instinto periodístico. Publicó varios libros, entre los que destaca “Narcoperiodismo” de 2016, en el que detalla los mecanismos mediante los cuales el narco controla y silencia a la prensa en varias regiones de México. Reconocido internacionalmente por su labor periodística, recibió, entre otros premios, el International Press Freedom Award del Committee to Protect Journalists.
Valdéz Cárdenas era, pues, el arquetipo del periodista incómodo, del escritor peligroso que representa una molestia y una amenaza seria para el poder, tanto el de la superficie como el subterráneo. Y es por esto que su escritura es y seguirá siendo necesaria. En tiempos como los que vivimos, necesitamos testigos, gente a la que no le tiemble la palabra. Necesitamos a aquellos que señalen, que denuncien y que nos ayuden a entender la causa y el grado de la descomposición social en que vivimos. Sin tener un conocimiento cabal de los problemas que nos afectan, no podremos encontrar una solución. No es cerrando los ojos como vamos a encontrar el camino.
Casos como el de Javier o Miroslava siguen un patrón nefasto en el que el crimen del asesinato es seguido por el lento crimen de la impunidad. Al horror lo corona la impotencia. El que no haya castigo real para los responsables de este tipo de actos no es sino un incentivo abierto para que los asesinos sigan actuando, creando un clima de terror que erosiona desde la noción de una prensa libre hasta las bases mismas del tejido social.
Hay que dejar claro que esto no es un acto en contra de aquellos que forman parte de los medios de comunicación. Este crimen, estos asesinatos hay que entenderlos como lo que son, una agresión contra la sociedad mexicana en pleno. Y así, es la ciudadanía misma la que debe reaccionar y exigir justicia contra aquellos que pretenden arrancarle el derecho a la libertad de expresión y de información.
Durante la ocupación nazi en Francia, Albert Camus fue editor en jefe del periódico clandestino Combat que se escribía, se publicaba, se distribuía y se leía bajo todos los riesgos imaginables. En julio de 1944, en un editorial titulado La Profesión de Periodista Camus escribía: El periodismo clandestino es honorable porque es una prueba de independencia, porque implica un riesgo. Es bueno, es sano que todo aquello que toca la actualidad política se haya vuelto peligroso. Si hay una cosa que no deseamos volver a ver, es la impunidad tras la cual se ha escudado tanta cobardía.
La palabra está viva: no al silencio.
-Gaspar Orozco es un escritor y diplomático de carrera. Ha sido Cónsul de Asuntos Comunitarios en Nueva York y Los Angeles, entre otros cargos