El New York City FC concede un empate sobre la bocina

El conjunto neoyorquino se dejó dos puntos en casa ante el New England Revolution

Maximiliano Moralez fue uno de los hombres destacados frente a New England Revolution.

Maximiliano Moralez fue uno de los hombres destacados frente a New England Revolution. Crédito: Twitter | New York City FC

Hicieron falta apenas unos segundos en el cronómetro para descifrar el plan que el New England Revolution iba a ofrecer sobre el tapiz del Yankee Stadium. Tras el saque inicial y la patada a seguir, el balón voló y el punto de mira fue hacia la dupla más peligrosa de los de Boston: Kei Kamara y Lee Nguyen iban a tener que frotar la lámpara en caso de recibir alguna pelota a la espalda de los centrocampistas del New York City.

Patrick Vieira lo sabía, y tuvo que armar una medular sin Andrea Pirlo, tocado de la rodilla; Alexander Ring, sancionado; ni Yangel Herrera, que está ocupado haciendo historia con Venezuela en el mundial sub 20. El principal problema del conjunto local fue que el doble pivote formado por Mikey López y Tommy McNamara no casó del todo ni en labores de creación ni en contención.

Sufrimos para construir jugadas“, confesó Vieira en rueda de prensa.

David Villa y Maximiliano Moralez se vieron obligados a suplir esa construcción plana y horizontal bajando de manera constante a recibir en zona de volante. Poco tardaron en deshacerse de los defensores que les respiraban en la nuca, y con una colección de recortes, dejadas de cara y maniobras de selección de espacios consiguieron burlar a sus enemigos casi siempre quisieron. Se quiso sumar a la fiesta Jack Harrison, siempre desde su banda derecha a pie cambiado, desde donde partió para definir en el primer gol.

Villa agarró una pelota a 40 yardas del arco defendido por Brad Knighton y esquivó hasta el runrún de la grada cuando no dio la pelota a Wallace, que proyectó un desmarque con ventaja para definir. El delantero asturiano agachó la cabeza, rompió por el camino a Angoua y cuando llegó a línea de fondo regaló la gloria a Harrison, que solo tuvo que acompañarla a la red.

A partir del gol, el extremo inglés comenzó a resolver aclarados desde la cal. Harrison conoce varios de los trucos del librillo del zurdo desequilibrante. Volvió loco a su par, que no pudo con él ni a la carrera, ni en estático, ni de espaldas. Cada vez que se zafaba de su defensor, se abrían un mar de posibilidades: golpeo directo, centro telederigido o giro de tobillo en seco para habilitar el desdoble del lateral. Probó todas sin abusar de ninguna y le funcionaron la gran mayoría. Tal y como él confesó después del partido en las entrañas del Yankee Stadium, le frustró un poco que no cambiaran de orientación en su dirección más a menudo.

El equipo se contagió de esa alegría atacante y olvidaron una de las máximas del balompié: cuanto más rápido va el balón, más rápido vuelve. En uno de esos contraataques, Nguyen encontró a Kamara y le puso el empate en la bota. Solo la intuición de Sean Johnson pudo desviarlo a córner. La estirada felina fue en vano. El punta de Sierra Leona atacó el primer palo y conectó un cabezazo picado con un giro de cuello salvaje que encontró nido en la red.

La segunda parte comenzó como lo terminó la primera. Villa se acostó sobre la costa oeste del campo y plantó ahí el campamento con Moralez y Harrinson, que se cambió de banda escuchando la música de los hispanos. En una de esas nació el gol, el asturiano dividió, encontró al menudo mediapunta y este puso un caramelo en la cabeza de Miguel Camargo, que acababa de sustituir a Tommy McNamara. El panameño hizo bueno el cambio de Vieira y estrenó su casillero goleador en un partido que parecía visto para sentencia.

Nada más lejos de la realidad. Los locales no cerraron el partido cuando pudieron y el fútbol les dio un sopapo. El que perdona, paga. El director técnico francés decidió retirar uno de sus estiletes, Harrinson, porque “quería más contención en el medio”. Reconoció que los jugadores más habilidosos del rival estaban flotando demasiado cómodos a la espalda entre líneas y quiso abrigar a sus defensas.

Vieira especuló y el New England Revolution se le subió a las barbas. Rowe se disfrazó de trapecista en el pico del área, recogió un rebote, le dio tres toques en el aire y lo devolvió al área chica, donde esperaba Kouassi para arruinar el cumpleaños a Sean Johnson y los tres puntos a los más de 20,000 aficionados que se desplazaron en día de labor al Yankee Stadium.

Para cuando el New York City quiso reaccionar, el telón ya se había bajado. Nguyen rodó hasta que el colegiado hizo sonar su silbato y los neoyorquinos descontaron una jornada del calendario con la frustración del que se vio victorioso antes de abrir el grifo de la ducha.

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