“La Lucha Continúa” se renueva en LES como ‘santuario’ inmigrante
Mural en el Bajo Manhattan sirve como símbolo de unidad
Las manos de un niño de apenas dos años dejan su huella de color en el espacio como símbolo de pertenencia. Es el “artista” más joven; lo ayudan sus padres. Junto a ellos, hay otros colaboradores de distintas edades, origen étnico e intereses. Pero a todos los mueve un fin: lograr un sentido de empoderamiento comunitario a través del arte.
De lejos, el mural ubicado en First Street Green Art Park (33 E 1st St.), en el Bajo Manhattan, parece una explosión cromática con toques de Op art. Pero es más que eso.
“La reacción de los niños es de lo mejor. Los niños tienen una reacción cuando pintan. Un niño pintaba y, al día siguiente, iba y decía ‘ahí sigue, ahí sigue’. Sentían que habían colaborado, que dejaron una huella; un espacio por el que ellos todos los días caminan y se involucran con lo que ven a su alrededor. No solamente, publicidad y anuncios. Esa sensación de inmediatez de ver cómo se apropia del espacio y que (otros) lo respeten”, nos cuenta Juan B. Climent (28), artista que dirige el proyecto del nuevo mural en tributo a “La Lucha Continúa” (1985).
Hay que detenerse, acercarse, buscarse, apropiarse. Entre las distintas estampas está hilvanada la historia de miles de inmigrantes que, desde antes de los 70, empezaron a hacer de esta ciudad el mosaico cultural con el que se promueve hoy ante el resto del mundo.
“Cada quien en su propia habitación, en su propia casa, se apropia de su espacio y pone cosas que tienen un significado para ellos. En comunidades pequeñas, sucede espontáneamente. Pero, en las ciudades, esto deja de tener una escala humana y los individuos se enajenan del espacio que está afuera. Dejamos de ser partícipes de nuestro hogar, que es también la ciudad. Así como nos apropiamos de nuestra casa, también tenemos nuestra casa”, continúa el maestro de origen boricua y mexicano sobre el alcance que busca tener la obra.
El conjunto de pinturas del mural es una reinterpretación de las batallas, algunas más nuevas que otras, que han enfrentado las comunidades de Lower East Side (LES) y de otros vecindarios de la gran urbe. Temas como la brutalidad policiaca, la violencia doméstica y los desplazamientos por la ‘gentrificación’ se dejan ver como resultado inevitable.
Los valores que caracterizaron esa zona de Manhattan cuando, a principios de los 80, 34 artistas de Artmakers –varios boricuas– rescataron espacios que la violencia y las drogas habían “secuestrado”, también se manifiestan en la producción.
El grupo creó 26 murales políticos en cuatro edificios abandonados en la zona de “La Plaza Cultural” como una apuesta para ampliar las voces de la comunidad. Hoy solo quedan retazos de uno de éstos; fragmento suficiente para que estas nuevas generaciones asumieran la gesta.
“LES es la fibra representativa de todo lo que es la Ciudad de Nueva York, que es este inmenso y bello edredón de una comunidad de culturas”, argumenta, por su parte, Nadia Tykulsker (29), directora de programas de Fourth Arts Block, organización que junto a Thrive Collective y Loisaida Center desarrollaron el proyecto.
Para Libertad Guerra, directora de Loisaida Inc., la iniciativa es una forma de crear una especie de “santuario” que permita destacar el aporte de estas comunidades al tiempo que suple las necesidades culturales de sus habitantes.
“Los puertorriqueños y la comunidad de latinos en general en LES, desde el comienzo, estaba abierto al mundo y tenía que ver con colaboración con diferentes influencias… Eso es lo que queremos recrear aquí en el tema de inmigración. El mural explora la conexión de chinos y judíos desde una sinagoga (por ejemplo), solo para dar luz sobre tres grupos icónicos que han hecho este vecindario, aunque no son los únicos. Eso es lo especial; tú tienes este sentimiento de vecindario que no solo se enfoca en los tuyos. El punto de mantener la historia viva es que otros grupos puedan aprender de ella”, plantea Guerra sobre el proyecto para conmemorar los 30 años de la serie de murales.
La directora agregó que la iniciativa del mural va acorde con el Loisaida Cultural Plan, para el que la organización se unió al Concejo Municipal y a representantes de diversos sectores en un debate sobre las necesidades de sus residentes. Por seis meses, portavoces de distintas áreas discutieron sobre cómo establecer las vías y hallar los recursos para proyectos como el del mural.
Participación
De acuerdo con los datos recopilados en el estudio “Create NYC”, 20% de los neoyorquinos quisiera participar de eventos y actividades culturales y artísticas más a menudo; un 50% cree que el costo es una barrera para participar en la vida cultural de la ciudad y un 90 % considera que tener vivienda asequible es importante para poder crear arte.
Contrario a otros trabajos artísticos, el fin de los que impulsa Loisaida Inc. es la democratización de estos procesos al hacerlos accesibles a todos.
Sobre esto, Tykulsker –de raíces judías, pero nacida y criada en Brooklyn– dice: “Este proyecto establece una apertura. No importa el nivel artístico o educativo que tengas, cualquiera puede participar”.
Antes del inicio de la creación física del mural, el 30 de abril, hubo reuniones en grupo para establecer las pautas de trabajo.
Lo próximo es la posible impresión del diseño –con subvención municipal– para que la ciudadanía pueda tenerlo a la mano.
“Realmente, yo creo que a veces la mejor manera de batallar no es dar la espalda, pero es generar esos momentos de libertad, de espontaneidad. Que nuestra existencia no está bajo sus términos. La comunidad estuvo ahí, se habló de los problemas políticos, pero también se creó con la espontaneidad”, concluye el maestro de origen mexicano y boricua.