Memorias de mis despistes

Ser despistado es un drama que con el tiempo se vuelve comedia

El sábado pasado almorcé con dos amigas que me contaron que una conocida de todas que vivía en Venezuela, estaba embarazada.

Me sorprendió la noticia.

El lunes llegué a la oficina y se lo conté con voz de misterio a otra de mis amigas.

“No me acuerdo quien me lo contó”, le dije. Pero me dijeron que Fulana está embarazada”…

Mi amiga se puso pálida. Insistió en que recordara quien me lo había dicho. Y yo, que soy la Reina del Despiste, salté a otro tema contándole muy animada que el sábado había almorzado con estas dos amigas nuestras…

“¡¡Fueron ellas!!!”, me interrumpió con un grito que inmediatamente me hizo ver mi metida de pata. “Yo fui la que se los conté en nuestro chat de Whatsapp y les dije que la noticia no podía salir de ahí”.

Demasiado tarde.

La noticia no sólo había salido del chat de Whatsapp sino que había hecho un gran recorrido; había almorzado tacos el sábado, y yo misma la había llevado a la oficina. (Aclaro: mis amigas nunca me pidieron discreción pero sí mencionaron quién se los había dicho y yo con mi despiste se lo conté a la misma fuente).

Ser despistado es un drama que con el tiempo se vuelve comedia. Yo he ido a entierros de gente que no conozco por equivocarme de cementerio, he almorzado en el mismo restaurante donde tenía cita con un amigo sin percatarme que el amigo estaba en la mesa del fondo (bueno, él tampoco se percató y en aquella época sin celulares nos encontramos a la salida pensando que ninguno había cumplido la cita). Para que tengan claro el grado de despiste: las llaves de mi carro pueden aparecer en la nevera y una vez me llevé la bolsa de la basura a un almacén en vez de llevarme la bolsa con unas cortinas que tenía que devolver. (Ni para que les cuento la cara del empleado que le tocó abrir la bolsa de la basura).

Yo soy de las que busca como loca las gafas con ellas puestas en la cabeza, de las que siempre piensa que le robaron el carro en el parqueadero del mall y confieso públicamente que me he encontrado varias veces buscando el teléfono mientras hablo por él.

Según un estudio del Journal of Neuroscience la culpa del despiste se ubica en el lóbulo parietal izquierdo del cerebro. Mientras más neuronas existan ahí, más grande será la distracción.

Yo debo tener millones que me convierten en una David Copperfield criolla que todo lo pierde… Pero como dice mi despistada favorita, Dory, protagonista de “Finding Dory”, no importa lo que pase, siempre hay que seguir nadando…

Sobre la autora

Luz María Doria es inmigrante colombiana, periodista, productora ejecutiva de Despierta América y autora del libro “La Mujer de mis Sueños”. Podrán encontrar su columna cada lunes en nuestro diario impreso y en este sitio web.

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