Staten Island: La isla trumpista con miles de hispanos
¿Por qué los habitantes del llamado "distrito olvidado" votaron por el republicano?
La primera señal apareció en el suelo: END WALL, decía un grafiti extraño, a medio camino entre protesta política e indicador inofensivo para un equipo de constructores o ingenieros de la zona.
Un minuto después, sobre la avenida desierta, apareció un contingente: todos traían gorras rojas en la cabeza, idénticas a las que no se habían visto en Nueva York desde la elección presidencial de noviembre de 2016.
Esto era, a final de cuentas, Staten Island, el único de los cinco distritos que componen la ciudad de Nueva York que había votado por el partido republicano, el único donde Donald Trump venció a Hillary Clinton.
Este es, dicen, el rincón trumpista de la Gran Manzana: había razón para andar con cuidado.
Pero las gorras rojas resultaron ser un grupo de coro venerable: señoras, viejitos y jóvenes que venían de paseo. Habían llegado, quizá, como tantos otros: en el ferry gratuito que conecta esta isla con Manhattan, media hora de camino, 8 kilómetros de distancia.
Los neoyorquinos ubican a Staten Island como “El distrito olvidado”, un apodo terrible para el autoestima pero que resuena con una parte esencial del discurso de Trump.
“Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país no serán olvidados más”, prometió el republicano en su inauguración presidencial.
Pero, de acuerdo con la historiadora Patricia Salmon, ex curadora del Museo de Staten Island, el color político de la isla viene de más lejos.
“(Staten Island) generalmente vota por los republicanos-conservadores, aunque no siempre así. Algunos dicen de broma que esto se remonta a la época de los campamentos británicos aquí durante la guerra de independencia, pero sin duda ocurre por razones más profundas”, explicó Salmon.
El año pasado la isla consumó el amago y se separó simbólicamente de Nueva York al respaldar a Trump cuando un amplio porcentaje de neoyorquinos lo repudia.
Quizá es la ley del hielo neoyorquina, pero las principales atracciones turísticas de Staten Island, en una tarde de verano con buen tiempo, están vacías. El estadio de béisbol, el malecón, el monumento a las víctimas del 11 de septiembre; no hay nadie.
En Staten Island viven muchos albañiles, policías, bomberos, trabajadores de limpieza, gente que puede llegar a hacer diario tres horas de camino a Manhattan y tres de regreso.
Recorrer la isla depara sus sorpresas. ¿Y esa mezquita con estacionamiento? ¿Y ese restaurante ceilanés? ¿Y esa tienda de abarrotes con un chile y la bandera extranjera?
Ahí trabaja Melanie, tiene 18 años. Es mexicana, nacida en Staten Island, dice que de acá no quiere salirse.
“Me gusta, es tranquilo”, asegura detrás del mostrador del que atiende desde que tenía 15.
La primera minoría en Staten Island es la hispana-latina: 18.4 por ciento de todos los habitantes así se identifica. En el barrio de St. George, por ejemplo, la taquería El Gallo Azteca se encuentra frente a la florería Tulcingo Flowers Express y a la Ruiz Gift Shop.
Aunque el proceso no siempre ha sido armónico para los paisanos.
“Tengo amigos a los que sí les han dicho algo (racista)”, dice Melanie.
En 2010, en un lapso de cuatro meses, nueve mexicanos fueron atacados en Staten Island en episodios de violencia racial, y en febrero pasado, cinco más que vivían en la isla fueron detenidos en redadas migratorias.