Joven médico venezolano sube como la espuma en el mundo de la investigación en Estados Unidos

William Bracamonte-Barán ha recibido becas y premios por su labor tras venir a este país en 2011 y hacer importantes descubrimientos científicos con futura aplicación real en pacientes.

Formado en la escuela de medicina de la Universidad Central de Venezuela (UCV), pero con el alma puesta en el ramo de investigación que allí no recibe prioridad, William Bracamonte-Barán se ha convertido en uno de los investigadores jóvenes más galardonados en Estados Unidos.

Con apenas 35 años, el galeno barquisimetano -pero criado en Caracas- recibió este año sendos premios-becas de la Asociación Americana del Corazón (AHA) y de la Asociación Americana de Enfermedades Inmunológicas (AARDA).

La importancia de los descubrimientos en los que Bracamonte-Barán ha trabajado es de tal magnitud, que podría tener un importante efecto futuro en prevenir y curar enfermedades del corazón y en la aceptación por parte del paciente, de órganos trasplantados.

Bracamonte atribuye la atención mediática que ha recibido en medios de su país a “la necesidad que hay en Venezuela de buenas noticias”. Pero ellos no son los únicos que están prestando atención.

Las organizaciones de la salud que lo han galardonado se van sumando a dos prominentes universidades de Estados Unidos que lo cortejaron para que llevara allí sus talentos : la Universidad de Wisconsin (UW) y la Universidad John Hopkins de investigaciones, en Baltimore, Maryland.

Y todo esto ha ocurrido en el transcurso de apenas seis años, ya que Bracamonte se traslada a Estados Unidos apenas en 2011 con una oferta y una “beca-sueldo” para estudiar en UW, gracias a la recomendación de un profesor de la UCV.

Venir a este país no era la prioridad de Bracamonte-Barán, cuando inició sus estudios en la escuela Razetti de la UCV en 1998.

“Desde un principio, mi idea ha sido regresar”, dijo el jóven médico. “En mi práctica clínica vi tantas enfermedades que eran difíciles de diagnosticar que terminaban siendo problemas inmunológicos. Mi intención era usar la investigación para resolverlas”.

La nostalgia por Venezuela no le abandona, a pesar de su éxito, particularmente porque sus padres están allá y él aún sólo cuenta con una visa temporal.

“Fue y sigue siendo muy duro, porque ellos están allá y no he podido visitarlos tanto como quisiera”, explica.

El camino de un médico pasa por la gente

El interés por la ciencia le comenzó desde muy pequeño, cuenta en una entrevista telefónica desde Baltimore.

“Desde “chamo” tuve la motivación, me llamaba la atención la ciencia y la investigación, y eso me fue llevando hacia la medicina”, cuenta Bracamonte-Barán.

Estudió medicina en la UCV, pero esa escuela “está más orientada a la parte clínica de la medicina” y no a la investigación, al descubrimiento de nuevos tratamientos, que le apasionaban.

Su mejor recuerdo hasta el día de hoy es la pasantía rural que hizo, tras graduarse, en un pequeño pueblo llamado Petaquire, a 30 kilómetros de Caracas.

En los últimos años en Venezuela, comenta, es raro que los médicos novatos sean realmente enviados a hacer su “año de servicio rural” en una zona que realmente lo sea.

“El deterioro de los sueldos y la falta de personal en zonas urbanas superpobladas, hizo que muchos tuvieran que cumplirlo en ambulatorios de la ciudad”, dijo. “Pero yo tuve oportunidad de ir a un pueblo que estaba bastante aislado de la ciudad, y resolver eficientemente los problemas de los pacientes”.

Su formación en Venezuela no estuvo exenta de momentos “casi traumáticos”, como el mismo lo cuenta.

“Mi residencia de medicina interna la hice en el Hospital Universitario de Caracas, en 2008 y 2009, estuvo marcada por las grandes deficiencias que tenemos en Venezuela en personal paramédico”, indica. “Los médicos terminan haciendo su trabajo y el de otros”.

De allí pasó a trabajar como supervisor de pacientes y otros residentes y  a dar clases en la UCV, hasta que llegó la oferta de Wisconsin, en 2011.

“Acepté por razones puramente académicas, no como vía de inmigración”, añade.

Pero con el tiempo, aquí en Estados Unidos ha encontrado el apoyo económico e institucional para desarrollarse en la investigación, y ha producido grandes resultados a cambio de ese apoyo.

En Wisconsin realizó un doctorado en inmunología que le llevó apenas tres años, la mitad de lo que tomar usualmente. Allí descubrió unas células que podrían servir de terapia a los pacientes con órganos transplantados y reducir la cantidad de inmunosupresores que deben tomar.

Los resultados fueron publicados este año en la Academia Nacional de la Ciencia y han “generado entusiasmo”.

Las otras investigaciones premiadas las está realizando en John Hopkins, donde se trasladó en 2014, con otra oferta. Allí trabaja, con financiación del Instituto Nacional de la Salud y la AHA, en un proyecto que puede resultar en terapia contra las inflamaciones del miocardio (corazón).

En medio de su meteórico éxito y arduo trabajo, William se preocupa por el futuro de Venezuela y recuerda con cariño los días de su niñez y juventud en una Caracas más amable que la de hoy.

“Todavía pude ver un poco de esa ciudad”, recuerda. “Pasear con mi viejo los sábados en la mañana por el bulevar de Sabana Grande y la Plaza Venezuela. Y el mercado de los “corotos” en el estadio”.

William no es un inmigrante aún, sino un “migrante temporal”, pero sus contribuciones a este país y al mundo ya están dando mucho de qué hablar.

La herencia hispana en Estados Unidos

“Los latinos contribuimos en mucho al desarrollo de este país”, dice Bracamonte, señalando que la tradición de recibir inmigrantes ha ayudado mucho a Estados Unidos.

No obstante, agrega el joven médico, es importante que los inmigrantes “jueguen bien el balance entre no renunciar a su cultura y hacer un esfuerzo de adaptación al país que los acoge”.

Recuerda bien un incidente de su niñez en el que alguien tildó de “musiúa” (slang venezolano por “extranjera”) a su abuela, que era inmigrante polaca, junto con su abuelo, por el lado materno.

“Y ella le contestó, en su español “machucao”: yo soy más venezolana que tu”.

Así aprendió, dice, la actitud de apreciar y “desarrollar el cariño hacia una nación que te está acogiendo”.

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