Sismo en la CDMX “colapsa“ la vida de deportados
Apenas y trataban de organizar su vida, pero el sismo los deja nuevamente a la deriva
MEXICO – Magdalena Loredo y Etziba Alvarez tienen casi un mes sin hogar después del sismo. Estas jóvenes deportadas de 27 y 22 años de edad, respectivamente, tenían poco tiempo de vivir en la Ciudad de Mexico cuando ocurrió la catástrofe y el edificio en el que vivían quedó partido por la mitad en las escaleras aunque no se derrumbó.
“No puedo garantizar su seguridad”, dijo la casera.
Hasta antes del terremoto, la propietaria del inmueble que rentaban las muchachas había sido solidaria porque les alquiló la vivienda aún cuando no contaban con la documentación necesaria para arrendar una propiedad en la capital mexicana, una compilación complicada que pocos logran.
Además de demostrar solvencia económica se requiere una serie de identificaciones oficiales, recomendaciones y el obstáculo más duro para un repatriado: un aval, es decir, una persona con propiedades en la CDMX dispuesta a poner sus escrituras en garantía del buen comportamiento del arrendador.
El problema con Magdalena Laredo y Etziba es que no conocen a casi nadie que sea dueño de inmuebles y esté dispuesto a jugarse el todo por el todo con las dos mujeres oriundas de la provincia mexicana que comienzan a buscar nuevos horizontes en la urbe.
“Ha sido muy complicado“, describe Etziba en entrevista con este diario desde el departamento de una amiga que por ahora les da asilo.
Etziba trabaja en una organización de apoyo social a capacitación de deportados para ser programadores analistas que tenía sus oficinas en la colonia Roma, muy cerca de donde colapsó una construcción que dejó 43 muertos. Su propio sitio de trabajo estuvo a punto de caer: estallaron cristales, se reventó un muro, cayeron tabiques…
“Mis compañeros y yo alcanzamos a salir y desde afuera vimos cómo los edificios chocaban entre sí“, recuerda.
No hay una contabilidad oficial exacta del numero de repatriados afectados por el terremoto del pasado 19 de septiembre que dejó tantos muertos. Sólo se sabe que entre enero y agosto del presente año, la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, contó el retorno de 2,775 capitalinos -en un promedio diario de 350 diarios- a los que se suman 4,000 del Estado de México.
En la organización civil Los Otros Dreamers en Acción, que aglutina a cientos de jóvenes repatriados a la que pertenecen Magdalena y Etziba, tuvieron una sesión de terapia grupal improvisada después del terremoto en la que concluyeron que se sentían muy afectados: para la mayoría era la primera vez que vivían un movimiento telúrico.
“Fue traumático para muchos compañeros porque tuvieron que ayudar a gente que quedó atrapada; otros, viven en casas que con sólo el paso de los coches se mueven y eso los pone mal, otros que están en el Estado de México en donde no hay ni agua“, precisa Magdalena, quien vivió de lejos el siniestro porque ese 19 de septiembre se encontraba de viaje en Tabasco.
Al regresar ya no tenía hogar para rentar junto con Etziba. Sólo la convicción de que seguiría trabajando en la Ciudad de México y de que en este tiempo ambas habían hecho una buena base de amigos que les ofrecían espacio temporal mientras encontraban un aval para volver a tener uno propio.
Las chicas preguntaron aquí y allá, cada vez que salía el tema de conversación entre los conocidos hasta que hace unos días una de sus amigas puso las escrituras de su casa sobre la mesa. Ahora sólo buscan un lugar adecuado, primer piso (por si es preciso salir corriendo), cerca del metro, en colonias no afectadas por el sismo y… ¡A empezar de nuevo!