Editorial: “Hay que proteger la investigación”

Los legisladores republicanos quieren crear una confusión, impugnando al procurador especial o pidiendo investigaciones que hoy son irrelevantes de la rival presidencial demócrata Hillary Clinton

La campaña presidencial de Donald Trump pone al rojo al rojo vivo la investigación federal.

La campaña presidencial de Donald Trump pone al rojo al rojo vivo la investigación federal. Crédito: Chip Somodevilla | Getty Images

Los primeros cargos presentados por el fiscal especial, Robert Mueller, contra allegados a la campaña presidencial de Donald Trump pone al rojo al rojo vivo la investigación federal.

Este es solo el comienzo de un etapa agitada en Washington. Lo importante es permitir que Mueller siga con libertad su investigación.

Tampoco hay que caer en la trampa tanto de la Casa Blanca, como de los legisladores republicanos que quieren crear una confusión, impugnando al procurador especial o pidiendo investigaciones que hoy son irrelevantes de la rival presidencial demócrata Hillary Clinton.

Los cargos de conspiración y fraude contra el jefe de campaña de Trump, Robert Manaford, como de su asociado Rick Gates, se basan principalmente en hechos anteriores a la campaña. Aunque un cargo contra Manaford está ligado a que él era un agente extranjero sin haberlo dicho tiempo.

También, uno de los asesores de política internacional de la campaña de Trump, George Papadopoulos, se declaró culpable de mentir al FBI sobre sus contactos con Rusia. El que se haya declarado culpable, significa que está colaborando con la fiscalía.

Las acusaciones formales indican que la investigación va a todo vapor y que como toda pesquisa no se limita al hecho que la inició. El caso de Bill Clinton comenzó en cuestión inmobiliaria y terminó en un juicio político por mentir sobre una relación sexual.

Todo esto preocupa a Trump que desde su twitter lleva meses pidiendo que investiguen a su rival electoral. Parte del liderazgo republicano ahora le hace caso porque arremetiendo contra la demócrata, tratan de desprestigiar a Muller.

Aquí se trata de decir que Clinton, siendo secretaria de Estado, vendió el   20% de uranio estadounidense a Rusia, a cambio de donaciones a la fundación Clinton. Y que el FBI, bajo la dirección de Mueller,  investigó pero no procedió.

Lo cierto es que Clinton no tenía el poder para vetar la aprobación federal para que una empresa canadiense, bajo control ruso, compre una empresa de Estados Unidos. Nunca se vendió ese porcentaje de uranio y no quedó claro que hubo donaciones a cambio de respaldo a la venta. Por eso el FBI desistió.

Tampoco se puede culpar a las campañas demócratas de buscarle la hilacha a su rival e invertir en esos proyectos. La de Trump hizo lo mismo y todos lo hacen para la publicidad negativa.

La diferencia es que no se necesitó de Clinton para ligar al Kremlin desde el hijo de Trump a varios de sus asesores cercanos.

La grandísima diferencia es que Trump es el presidente. El es el presente y Clinton es el pasado.

Una investigación es importante para dar claridad a la presidencia. La otra es una distracción. Una pérdida de tiempo como las audiencias de Benghazi.

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