¿No va con Ba-no?

Hay un silencio por parte del aliado del Presidente Trump

Pero por favor, dígalo bien, pronuncie la N final del apellido: claro que no es Bano, que es así, como se escribe, Bannon, el señor Steven Bannon, inversionista, ideólogo, periodista y, lo que más nos interesa, influyente asesor del Presidente de los EEUU. El Sr. Bannon fue dirigente de la campaña electoral de Trump, y hasta hace poco fue también asesor oficial en la Casa Blanca. Y aunque ya se ha alejado de la sede presidencial, sigue aconsejando muy de cerca al Presidente. ¿Sigue Trump sus consejos?

Bannon propone lo que él llama anti-elitismo populista. Estos son supuestamente los objetivos de Bannon: sacar de Washington al establishment del capitalismo amiguista que nos controla desde sus bases dentro de los dos grandes partidos políticos; frenar la salida de las industrias que se mudan a China, México y otros países; levantar barreras arancelarias contra las importaciones para que se puedan recuperar las industrias de aquí; y todo esto para devolver a los obreros del país los puestos de trabajo bien pagados que se merecen.

Cuando Bannon habla de los ciudadanos de este país, dice, y quiere que usted se lo crea, que está incluyéndonos a los ciudadanos latinos y afroamericanos, a los que dice respetar. Y su intención, dice el consejero, es lograr que el presidente apoye políticas que favorezcan a absolutamente todos los ciudadanos, pero sobre todo a los trabajadores y a la clase media.

Pero si estos son los consejos que Bannon le da al presidente, sus poderes de persuasión son muy endebles. Pues los nombramientos y las políticas del presidente apuntan a objetivos muy distintos. No al anti-elitismo, sino al elitismo. No a mejorar el bienestar del trabajador, sino a disminuirlo.

En la administración Trump, vemos a los mayores representantes de las élites más pudientes. En el gabinete, vemos a un presidente rodeado casi exclusivamente de ejecutivos multimillonarios. Brillan por su ausencia los pequeños empresarios, los líderes sindicales, los educadores, activistas sociales, directivos de ONG, obreros o maestros. Bannon debería de explicarnos dónde está el anti-elitismo de un gobierno en el cual, por ejemplo, el Secretario de Estado es el híper-acaudalado director ejecutivo de la gigantesca mega-corporación internacional más influyente y poderosa que haya conocido la historia.

Y si el personal elitista nombrado por Trump contradice el proyecto anti-elitista del consejero Bannon, las políticas específicas trumpianas se apartan más todavía del declarado interés bannoniano por la clase media y los trabajadores.

Uno de los principales objetivos del presidente es eliminar los subsidios federales para el pago de primas de seguros médicos. Trump quiere derogar el Affordable Care Act, y dejar sin seguro de salud a entre 15 y 20 millones de miembros de la clase media y trabajadora. Otro de sus grandes objetivos ha sido el cambio en la ley de los taxes, la reforma tributaria que determinará quién pagará más impuestos y quién pagará menos.

Y ahora ya lo sabemos: la nueva ley hará que suban los impuestos de los de abajo y bajen los impuestos de los de arriba. Los trabajadores y los pobres pagarán más, para que los ricos y las corporaciones paguen menos. De esta forma, lo que proponen Trump y los republicanos es exactamente lo contrario de lo que pudiera beneficiar a la mayoría trabajadora que Bannon dice que quiere amparar de la élite avariciosa.

Así las cosas, parecería que Trump no le hace mucho caso a Bannon. ¿Hemos oído protestas en público de Bannon? ¿Se ha quejado el consejero de este desfase entre sus asesorías y las políticas del presidente? Creo que no. Y quizás el silencio de Bannon se deba a que hay algo muy importante que sí que une al asesor y al presidente, algo en lo que están de completo acuerdo, y que está muy por encima del supuesto interés en el bienestar del trabajador.

La idea que sí hermana al presidente y al asesor es su común antipatía hacia la inmigración en general, y su declarada intención de sacar a los Dreamers de este país, que es el nuestro, el de ellos, el de sus sueños. Cuando le preguntaron recientemente en una entrevista al asesor Bannon que qué deberían de hacer los Dreamers cuando se vencieran sus permisos, la respuesta de Bannon fue netamente trumpiana: autodeportarse.

¡Que se vayan! Esta actitud del consejero presidencial la cual, esta sí, encaja muy bien con el diario despliegue de hostilidad presidencial hacia todos los millones que conformamos las poblaciones etnominoritarias de los eeuu, esta sí parece ser la que de verdad le vale al consejero. Mientras el presidente lo acompañe en esto, todo lo otro, lo del beneficio económico del trabajador y lo de revitalizar a la clase media, se puede olvidar.

Ante esta pareja de Bannon y Trump, conviene oír lo que dice uno y vigilar lo que hace el otro, y sobre todo, enterarse bien de lo que dicen y hacen los dos. Si usted cree que le conviene lo que dice el asesor, mire bien lo que hace el presidente. Si usted cree que va bien con Bannon, pronúncielo bien, pero váya con cuidado.

(Ricardo Otheguy es profesor emeritus de CUNY, lingüista y escritor, interesado en temas relacionados con la lengua, la educación, la política y la vida de los latinos en los EEUU. Reside en la ciudad de Nueva York)

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