Se alquilan abuelitas: el creciente negocio de los amigos por contrato en Japón

Las solicitudes de los clientes son variadas: piden que les tomen fotos, que los acompañen al cementerio o que vayan a ver el acto de baile de sus hijos

“Me estoy mudando, pero vivo solo, así que necesito a alguien que me ayude a llevar a mi mascota, un conejo”.

“Tengo que terminar un trabajo de última hora y no voy a poder asistir al acto de baile de mis hijos, así que lo que quiero es que vayas a verlos y tomes varios videos”.

“Terminé con mi novia y quiero que me ayudes a borrar todos sus correos electrónicos y sus teléfonos”.

Esos son algunos de los pedidos que han recibido los japoneses que ofrecen sus servicios como amigos. Están disponibles en alquiler, pago de por medio.

La lista de las solicitudes es variada.

Getty

La opinión de los demás acerca de sí mismo es muy importante para los japoneses.

“Un día acompañé a una anciana a visitar una tumba, no había nadie que pudiera ir con ella. En otra oportunidad, una mujer me pidió que me quedara con ella en su casa porque su esposo estaba de viaje y tenía problemas para dormir”, cuenta una chica de 28 años que, desde hace cinco, presta sus servicios como amiga.

Para la joven, una de las particularidades de la cultura japonesa explica la demanda de amigos por alquiler.

“A las personas les preocupa sobremanera lo que los demás opinan de ellos. Hay una gran brecha entre lo que la gente piensa verdaderamente y lo que los demás perciben de ellos. Por eso veo mi trabajo como una manera de ayudar a que quienes me contactan se sientan mejor”, afirma la joven.

Adolescencia prolongada

Un grupo particularmente afectado por la ansiedad que les genera lo que otros piensen de ellos son las personas jóvenes.

“En la cultura japonesa hay un fenómeno llamado hikikomori, que se refiere a la personas que se aíslan socialmente, nunca salen de sus casas y no desarrollan una identidad fuera de su familia. Es como un estado prolongado de adolescencia”, explica Kyle Cleveland, profesor de sociología de la Universidad de Temple, en la capital japonesa, Tokio.

Muchas de las personas que entran dentro de esta categorización son jóvenes, sus edades oscilan entre los 20 y los 40 años.

Alquiler de amigos, un negocio en Japón./Getty

“Entre los japoneses existe mucha presión social, los jóvenes sienten que tienen que cumplir con las expectativas de sus padres. La identidad individual está subyugada a la conformidad grupal, a ciertos valores y normas particulares”, añade Cleveland.

Sagitariano Diestro, el sobrenombre de otra de las personas que alquila su amistad y trabaja para una agencia como un “ossan” (un hombre de mediana edad), refiere que muchos de sus clientes son jóvenes y que internet tiene mucho que ver con la demanda por los servicios que presta.

“En Japón, en la actualidad, se puede sobrevivir sin tener que interactuar con la gente. Te puedes mantener ocupado en el mundo virtual con lo que quieras, así que no tienes que salir a experimentar nada en el mundo real”, afirma.

Mercado en crecimiento

En este contexto, el alquiler de amigos se ha convertido en un negocio.

Es el caso de Client Partners, una empresa que inició sus operaciones en 2009 y en la actualidad tiene 16 sucursales en el país y emplea a más de 300 personas.

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Las expectativas que los padres tienen de los hijos son muy elevadas.

“Mi motivación al empezar no fue el dinero que podía hacer, sino satisfacer una necesidad social. Japón es una nación con recursos materiales, pero con problemas emocionales, la gente no tiene satisfacción mental“, afirma Maky Abe, directora de Client Partners.

Es tajante con respecto a la diferencia entre los servicios que su empresa presta y lo que se puede esperar de otro tipo de compañías.

“El elemento sexual no está presente para nada. Les advertimos a nuestro personal y a nuestros clientes que no se pueden tocar, que no deben tomar alcohol ni ponerse en situaciones de riesgo”.

El rango de edad de los amigos para alquilar es variado. Los servicios prestados por abuelitas también son solicitados. Una de ellas tiene 70 años y trabaja en el sector desde hace tres.

“Una solicitud que recibí recientemente fue la de una mujer de 60 años. Quería que una desconocida la escuchara porque sentía que no podía hablar con sus amigas… su esposo le estaba siendo infiel”, señala.

Con frecuencia, sin embargo, los clientes quieren compañía para asistir a bodas, fiestas y para que les tomen fotos -incluyendo selfies– que puedan compartir en las redes sociales.

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