Chicharito: Entre la negación europea y la virtud de llamarse Javier Hernández
El mayor valor del delantero mexicano es él mismo, pero no debe obstinarse con el Viejo continente
Si un lugar seguro tiene garantizado el mexicano Javier Hernández Balcázar, es ese que se llama hogar, de donde salió en 2010 para vivir un sueño que en cada lugar que ha pisado ha terminado convirtiéndose en pesadilla. Como para el portero Guillermo Ochoa, Europa no ha sido nada placentero para el ‘Chicharito’, aunque él se empeñe en creer y hacer creer lo contrario.
Su trabajo –quienes lo conocen afirman que no hay nadie más comprometido y más resuelto que él– no ha hecho la diferencia, no ha podido asentarse para hacer historia, como sí lo hicieron Hugo Sánchez o Rafael Márquez en España, o en una escala más abajo Ricardo Osorio o Pável Pardo en Alemania, o como parece que sí podría hacerlo Hirving Lozano en Holanda o Inglaterra. Pero no nos confundamos, el problema de Hernández no pasa por una cuestión de suerte, sino por algo mucho más elemental.
Al margen de su gran magnetismo, de su bien formada imagen pública y de su calidad humana, el único punto por el que puede y debe juzgarse a Chicharito y a cualquier jugador de fútbol es por su legado y calidad, y en eso Hernández divide números como opiniones. Goles hace, ha hecho y seguirá haciendo esté donde esté, eso le garantiza no ser un jugador del montón, sin embargo hay quienes opinamos que no es y nunca ha sido un crack de alarido, un fuera de serie o uno de esos ‘matadores’ del área que hacen época.
Javier Hernández es un jugador moderno que vive del esquema pero que se ha perdido en él, que no ha demostrado poder adaptarse a todos a pesar de luchar a brazo partido para destacar. En parte lo ha logrado, pero hoy vive en una negación constante, en una zona de confort y no se ha dado cuenta -gracias a la toxicidad de un positivismo artificial y a la mucha adulación que hay a su alrededor- que sus días en el fútbol europeo están contados.
Hernández en lo profesional tiene una noción malentendida de éxito, pues exitoso es y nadie se lo escatima, Europa ha sido todo un viaje y ha demostrado su grandeza contra viento y marea en cada club en el que se ha desempeñado, quizás por esa razón es que ‘criticarlo’ es políticamente incorrecto y es mal visto en los círculos más conservadores.
El jugador salió de Chivas al Manchester United por ocho millones de euros en 2010 a los 22 años y logró su máximo valor en el mercado (25 millones de euros) en el 2016 jugando para el Bayer Leverkusen. Hoy con el West Ham United está tasado en 18 y ya no va a subir, a menos que lo recompre Chivas o algún grande del fútbol mexicano, contemple a la MLS, tenga un Mundial extraordinario, quede campeón goleador de la justa en Rusia o el Tri levante la copa. Esto último, algo que se antoja casi imposible sin chovinismo de por medio.
Por eso y más, el lugar más seguro para el mexicano es en el club que lo vio nacer, a donde llegaría como una auténtica ‘bomba’, donde sería una estrella rutilante, donde haría muchos goles y se convertiría en el emblema del equipo más popular de México, que necesita más que nunca a un jugador con sus características. Y sobre todo, donde encontraría minutos de cara al Mundial, algo que no tiene ni tendrá con David Moyes en los ‘hammers’ o si eligiera fichar para cualquier club de media tabla en España, la historia sería casi la misma que vive en Londres y tampoco le conviene.
Javier Hernández ha perdido de vista que su mayor valor es él mismo, pero sin inflaciones externas, adulaciones malsanas o pérdida de perspectiva. Al ‘Chicharito’ le falta humildad para reconocerse en el tiempo profesional que vive y para saber que todo ciclo tiene un final. A sus 29 años ya no está para darse el lujo de obstinarse, sino para poner los pies en la tierra y buscar sumar hazañas a su historia donde todavía puede… y no, no es Europa.