Cuidadores de ancianos enfrentan difícil situación en NYC

Muchos cuidadores del hogar hispanos están afectados física, emocional y financieramente

Victoria Navarro de 71 años (izq.) ha sido la cuidadora del hogar de su hermana Lidia, de 86 años (der.) y de su cuñado Alcides Jiménez de 88 años desde el 2009.

Victoria Navarro de 71 años (izq.) ha sido la cuidadora del hogar de su hermana Lidia, de 86 años (der.) y de su cuñado Alcides Jiménez de 88 años desde el 2009. Crédito: Mariela Lombard | El Diario

A sus 71 años, Victoria Navarro tiene un pensamiento que le ronda en la cabeza y que le causa mucha preocupación. La mujer dominicana, que está dedicada por completo al cuidado de su hermana de 86 años y su cuñado de 88, no sabe quién se va a ser cargo de ella, cuando llegue a una edad tan avanzada que ya no pueda cuidarse a sí misma.

“En el futuro yo me veo peor que ellos, porque tengo un solo hijo y no tengo Medicad y por eso no voy a poder pagar por una ‘home attendant’ y por eso tengo que cuidarme y tratar de ver dónde voy a estar”, comenta Navarro al reflejarse a ella misma en el espejo de su hermana Lidia quien junto a su esposo cuenta con los servicios de una enfermera y una asistente del hogar profesional.  

“Estoy muy preocupada por eso; el no saber qué voy a hacer en un futuro, el no estar segura sobre qué va a pasar. Lo que he pensado es que a lo mejor rente un apartamentico en un asilo (de ancianos), porque a lo mejor allí me van a cuidar y me van a llevar a paseos; eso espero”, indica Navarro, quien agrega que quisiera hablar con un trabajador social para que le ayude a conseguir el Medicad con el tiempo.

El caso de esta dominicana es muy común entre los latinos. Actualmente, hay muchos hispanos en la ciudad de Nueva York que se han dedicado a cuidar a sus mayores sin saber qué le depara el futuro a ellos mismos cuando lleguen a una edad parecida.

De acuerdo a cifras de la encuesta  “A Survery of Informal Caregivers in NYC 2017”, en la gran manzana existen entre 900 mil a 1.3 millones de cuidadores familiares y de esa cantidad el 20% son de origen hispano.

Muchos de estos cuidadores o ‘caregivers’ hispanos que están atendiendo a envejecientes, son mujeres de la tercera edad o mayores de 50 años y porque son familiares, muchos no reciben ningún tipo de pago por el trabajo que realizan -que puede superar hasta las 40 horas a la semana– como el caso de Navarro.

“Como yo estoy retirada tengo bastante tiempo para dedicarme a ellos y los cuido de manera espontánea por el amor que les tengo. Siempre trato de estar en la casa y no dejarlos solos. Pero para muchos latinos como yo es muy difícil cuidar de sus familiares”, comenta Navarro, quien vive con los abuelitos Jiménez en un departamento en Washington Heights, cuya renta paga gracias a que recibe ayuda del programa SCRIE (Senior Citizen Rent Increase Exemption).

La enfermera Alicia Schwartz, del VNSNY CHOICE, coordina el cuidado de salud de Lidia y Alcides Jiménez de 86 y 88 años respectivamente./Mariela Lombard.

No buscan ayuda

Según explica Carolina Hoyos, directora del Centro de Recursos para Cuidadores del DFTA, uno de los mayores retos es que los latinos no se identifican a ellos mismos como cuidadores, porque son madres, hijas, esposos o esposas y esa falta de identificación hace que no busquen servicios que los puedan ayudar.

“Al menos que tengan una crisis familiar que, de alguna manera, los hace tener que estar en contacto con el sistema médico, lo que significa que el esposo, la esposa, la madre o la hija son hospitalizados de repente; eso hace que salga a la luz la situación que están viviendo, por que se comunican con los empleados y profesionales del hospital y en ese momento los refieren a los servicios. Esa es la forma como los latinos comienzan a salir y acceder a la ayuda que hay para los cuidadores familiares”, explica Hoyos.

Entre la ayuda disponible Hoyos se refirió al programa “Older Americans Act”, una legislación federal del 2000, que asigna fondos a través de los 50 estados para asistir a los cuidadores.

“En la ciudad de Nueva York recibimos esos fondos a través del DFTA y ese dinero se distribuye a 10 programas de ayuda a cuidadores de familia en los cinco condados que son contratados por el DFTA y que están basados en la comunidad”, explica Hoyos.

“Los servicios incluyen consejería, grupos de apoyo, entrenamiento, reposo para los cuidadores y también ayudan para tener acceso los beneficios y otros servicios y programas del gobierno” agrega.

Hoyos explica que una de las razones por las cuales muchos cuidadores latinos no buscan ayuda es porque han emigrado de países donde no es una costumbre que el gobierno les provea de asistencia, sino que están por su cuenta y por ello ni siquiera piensan en que ellos o un miembro de la familia puede obtener ayuda para cuida a otro familiar como su mama, su papa, su esposo, esposa.

Por el contrario, muchos hispanos prefieren recurrir  en busca de ayuda en  las organizaciones de fe porque muchos de ellos están conectados a sus creencias religiosas y allí les proveen algún tipo de soporte.

“Muchas veces al primero que buscan es a un clérigo u otro miembro de la iglesia que les va a proveer de apoyo antes que busquen ‘servicios de ayuda formales’ para los cuidadores familiares, asistentes del hogar, o cualquier otra forma de cuidadores”, dice Hoyos.

Carga física y emocional

Según los reportes del DFTA, aunque para muchos caregivers, cuidar a sus familiares es un trabajo de amor que no tiene precio. También puede ser algo muy agotador, estresante y abrumador. Muchos terminan afectados física, emocional y financieramente.

“Especialmente los cuidadores de personas con demencia tienen alto riesgo de desarrollar agotamiento, cansancio, condiciones relacionadas al estrés como presión arterial alta, insomnio, y eso es porque esos pacientes requieren de más cuidado, que aquellos que tienen condiciones crónicas como diabetes, artritis o enfermedades cardíacas”, asegura Hoyos.

“También existen grandes niveles de depresión y ansiedad. Esa es otra de las batallas que tienen los cuidadores. Pero hay ayuda allá afuera”, agrega la funcionaria.

Según explican los expertos, muchos latinos que son cuidadores no buscan ayuda porque no se dan cuenta o no reconocen que necesitan ayuda. Otros simplemente no quieren discutir sus asuntos personales y familiares con extraños, incluso aunque se trata de trabajadores sociales profesionales.

“Hay estigma en el buscar ayuda; hay una especie de orgullo en ser capaces de hacer todo por ellos mismos. Y no es hasta que ocurre una crisis familiar, o alguien se desaparece, que contactan a la unidad de personas perdidas de la Policía, que entran en contacto con una agencia formal o un hospital, que los conecta los servicios disponibles”, indica Hoyos.

La experta del DFTA también explica que aparte de la carga física y emocional, los cuidadores del hogar enfrentan un gran reto financiero, tal como lo reveló un reciente reporte de la organización AARP, que hizo un análisis del costo “out of pockets” (fuera de los bolsillos )de los caregivers.

“En general, los cuidadores del hogar gastan de su propio bolsillo hasta 20% de sus ingresos, lo que equivale a $7,000 al año, proveyendo cuidados a sus seres queridos. Entre los latinos, que son uno de los grupos más grandes, gastan 44% de sus ingresos a nivel nacional en proveer cuidado a sus seres queridos y parte de eso se debe a que no buscan servicios de apoyo. Esa es una de las formas como esto impacta financieramente a los hispanos”, indica Hoyos.

Asistencia en casa

Cuando no hay familiares que puedan o quieran hacer esta tarea la alternativa es la atencion de un asistente de cuidados no médicos en el hogar (home help aide) siempre y cuando se tengan los medios para ello. Pero es una ayuda que no está al alcance de muchos ancianos o sus familias que no tienen la cobertura del Medicaid, un plan médico de largo plazo o ahorros.

“Para un anciano que gana $800 es imposible pagar para que una persona le cuide”, afirma Julia Villa. Este no es su nombre pero Villa prefiere utilizar el anonimato para contar su experiencia. Ella cree que debería haber un sistema que pagara este servicio dependiendo de los ingresos para que los envejecientes puedan estar atendidos. Villa conoce la situación porque ella es una cuidadora en el hogar de ancianos y también de personas discapacitadas.

A pesar de lo caro que resulta, es un servicio que no permite una vida confortable a quien lo presta. Villa cuenta que es un trabajo “mal pagado e incomprendido” y lamenta que mucha gente minusvalore el cuidado de los ancianos y lo califique como una tarea fácil. “No lo es, aunque la gente no lo crea”, explica en una conversación en la que también cuenta que tiene que ayudarles a levantarse, a moverse, a lidiar con sus problemas de movilidad, alzheimer, depresión y un largo etcetera.

“Uno tiene que ser  muy humano, comprensivo y tener mucha paciencia”, cuenta. “Yo lo hago con mucho gusto no solo porque me permite vivir sino porque me permite apreciar la vida”, asegura con una voz que transmite una calma que se aprecia entre personas que necesitan atención.

Esa vida que le permite su trabajo es humilde. Ella alquila una habitación y gana $13 la hora en unas semanas de seis días laborables en las que su agencia le está dando algo menos de 40 horas de trabajo. Ahora, desde que está en la unión, tiene beneficios médicos y está trabajando para su propia pensión. Admite que con todo lo duro que es el trabajo “se hace”, el reto económico es lo más complicado”

Villa ya cumplió los 65 y lleva cinco años en este trabajo a pesar de que en su país de origen obtuviera una formación académica distinta. Esta mujer hace 14 años que está en el país y aunque quiso convalidar sus estudios no tuvo el tiempo de hacerlo mientras trabajaba para mantenerse. Le recomendaron el trabajo de home help aide porque no necesitaba un inglés muy elaborado y en apenas mes y medio se cumplimenta un curso de formación en el que le enseñaron a tomar la presión, primeros auxilios, curar heridas, etcetera.

Ella echa de menos que para ejercer este trabajo no se pida ni un título de bachiller y dice que hay muchos inmigrantes, como ella, en estas labores además de gente realmente mayor. “Hay veces que tenemos reuniones con personas que están haciendo este trabajo y me pregunto al ver a algunas ¿quién cuida a quién?”.

Aunque podría jubilarse desde hace uno año dice que se siente bastante bien físcamente a pesar de que le resulta duro “alzar a algunas personas, tratar con enfermos de alzheimer o depresiones”. Es un trabajo en el que se nota “el agradecimiento de quienes son cuidados y una se queda con la satisfacción del deber cumplido. “Trabajaré hasta que las circunstancaias me lo permitan porque si me acojo a la jubilación no voy a poder con los gastos”.

Hay asistencia disponible

El DFTA tiene un centro de recursos en donde los cuidadores familiares pueden llamar y allí trabajadores sociales les pueden proveer información y los refieren los programas que hay disponibles en la comunidad, incluyendo acceso a cuidados de salud.

Los programas de apoyo y manejo de casos del DFTA para los cuidadores familiares incluyen entrega de alimentos para neoyorquinos envejecientes que no pueden salir de casa y el ‘home personal assistance program for the elderly’. Estos programas están disponibles para cualquier persona independientemente de su estatus migratorio. Sólo tienen que estar residiendo en NYC y tener ciertos requisitos, como el estar cuidado a alguien mayor de 60 años de edad y probar que necesitan estos servicios.

Más información en: nyc.gov/aging o llamar al 311.

 

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