Editorial: Violencia en México arrebata el futuro

El asesinato de tres estudiantes pone otra vez a México en el ojo del huracán

Los estudiantes fueron "levantados" el pasado 19 de marzo.

Los estudiantes fueron "levantados" el pasado 19 de marzo. Crédito: Agencia Reforma

Mientras la nación mexicana se estremece con el vil asesinato de tres estudiantes en Jalisco, el presidente Enrique Peña Nieto envía mensajes de condolencia a las víctimas del atropellamiento en Toronto y prosigue su visita a los Países Bajos, donde se reúne con la realeza.

La reacción ilustra un hecho concreto: la crisis de orden público que vive la vecina nación hace rato está desbordada, sin que las autoridades -muchas veces en colusión con los mismos criminales- puedan, sepan o quieran hacer algo para frenarla.

La impunidad y el poder del narco controlan ya la vida de diaria de millones al sur de nuestra frontera, en un carnaval de corrupción que recuerda las peores épocas de la violencia del narcotráfico en Colombia y su devastador efecto en una democracia arrodillada ante los narcodólares.

Pero este no es un problema solo de los jóvenes en Jalisco; se extiende a lo largo y ancho de la nación y se desborda en países vecinos, incluyendo los Estados Unidos, cuya frontera recibe a diario a decenas de personas que huyen de esa violencia y al mismo tiempo le ofrece argumentos a las alocadas ideas del presidente Trump sobre su muro fronterizo.

Los aspirantes a la presidencia mexicana deben presentar un plan concreto de acción más allá de las propuestas populistas sobre una amnistía para unos criminales que no quieren entregarse ni dejar de recibir las jugosas ganancias de sus actividades ilícitas. Los señores del narco no buscan acogerse a ninguna ley, ni respetar la democracia: su negocio está hecho con base precisamente en quebrantar las normas civiles y de paso crear una cultura de ilegalidad e irrespeto en la que ninguna sociedad tiene un porvenir. Candidatos: ya basta de hablar de la corrupción del narcotráfico como si se tratara de una enfermedad ajena, como si todas las instituciones del aparato político, incluidos los partidos a los que representan, no estuvieran de alguna u otra manera contaminadas.

Los jóvenes tapatíos ya reaccionaron ante el crimen de sus compañeros, criticando la falta de atención e ineficacia de las autoridades y haciendo un llamado a la solidaridad de toda una nación que sufre del miedo de vivir en una sociedad sin autoridad verdadera.

Si tres estudiantes de cine son asesinados y quemados en ácido, como ocurrió en Jalisco, al ser confundidos porque trabajaban en una casa que alguna vez sirvió de escondite para otra banda de criminales, nada ni nadie está a salvo.

Su clamor debe ser escuchado porque es su futuro y el de todos los mexicanos el que está en juego.

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