Separar familias, el sello de Trump
Maribel Hastings y David Torres, America’s Voice
Solo la necesidad extrema, el terror absoluto, la certeza total de que sus vidas y las de sus seres queridos están en riesgo llevan a los migrantes a lanzarse a diario a realizar travesías llenas de peligros y vicisitudes que, hoy por hoy, no todo mundo estaría dispuesto a enfrentar.
Así, como si no fuera suficiente con padecer el enorme trauma de salir de su país con total incertidumbre, cuando finalmente arriban a la frontera con Estados Unidos —y de manera legal se entregan a las autoridades migratorias de la era de Trump para solicitar asilo— son traumatizados todavía más separando a los hijos de sus padres, lo que incluye bebés de meses de nacidos.
Ese es el caso de María, una joven madre salvadoreña que está atravesando esa pesadilla. Integraba el grupo de la Caravana de Migrantes que arribó semanas atrás a la frontera con California. Esperó pacientemente su turno con sus hijos tras su odisea. Se presentó ante un agente y lo que le ocurrió después fue que se llevaron a sus dos niños. La angustia, el desasosiego y el coraje se apoderaron de María, una víctima más de esta política que permite llevar a cabo una desgarradora separación familiar como si se tratara de un trámite burocrático más al que solo hace falta estampar un sello.
María está detenida en Otay Mesa. En una carta que entregó a los abogados que representan a estos migrantes, dice que “no hay segundo de tranquilidad para mí al no tenerlos a mi lado… no hay noche que no llore al pensar que no están conmigo y que me necesitan”. María les pide a las autoridades “que se pongan un rato en mi lugar… yo creo que la mayoría tiene hijos, que piensen qué sentirían si por un momento los separan de sus hijos, sintieran el dolor que yo de madre siento y a lo mejor así entienden que no es necesario separar a los hijos de sus padres… no ven que los que sufren más son ellos al estar separados de sus padres”.
Que esto ocurra en estos tiempos no debe sorprender a nadie, pues el gobierno de Trump ha dejado muy en claro su política de cero tolerancia que supuestamente evitará que otros inmigrantes traten de llegar a este país a buscar asilo. Sobre la separación familiar, el Jefe de Gabinete de Trump, John Kelly, ha dicho con total friladad que los menores serán colocados en hogares sustitutos “o lo que sea”.
Así, cada vez que uno denuncia el trato cruel que reciben estos migrantes que solo intentan salvar sus vidas y las de sus hijos, llueven críticas y afirmaciones de que Estados Unidos “no es el salvador del mundo”, que es problema de los países de donde provienen estos migrantes. Pero olvidan que los derechos universales a la vida y al asilo no los delimita geografía alguna.
Las palabras de Josué, otro migrante salvadoreño detenido, son claras en ese sentido. Tras escribir también en una carta que su vida se le iba al ver que le quitaban a su hijo, y que lloraba como un niño al darse cuenta que nada podía hacer para evitarlo, agregó: “No somos criminales para que nos hagan esto. Somos padres luchadores que salimos huyendo de nuestro país para poder dar una vida segura y sin miedo, para que los hijos y la familia estén seguros”.
Que los países de donde provienen estos migrantes deberían hacer más es, por supuesto, sabido; pero esto debe tratarse de forma regional porque aquí el que más o el que menos no tiene las manos totalmente limpias. Aquí los intereses económicos, militares y políticos, en algún momento, y la corrupción a todos los niveles han contribuido al caos y a la violencia que imperan en estas naciones. La influencia política y militar de Estados Unidos en diferentes regiones del mundo que hoy mismo son las que más producen mayor éxodo de migrantes ha sido factor determinante en el actual estado de cosas.
Es decir, las soluciones ni son simples ni son inmediatas. Entonces, si fuera usted al que amenazan de muerte si no se une a una pandilla o si le matan a uno de sus hijos o se les intimida, ¿no haría lo indecible por tratar de salvarlos o salvar a los que les queden vivos?
¿Le gustaría llegar a la frontera exhausto y atemorizado, presentarse ante un agente, solicitar asilo y que lo próximo que le ocurra es que dividan a su familia y se lleven a sus hijos, incluyendo bebés?
Para responder a esas y más interrogantes, no menos contundente y desgarrador es el testimonio de Olivia, otra migrante centroamericana en cuya carta dice: “No es fácil el camino, y más para padres como nosotros que venimos con nuestros niños… en mi experiencia, estar separada por 85 días de mi bebé de 15 meses, que fue arrebatado de los brazos de su padre… no ha sido nada fácil superar”.
Olivia no solo hace referencia a ese bebé, sino a otros de sus hijos, Andree, de 4 años, cuyas consecuencias psicológicas han sido aún más visibles. Dice: “Enfrentar a un niño enojado y malcriado al que constantemente cuestiono porque se porta y actúa así… y su respuesta es ‘porque extraño a papá’. (Y) dice que volverá a ser el niño que era ‘cuando papá esté con nosotros’”.
Para esta migrante, sin ser especialista, “esto deja claro que la separación afecta psicológicamente a los niños, no importa la edad. Los cambios son drásticos y muchas veces irreversibles”.
Ejemplos como los de María, Josué y Olivia empiezan a proliferar, porque hablar, denunciar, dar a conocer las condiciones en que se están llevando a cabo las separaciones de familias, pero sobre todo la angustia de padres e hijos al ser literalmente arrancados unos de otros, se está convirtiendo en el lamentable registro histórico de esta etapa migratoria en Estados Unidos, una que en el presente llena de vergüenza al país fundado por migrantes y que en el futuro señalará con el dedo a quienes no hicieron nada por impedir esta ignominia.
Para nadie debería ser un secreto ya que la falta de opciones, las puertas que nunca se abrieron en los respectivos países de los migrantes y el instinto de conservación siguen y seguirán moviendo la montaña de la historia. Nuestra historia.