Manicuristas y carwasheros claman por el fin del salario submínimo

Trabajadores inmigrantes dicen no querer depender de la generosidad de los clientes para tener estabilidad económica

Dos de las manicuristas que participaron el martes de la manifestación por un mayor salario mínimo con propina. /A. B. N.

Dos de las manicuristas que participaron el martes de la manifestación por un mayor salario mínimo con propina. /A. B. N. Crédito: El Diario

“Confusión”, “incertidumbre económica””, “robo de salarios”, “dependientes de la generosidad no del trabajo”, “pobreza”, “vulnerable”, “inestabilidad”. Todas estas palabras aparecen en cualquier conversación de apenas minutos con una profesional de salones de uñas o un carwashero si se habla de su salario dependiente de las propinas de los clientes.

Y este martes muchos de ellos hablaron de su apretada situación laboral. Lo hicieron ante una de las audiencias que se está manteniendo por la Administración del Estado después de que el gobernador, Andrew Cuomo, llamara a estudiar y posiblemente cambiar una ley que dicta el mínimo que ha de abonarse a trabajadores que reciben propinas de los clientes en Nueva York. Este es varios dólares más bajo (dependiendo de la localidad y el número de empleados de la empresa) que el mínimo salarial en el resto de las industrias que empezará a ser de $15 a partir del año que viene en Nueva York para muchos trabajadores.

En los restaurantes también se cobra este llamado salario submínino pero en este sector no todos los afectados se quejan de lo mismo y hay más división sobre si mantener el crédito de las propinas, con el que se asegura el cobro del mínimo, o no.

Este martes la única división que había separaba a los empresarios del sector y los trabajadores porque en la audiencia celebrada en Hostos College de El Bronx se excluyó a la industria de bares y restaurantes para centrarse en quienes suelen cobrar propinas menos generosas, que apenas están tan tasadas o establecidas como en los restaurantes y que en muchas ocasiones, ni siquiera llegan a recibir.

“Una manicura y pedicura además de masaje significa estar con una sola clienta durante algo más de una hora y a veces dicen que van al ATM a por cash pero no vuelven”, se quejaba María, una de las 174 personas que estaba previsto que testificaran.

La ecuatoriana Glenda Sefla dice que su salario le obliga a privarse de muchas cosas. /A. B. N.

Glenda Sefla, ecuatoriana de 30 años, explicaba que gana $90 por 10 horas de trabajo y que las propinas dependen mucho de los días y las estaciones, “en verano puedo ganar $50, en invierno a veces llego a $30”. “Con un salario mínimo tendría la confianza de que no tengo que contar con una propina que debería ser un extra, no salario”. Esta ecuatoriana que vive con familiares admite que no le queda más remedio de privarse de muchas cosas, entre otras de seguro médico. “Es muy frustrante vivir de la generosidad de los clientes”

La mexicana María Hernández está pensando en cambiar de rumbo laboral porque con 10 horas diarias de trabaja apenas gana $80 sin propina. Tiene dos hijos, un adolescente y otro de cinco años y dice que no les ve los fines de semana porque es cuando más se trabaja y son días que nadie se puede tomar libre en su empresa. “Como media cobro unos $6 de propina por trabajar algo más de una hora en manicura y pedicura”, explica. “Cuanto más bajo es el precio del servicio, menos propinas dan las clientas”, lamenta.

Hernández dice que una de las primeras cosas que hace es saber qué tiempo va a hacer. “Si hay tormentas, olvídese de propinas”.

Robo de salarios

Deborah Axt, co directora ejecutiva de Se Hace Camino NY, explicaba este martes ante el panel del Gobierno que el sistema salarial con propina genera mucha confusión y es tan complicado que muchos trabajadores no saben realmente qué ganan. Además se ha comprobado que esa falta de claridad “hace imposible erradicar el robo de salario”, que históricamente es elevado entre estos trabajadores.

“El sistema no se entiende, no hay claridad sobre lo que se cobra. Hay muchos inmigrantes que además tienen problemas para entender y son trabajadores vulnerables. No se sabe si se está cobrando lo apropiado”, se quejaba la manicurista Yendi Peralta que adujo que vivir de la generosidad no es posible porque “yo pago la renta, el teléfono, el metro, la lavandería y no me cobran menos”.

Ernesto Salazar, carwashero y sindicalista, poco antes de la audiencia para mejorar los salarios de propinas. /A. B. N.

Algunos carwasheros se hicieron eco de unas condiciones salariales similares en condiciones laborales muy duras. El salvadoreño Ernesto Salazar explicaba que hace tres años consiguieron formar un sindicato y tienen un contrato en el que se fija el cobro de $13 con propina. “Si no hacemos nosotros la lucha no cambia nada, no se hace sola”. A Salazar le preocupa que muchos trabajadores en su mismo negocio estén sin contrato como el suyo, cobrando el submínimo y con muchos sacrificios en un trabajo que se presta al robo de salario.

“Hay gente que vive bien dependiendo de las propinas pero eso no está bien. Cuando no hay generosidad, aún hay que pagar las facturas”, dice al hablar de los empleados de los restaurantes que apuestan por el mantenimiento de las cosas como están. “Es preocupante que los meseros no entiendan que en una ciudad cara tengan que vivir de la generosidad y no de su trabajo”.

“Habrá menos trabajo”

Los empresarios del sector, ataviados con camisetas azules y en su mayoría asiáticos, estaban en la audiencia para defender el actual sistema.

En su intervención, Donald Yu, director de la Korean-American Nail Salon Association of NY y dueño de un negocio, argumentó que la mayoría de los dueños de los salones son familias con empresas pequeñas que están tratando de “sobrevivir en estos tiempos duros”.

Las subidas del alquiler, los impuestos de propiedad y los de productos además de la fuerte competencia fueron algunos de los problemas apuntados por Yu que además argumentó que muchos trabajadores ganan más dinero con el tip credit que sin él.

“De no tenerlo, los precios tendrán que subir, los clientes se quejarán y darán menos o ninguna propina a los trabajadores”, tenía escrito en sus notas. Este empresario no descartaba que hubiera cierres de salones y por tanto pérdida de empleos porque los márgenes “son muy estrechos”. Preguntado cuál era el margen que tenía, dijo que no más del 20%.

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