Cártel, maquila y frontera: por qué las drogas inundan Ciudad Juárez
Los factores que influyen en el alto consumo de drogas y la violencia en Ciudad Juárez
CIUDAD JUÁREZ, México- Los cárteles, su posición estratégica para el trasiego de drogas a Estados Unidos y la industria de la maquila y sus dinámicas incentivan el consumo de drogas en Ciudad Juárez, situada en la frontera norte de México.
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“Somos una frontera grande, que se utiliza principalmente para el narcotráfico. Y al existir esa compraventa de drogas ilícitas hace que se formen ciertas asociaciones delictivas. Y eso hace aumentar la demanda y el número de usuarios”, explicó hoy a Efe el director de la Unidad de Hospitalización de Centros de Integración Juvenil (CIJ) Ciudad Juárez, Adrián Ríos.
Esta ciudad del norteño estado de Chihuahua arrastra un largo historial de consumo de narcóticos. A partir de 1930, detonó el uso de opio con la comunidad asiática.
Y desde 1993, tras la llamada Operación Bloqueo que reforzó los controles migratorios y de contrabando de Estados Unidos, creció el consumo al haber más narcóticos del lado mexicano.
“Ahora estamos muy preocupados porque casi en toda la ciudad hay consumo de drogas inyectadas, antes se reducía al centro”, indicó a Efe María Elena Ramos, directora del Programa Compañeros, una ONG con 32 años trabajando en prevención del VIH y la adicción a las drogas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas Alcohol y Tabaco 2016-2017, el 11,7 % de los ciudadanos de Chihuahua consume drogas ilegales, colocándose entre los primeros estados de México y lejos de la media nacional del 9,9 %.
Aunque no hay datos específicos de Ciudad Juárez, en este municipio parece que la problemática es visible.
El Programa Compañeros, por ejemplo, trabaja con unos 2,000 usuarios de drogas inyectables al año. Mientras que el CIJ, entre otros servicios, atiende a diario 400 usuarios de metadona.
Dos grupos delictivos rivales, Los Aztecas y La Línea, pelean el tráfico a pequeña escala y trabajan con tres poderosos cárteles que buscan controlar el narcotráfico; el de Juárez, el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación.
Ambos detonan la existencia de estupefacientes en esta ciudad de 1,5 millones de habitantes y se ceban con los más jóvenes.
“En un primer momento les regalan cristal (metanfetamina) en paquetitos y los tratan de incorporar a la venta de la droga. Es por ello que es común que jóvenes sean víctimas de la delincuencia organizada”, agregó Ríos.
El pasado 2 de agosto, asesinaron en una casa a 11 personas de entre 18 y 30 años, en una aparente venganza entre pandillas.
Óscar Eduardo tiene 17 años y una vida que recuerda a la de muchos adolescentes en esta ciudad. Su padre cruzó a Estados Unidos para arreglar la ciudadanía y su madre trabaja a todas horas.
Ante este vacío familiar, comenzó a consumir marihuana, cristal y dextrometorfano o DMX, un jarabe para la tos muy popular entre adolescentes. Cayó en una espiral de consumo, dejó la escuela y empezó a ayudar a un pequeño traficante o “pusher”.
Detrás de todo “hay cárteles y pandillas”, reconoció este joven que, si bien hoy sueña con estudiar Arquitectura, admite que él fue parte de esta cadena y su vida corría peligro. Se internó en un centro el pasado año pero recayó, y ahora se encuentra en el CIJ, uno de los espacios más reputados en ayuda a drogodependientes.
Guadalupe y Katia tienen recorridos vitales distintos pero un común denominador: las maquilas.
Esta industria, dedicada a la fabricación y exportación de productos a Estados Unidos, es de enorme importancia en la región. De acuerdo con el informe “Radiografía del Empleo en Juárez”, en 2016 había 324 empresas y más de 250.000 trabajadores.
Guadalupe tiene 20 años y era encintador en una maquila, un trabajo que requiere gran velocidad. Dejó el empleo tras meses consumiendo cristal y otros estupefacientes, que compraba en la misma cadena de montaje.
“En cada línea hay un compañero que vende píldoras, otro marihuana, otro cocaína, otro cristal. Y todos en la maquila se conocen bien aunque sean de diferentes cárteles”, aseguró este padre de un bebé, que gastaba en drogas los 1.100 pesos semanales que ganaba (unos 60 dólares).
Katia tiene 38 años y empezó de muy joven en la maquila. Primero como secretaria, luego como directiva y posteriormente como entrenadora en liderazgo.
El estrés y una depresión desde joven la llevó a consumir pastillas para dormir y cocaína. Un día no podía conciliar el sueño, diluyó las pastillas y se inyectó ella misma el tranquilizante. Casi pierde el brazo.
Atribuye buena parte de sus errores al estilo de vida agotador. “Mi consumo de cocaína se alteró mucho por la maquila, donde entras a trabajar a las 6 de la mañana y a veces no sales hasta las 7 u 8 de la noche”, subrayó a Efe.
En medio de esta dureza, muchos consumidores en Ciudad Juárez luchan en un difícil camino para evitar las drogas. Según el CIJ, solo el 1 % evita recaer pasado el año.